|  En este viernes de otoño
 aroman rosas el aire,
 mientras el sol sonríe cómplice
 asomando su faz entre las nubes
 
 He nacido y muerto tantas veces
 en esta vida de grises y esplendores,
 dónde los límites confabulados
 se extravían ,
 que hasta la muerte
 transformé en compañera.
 
 Convertida en pluma,
 garabateé en blancas hojas
 trazando puentes con mis letras
 para alternar entre orillas.
 
 Astronauta sin escafandra,
 he tocado en versos el cielo
 y bajado de la mano de otros,
 hasta golpear las puertas del infierno.
 
 He llorado, reído, buscado,
 aprendido, herido, curado,
 mil veces.
 Subida a trenes de ilusiones,
 giré piloteado carruseles,
 mientras pintaba paredes con mi sangre.
 
 En este inesperado otoño de renacer,
 en este entretiempo en que las hojas caídas
 reverdecen sin autorización del tiempo,
 quiero abrir mis ojos sin temores,
 verme íntegra, sin heridas,
 piel y corazón netos, sin cicatrices
 
 Alejarme de la infecta paz
 que me ofrecía la muerte,
 aspirando gozosa, la vital
 sensación de descubrirme,
 asombrosamente renacida.
 
 Hoy,
 cuando ya creí que las utopías
 se replegaban hacia la noche,
 un insolente sol calienta mi sangre
 y desnuda inéditos artilugios
 para reinventar para mí,
 un nuevo tiempo.
 
 María Magdalena Gabetta
 
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