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Inicio / Cuenteros Locales / tsk / El espíritu de las gaseosas.

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Necesitaba un "redbullsivo". Quizá- después de tanto- ésa fuera la solución. Algo que me levantara un momento el ánimo para poder estar a la altura de los tiempos y de las circunstancias, pues andaba con el ánimo bajo y apenas me llegaba la eutimia para los saludos de rigor y poco más. Me quería ir acostumbrando al momento que estuviera solo en el mundo. A tal efecto, me había pertrechado de una capa aislante que me envolvía. Lo único de que estaba seguro era sobre la continuidad de los planes previstos.
Aquel trabajo en equipo me iba desgastando, pues cogían caballos de relevo frescos, mientras uno iba a lomo siempre del mismo. Ahora el triunfo se basaba en estrictos términos de aguante y resistencia. Hacía ya mucho tiempo que el rocín dejó el trote y no digamos ya el galope. De haber llevado una vida un poco más desordenada, probablemente este desorden que me rodeaba habría tomado tintes demenciales.
No obstante, también, se me notaban más manos de pintura que a una puerta vieja.
Así que la emprendí con sicoestimulantes. Lo primero fue hacerme una gaseosa del tigre, para ir abriendo boca. Ya saben: dos bolsas: una con bicarbonato y otra de endulzante( lo llama la caja, edulcorante). Se mezclan y cuando se produce la reacción, sin más, se la desliza uno por el gaznate. Hacen un cuerpo estupendo. Después pensé en hacer algo de ejercicio, por lo de las endorfinas, pero recordé que en algún estante de la cocina, guardaba en un frasco, té en rama, que bien podía hacer tales veces. El resto de la tarde lo empleé en escuchar música a todo volumen de "Deep purple". Aquel cóctel hizo de principio de fin. Ya saben, se empieza por los porros y se termina en las abruptas simas de la depravación. Y así fue, pues el siguiente paso fue salir a la calle. Crimen a todas luces execrable. Aquella pieza- que era uno- con la que no contaban, deshizo el organigrama como no lo hubieran hecho cien tanques ambulando por sus rúas ( concurridas o adyacentes). Era cuestión de tiempo caer abatido- física o metafóricamente. Pero lo peor de todo, para mí, fue no conocer el proceso que uno infería en sus mentes. Me temo que algo diabólico. Quizá les recordara todo el dispendio de palabras que había sido necesario para poder entenderse entre ellos mínimamente: la cantidad de insultos que habían sido necesarios para ahuyentar la envidia y el odio que había posibilitado que no se hubieran sacado los ojos en todo aquel camino, sobre el que, sólo últimamente, se había descubierto, por otra parte, que no llegaba a ninguna parte.
Éso o que les llamaba a la atención que llevara la ropa sin planchar, llena de arrugas.

Texto agregado el 13-05-2019, y leído por 94 visitantes. (0 votos)


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