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Ella paseaba con un grupo de gente por la vereda de una calle extraña una mañana de sol, y la luz por momentos hería su mirada cansada. Desconectada del conjunto, iba pateando piedritas o palitos, como al descuido, poseída por esa sensación de extrañeza que aleja del mundo, entretanto el que está fuera de uno no coincide para nada con el lacerante mundo interior, cuando la vio. La pared, blanqueada hasta el deslumbramiento, reflejaba una fortísima luminosidad. Se detuvo, a pesar del llamado de su gente, que la urgía a no alejarse de ellos. Y en la clara y brillante superficie, lo vio. Lo vio con una nitidez que le hizo bailar el corazón en apretada taquicardia.

“¡Amor!”, murmuró para sí, mientras él iba adquiriendo realidad cinematográfica. Cuando escuchó que la llamaban se acercó. ”¡Ven!”, percibía desde alguno de sus interiores. Los gritos destemplados del clan que se alejaba intentaron evadirla de su abstracción, de esa sensación cada vez más potente de certeza, de exuberante certidumbre. “Te espero desde siempre”, volvió a escuchar. “Te estoy esperando. ¡Ven!”.

Ella sintió entonces que la tristeza la abandonaba, que la humedad en sus párpados tenía otro vínculo con la mirada, que la expresión del rostro mudaba a una definitiva embriaguez, que la sangre corría con mayor urgencia, colmando venas y arterias, para concentrarse en sus piernas, en sus pies, que comenzaron a contraerse sin que la voluntad mediara en ello.

Como una tigresa al acecho, esperó la orden interior. Y de súbito, partió. Se lanzó hacia la pared. Se arrojó hacia él en loca carrera, que se iluminó, guía encendida súbitamente; abría los brazos para recibirla, como alberga una ola de arenas movedizas, y la piel de la pared tomó por un instante un tinte turbio, velado, como haciéndose cargo del impacto, para luego regresar a la blancura casi perfecta de siempre.











































Texto agregado el 27-09-2004, y leído por 331 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
27-09-2004 Un cuento de características surealistas, donde plasmas, con la calidad de siempre, unas imágenes tan claras como la misma pared. Extraordinario, colega. rodrigo
27-09-2004 Singularmente bello este texto doc. Como en el "Pecado mortal" de la Señora, la pared blanca es continente y contenido.me gusta para acompañar este texto un pensamiento de la Señora de Los retratos apócrifos:" No quería ser joven, porque perdía el tiempo en amar solamente. Ahora pierdo más tiempo que nunca en amar, porque todo lo que hago lo hago doblemente. El tiempo transcurrido nos arrincona; nos parece que lo que quedó atrás tiene más realidad para reducir el presente a un interesante precipicio. " Un texto con el sello de calidad carlés. Gracias por compartirlo hache
27-09-2004 “Te espero desde siempre”, volvió a escuchar. “Te estoy esperando. ¡Ven!”. Que hermoso texto, Don Alberto. Como siempre, es un placer nutrirse de su pluma. Gabrielly
27-09-2004 Leído y releído. Relatas con unas imágenes claras; hay movimiento al mismo tiempo que se manifiesta el ensimismamiento y la fantasia del personaje, según capté. Hermosas imágenes. Mi lluvia de estrellas. Dainini
 
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