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I

El trabajo en la agencia de publicidad era agotador, Lorna no daba a vasto con todo lo que su jefe esperaba de ella para atender sus demandas…
Su labor como secretaria no era fácil, dado el carácter del jefe que era muy exigente y a quien ella debía atender desde servir café en reuniones hasta recordar la fecha del cumpleaños de su esposa para enviarle flores en su nombre… Y por si eso fuera poco también le pedía ayudar a sus hijos con las tareas escolares trayéndole los cuadernos de los niños los fines de semana por lo que le pagaba tiempo extra lo que resultaba muy conveniente para ella.
Vivía sola y su corto presupuesto la obligaba a pasar su hora de descanso en un banco de la plaza donde hacía su frugal almuerzo que constaba de un sándwich y un jugo de naranja. El clima favorable de su ciudad acompañaba esa costumbre que muchos otros funcionarios compartían a la hora de su descanso…
Fue cierto día del mes de septiembre cuando la primavera explotaba sobre el ramaje de los paraísos y el perfume invadía los sentidos cuando Lorna ve que se encamina hacia ella un joven elegantemente vestido, de unos cuarenta años con su note book a cuestas y comunicándose por whatsapp indiferente a el sol las flores silvestres regadas por el césped, los canteros cubiertos de pensamientos y la estatua de un prócer impávida y fría.
Las personas conversaban animadamente… todos los bancos se encontraban ocupados también con algunas parejas de enamorados que ignoraban a los demás bajo el tibio sol primaveral.

Fue entonces que el joven se aproxima a Lorna pidiéndole permiso para acomodarse a su lado siguiendo absorto en el manejo de su celular, así sin hablar, con un leve ademán de su mano libre.
-Por supuesto, no es molestia, por favor.
-Ahhh… gracias señorita... muy amable.
-Veo que está muy ocupado con su celular, siga, siga, no lo molestaré.
-Ohhh, perdón por mi falta de respeto, lo que pasa es que recibí una contestación a una solicitud de empleo y no me dí cuenta...
-No, está bien, no es necesario disculparse, he sido yo la que lo molesté, disculpe mi indiscreción.
-No soy de la zona, ¿Usted vive por aquí?
-¿Por qué lo pregunta... Usted, si?
-Vamos a ver, mi nombre Felician, ¿y el suyo?
-Lorna, y con respecto a la primera pregunta, no, no vivo por aquí, sólo estoy en mi descanso del trabajo. Quédese tranquilo, en unos instantes me marcharé pues no deseo llegar tarde a la oficina.
-Qué lástima... me agradaría continuar la charla, el lugar y el tiempo son buena compañía, ¿seguro que ya debe irse?
Lorna en ese instante sintió que el rubor de sus mejillas la delataba pues había quedado impresionada con la presencia del joven y no estaba acostumbrada a relacionarse con desconocidos…en ese momento decide ser mas audaz que de costumbre y le dice...
-Sí, debo regresar a la oficina, pero podríamos continuar la charla en otra oportunidad, tal vez mañana aquí en la plaza a la misma hora…
Felician sugiere: -¿Por qué no esta misma noche? ¿Podemos encontramos para tomar un café en el Tortoni?
Luego de un breve silencio bajando la mirada le responde:
-Está bien a las ocho entonces - y salió apresurada casi sin voltear la mirada.

II

Mientras caminaba hacia el lugar de la cita, Felician decidió no llegar con las manos vacías y por suerte encontró un puesto callejero de flores; la vendedora, una simpática viejita lo miró directo a los ojos,
-¿Es para una mujer con la que debe encontrarse, verdad?
Asombrado ante tal acierto, sólo atinó a decir…
-Sí, abuelita, y por favor, elíjame algo bonito.

Como por casualidad llegaron juntos, él caminando y ella en taxi.
Por ser su primer encuentro con un hombre, fuera de lo relacionado con su trabajo, Lorna pasó la mayor parte de la tarde, revolviendo su ropero en busca de algo cómodo y nada que llame demasiado la atención...casi sobre la hora, y dejando toda una parva de ropa sobre la cama, salió a las corridas, con un vaquerito verde y una remera amarilla pálida, eso sí, colgó de su cuello su inseparable pañuelo rosado.
-Me encantan las personas puntuales, Lorna, nada común en las mujeres...
-Soy de cumplir acuerdos, dijimos a las ocho, y aquí me tiene, ahhhh... que hermosas rosas, ¡¡me encantan!! Bueno... ¿entramos?
-Por supuesto, entremos... preferiría una mesa cerca de una ventana... ¿o quizás le molesta que la vean desde afuera?
-Veo que es una persona sumamente perspicaz, y ello me gusta, busquemos algo en el interior, ¿si?
Se ubicaron en una mesita, debajo de un antiguo cuadro en el cual relucía un brillante bandoneón.
-Elegí este lugar, pues soy loco por el tango, en especial los de la guardia vieja... ¿le gusta el tango?
Lorna con una sonrisa que emanaba desde el brillo de sus labios, le contesta:
-Sí, que me gusta el tango… lo llevo en la sangre, mi padre era bandoneonista… cuantos recuerdos de otros tiempos cuando solíamos acompañarlo de gira con mi madre…han pasado muchos años desde entonces por eso quise que nuestra cita fuera aquí donde puedo revivir tantas horas felices...
Lorna bajando la mirada agrega que hace mucho tiempo que se mantiene dedicada solo a su trabajo y del trabajo a su casa.
Suenan los bandoneones mientras dejan enfriar el humeante café cuando Felician le dice:
-¿Tomamos algo más fuerte... tal vez un cogñac? A lo que Lorna asiente con un movimiento de cabeza.
Entre tangos a media luz el clima entre ellos se hace mas intimo tomándose de las manos… ella siente un escalofrío que le recorre la columna… hace tanto tiempo que un hombre no la acaricia que no siente la presencia masculina... desde aquel trágico día de 1999 en que falleció Adrián en aquel accidente.
Esa noche ella olvidó todo mientras lloraba el tango en la penumbra del ambiente, se borraron las tristezas los dolores los problemas de trabajo y sus problemas económicos… todo se tornó en magia. Era como Cenicienta… sin saber hacia donde se dirigían estas dos almas se sentían embelezados el uno por el otro olvidando todos sus pesares… ¡que sorprendente es la vida! pensaba… ¡Cuánto tiempo hace que no se sentía tan feliz!
No obstante fue su primera cita, pero ambos sintieron como si se conocían desde hace tiempo. Se despidieron con un delicado beso, una sonrisa fue compartida entre ellos. Quedaron en reencontrarse al mediodía siguiente en el banco de la placita.

III

Un mal entendido con su jefe, obligó a Lorna, viajar fuera de la ciudad por todo el día. Cerca del mediodía recordó a Felician, que con seguridad la estaría esperando, y en dicho momento se percató que no habían intercambiado los números telefónicos.
La noche anterior, fue tan especial, tan aromática, que ese pequeño detalle nadie lo tuvo en cuenta. El trajín del trabajo y los nervios acumulados desviaron sus pensamientos por el resto del día.
Felicián llegó a tiempo a la plaza, se sentó y no sacaba los ojos del caminito desde el cual aparecería Lorna, con su sonrisa de la noche anterior, ahhhh… que noche, como la disfrutó...
Pasó la hora y la intriga ocupó sus pensamientos, estaba más que seguro que ella llegaría, no podía ser de otra forma. Pasó un hora, malhumorado, con la mente llena de dudas e interrogantes, abandonó la plaza, pues no tenía forma de comunicarse con ella, desconocía su número de teléfono, ufff... grave error.

IV

Se escuchaba el sonidos de sirenas que aturdían y se acercaban a la esquina de Montevideo y Chaco… era una ambulancia que se abría paso entre el tráfico que era muy pesado a esa hora en la ciudad de Buenos Aires… La gente se aglutinaba en esa esquina…
Mientras los médicos y enfermeros se iban abriendo paso entre la multitud… y allí estaba esa hermosa y joven mujer que yacía inerte en medio de la calzada mientras ellos intentaban reanimarla… pasaron los minutos ante la angustia de los transeúntes que se detenían para observar, pero todo habia sido inútil…
El accidente habia sido fatal para Lorna.

Su vida había terminado sorpresivamente, así… sin esperarlo, justo en el momento en que se insinuaba la esperanza de que la felicidad podía haber regresado a su vida…
Mientras tanto Felician sigue expectante, fumando un cigarrillo y atendiendo a los llamados de su celular se levanta del banco de la plaza ignorando que nunca más sabría de aquella hermosa muchacha con la que pasó tan gratos momentos conversando y sintiendo que la vida siempre nos sorprende… lleno de esperanzas, de todos modos había decidido regresar todos los días a la misma hora a ese banco de la plaza para volverla a ver sin saber que ya nunca jamás volverían a encontrarse.

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Lilian Viacava Dama de la Poesía – Uruguay
Beto Brom – Israel

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Texto agregado el 06-05-2019, y leído por 136 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
07-05-2019 —Hermosa pequeña historia con final triste que duró tan sólo una conversación en un banco de plaza, una corta velada de tango u un beso de encuentro y despedida, lo que corrobora aquello de que la vida es un tango. —Saludos y abrazo. vicenterreramarquez
06-05-2019 Qué triste final! muy buena historia la que han hilado junto a Lilian, me gustó mucho y me trajo recuerdos del Tortoni, un lugar que adoro visitar cada vez que voy a Buenos Aires, aunque una amiga me dijo que creía que hace poco lo habían cerrado, esperemos que no, por toda la historia que ese lugar encierra. Besitos Beto. Magda gmmagdalena
 
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