Hoy ha muerto el más depurado miembro de lo que se ha venido en llamar "ruralismo práctico". El promotor de tal movimiento filosófico ha dejado de latir como hombre y como pensador. Atrás quedará su contribución al pensamiento en castellano. Sabio continuador de cuanto filósofo ha germinado en las Españas, nuestro amigo aportó a nuestra rica tradición el saber del agro. El saber y el sabor- porque también era hortelano. E inconmensurable asimismo en este aspecto. Sus manzanas eran dignas del Edén. De sus árboles- como en el mítico de la Biblia- brotó la ciencia y un sabor metálico que las hacían únicas. Pero a diferencia del propietario de tan mítico árbol bíblico, él no las proscribió a nadie. Y de él- el árbol- se surtió todo su pueblo. Pues, como él decía, si Adán en lugar de manducarse la manzana, hubiera talado el árbol, quizá la fruta anduviera más cara, pero se le habría puesto coto a la especulación de los terrenos. Él no quiso ni una cosa ni otra. Lo único que le jodía es que se la comieran los pájaros.
Sirva ello de ejemplo y a la vez de epitafio de nuestro ruralista querido: el vecino Ausencio.