Me esperaba sentada en un café de chinos. Frente a Susi, pensé en la diferencia que había con aquella que traté en la escuela del barrio. Me dio un beso en la mejilla, capté su olor a tabaco. De jóvenes concurríamos a los mismos lugares y las miradas de los varones siempre se movían al compás de sus caderas. Caminos diferentes nos separaron, ella de tumbo en tumbo, yo entre el rosario y el recato. Mientras sorbíamos el café confesó su deseo de darle un giro a su presente. Instalar un negocio de ropa, de costura, abandonar el trabajo de noche. Me solicitó una buena cantidad de dinero en condición de préstamo y rehacer su vida, le aplaudí, se lo prometí de corazón, ¡por los viejos tiempos! Claro, antes continuaría trabajando con la juventud que le restaba, en el salón privado donde se prostituía. Yo, como administradora de dichos negocios le ahorraría su bono para el retiro.