Ahora que confesaste todo o
casi todo, que osas argüir que
soy el ladrón de tiempos,
de alegrías, desvaríos, de
vacíos sin sus gritos.

Entonces no me dejas más opción.
Sí, soy ladrón que por afán sicótico
busca no reincidir en las palabras;
y heme aquí, solo.

El amanecer toca a mi hombro,
todos han caído ya;
bebo mi última copa
sobre el tejado,
pensándote, sonriéndote.

Me escucho a mí mismo;
“el amor ha estado, está y estará
por encima de todo, más allá de todo,
de nuestra indolente humanidad
que cree lo ha tomado por completo,
yo en cambio aún estoy fuera de él”
Me pongo de pie, me abandono,
maldición.