Esta poesía es mi grito de socorro,
voz latente que emerge amarga,
al decir de lo que pienso,
del pensar de lo que siento;
velada respuesta
a una pregunta no formulada.

La pena de mi pena,
la mirada profética
que explora más allá de los ojos,
en fugaces recuerdos premonitorios,
en añejos pronósticos revelados.

Palabra que sentencia,
dicta y proclama
en un silencio atrevido,
en insolente y callada catarsis,
que me apacigua conmigo.

La propia denuesta ingrata y feroz
que desnuda mi alma
y, en lírico delirio idealizador,
me recrea para ti
y me conclama contra mí.

Despertar a la consciencia
es perturbar a la razón,
prudente consejera
que me alienta al olvido,
que me advierte del peligro del grito
cuando duerme la poesía.