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Inicio / Cuenteros Locales / freddy50 / Un sueño de adelgazar.

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Ignacio: Me siento solísimo conmigo aquí sobrando, o estoy multiplicado en miles de yoes, cada uno por su conducta navegando vaya a saber con cual rumbo; o estamos, en plural, amontonados incisos del mundo, espalda con espalda, en cavilando tontas morbocidades sobre un pordiosero porvenir en estado de peremne latencia, jamás de aproximarse a ningún tipo de contemporáneidad; de ser así, calculo, vendríamos a ser como semicadáveres en reverso de estar totalmente desangrados, apartados de la civilización humana, siendo ésto mismo lo más patético del crucigrama, suspendidos cual gabiotas en el viento del este, donde nos esperan fosas sin lápidas en los médanos del Atlántico. Aunque preocupado, a dos aguas navegando, pues si razono es de suponer estar vivo, pero en un mercado raro y sin luz. Durante tanto como un largo sendero, existen constantes pluralidad de voces, como en captación de lucidéz, en un evidente cúmulo de personajes, siempre muy atentos para lo que guste mandar; y yo como de costumbre, de ánimo conciliador en tratando de ser asesorado por el propio, dado por aludido, San Pedro, pareciera; entonces, si somos tantos, pedimos permiso para poder gobernar este lugar, donde en adelante iremos a llamar dios, aquel quien creo el todo, y no así a las diferentes partes fundamentales, haciendo coletazo en la existencia magnánima. Cabe sincerarme, y de factible desnudo, tiritarme esta soledad triste, donde mi voz se va acomodando al acaecer de la resonancia. Tanto para el obrero como para el empresario, al mismo valor de guita fresca, no es para nada cautivador tener que producir cien unidades de algo, que mil unidades de lo mismo; ésto produce mucho fastidio; entonces por qué tendría que darme lo mismo, ser el rey de copas en la cristalería de los Durax, ha estar solísimo cual el llanero solitario sin el indio Toro; pasa que escucho voces, como rodeado de tipos suspeditados a una romanza ingrávida. Hacen falta muy pocos factores para desencadenar una doctrina nueva, quizás un único hecho de injustica como para despertar sentimientos capaces de crear una filosofía irrompible. Y lo mismo ocurre con mi sola negativa de ser vaporoso gordo en una cueva de sombras, sin antorchas de coronar el aire circulando de negrura inocente; soterrado como la recesión monetaria sobre mis intereses, me siento; una barrera negativa, como los mercado financieros en pugna, de las ganas aplacadas al desbordar la demanda de la tanta oferta alegre. Y sigo decaído de allí donde provengo, como si hubiera elongado hasta esfumarse la materialidad en tenebrosidad; pero como desactivando la producción me encuentro industrial en coma, y eso significa estar vivo pero pre pizza; e imposibilitado de un nuevo circular del aire agonizando; lo mismo digo de la tanta mazmorra, recargando de gastos la exportación de mi alma. Siendo que mis neuronas prefieren producir menos y solo percibir, debo pensar lo necesario; pues la inteligencia es actuar acorde a los proceso en que estamos con los requerimentos precisos y atinados; pero aquí todo es lenteja, esporádico presentir, soy una ardilla en contra sentido de la vuelta al mundo girando; he igual me digo, ante tanta cuestiones enigmáticas es que ésto no es un comienzo. Está mi deductible inocencia inmersa en un oscuridad biológica, de oscuro típico e inmerecido, cargado de convincentes remolinos espesos de talento. Enredado en monedas devaluada como para cinturón de gaucho, entre mis fuerzas de superación, debatido en odio soy un cabrón con las ganas de un obrero supeditado al salario roído. Suena descabellado que una fábrica vaya a aumentar sus productos de acuerdo a la suba del dolar, o el aumento de los intereses del banco, mediante los señores dueños en la piolada de recargar los precios a cada silvato de la cotización; pues, si ese enorme capital, que significa el coloso taller, con todo y maquinaria, mediante estar en blanco y al día, para poder entrar en el circuito de la especulación, primero debe ser vendido; escapando de embargos en el intento, con la afip en el trono de la transferencia, pagando a rajatabla indemnizaciones, impuesto y comisiones. Antes de caer debajo del nivel de los muertos, me hacía mala sangre tratando de admitir a mi patria sin una filosofía política de cabecera, pero al final me rendí a la postura del pedalear la coyuntura con alternativas descongestivas, o las herramientas del caso, y al ningún partido tener la mayoría de los votos asegurado, coaliciones mediante, ir sorteando obstáculos hasta que las cuentas cierren para nuestro lado, y que cada quien tenga lo suyo. Y usted me dirá, rudimentario señor carcelero, de ideales fijos y filosofía ortodoxa, en cofradía con los buchones blandos como manteca; pero antes de la devolución, espere, quiero dejar clamando en el aire un requisito de desencorvar la espalda quebrada, anexo a la estadía de un buen trato ecléctico, por favor, tomándome del cogote, y tirando fuertemente con la rodilla en pivote, denle a mi estepa de sentimientos anclados en el celivato, hasta hacer acrecentar la dicha con el regio alivio. Entonces ustedes me dirían, guardianes primates míos, desde una hospitalidad temeraria de ironía marcial: Si claro, no jugar a nada, que bueno, que bueno, andar estafando países, y en lo concerniente a las fricciones políticas todo superado, los partidos políticamente arreglados; y darle a los decretos de necesidad y urgencia como a la maquinita de hacer la guita; más todo aquello tan complicado de gobernar resuelto de taquito, de distribuir alternativamente las filosofías, que kilo; pero cuando en estas próximas guerras las balas nos entren por todos lados, ahí los quiero ver muriendo en epopeya cantada. Luego les aclaro que con el matrimonio igualitario No estoy en desacuerdo, que a lo mejor si nos casamos, podría ir quedando libre de éste espacio de ratas, como para ir dándole paso a cuestiones un tanto más trascendentales, ligadas con esa tan merecida igualdad entre los hombres, y así entronizar con las diferentes problemáticas nuevas más allá de las de siempre. Aisladamente, embelezado de esperanza, me apoyo en que no estoy ciego; y que la vida es maravillosa como corolario de hacer consumir la existencia en cosas risueñas; y si muchas veces he tratado de establecer una marca sobre lo imposible, fue precisamente producto de querer hacer corroborar el calibre estandar donde mejor permanecer adscripto. Por favor, quisiera saber de qué cuernos se trata este arcano estadío en el que me hallo, en verosimilitud metido hasta la coronilla, aborreciendo esta cosa que no es una vida digna; pero de seguro, que aunque desde un lugar gangoso, más en todos los casos escabroso, confuso debenir nada que ver con el vivir con los pies sobre la tierra; sobre todo pues me niego a estar muerto en un cajón, o en una realidad virtual entre el cielo y un entarimado con estéreo mp4; me basta para saberme vivo con palpar el espíritu en soporte de sentirme un individuo; y aun no logrando instaurar en la conciencia, un darme cuenta profundo, desde donde estoy parafraceando, sin ser muy detallado, a ciencia cierta sé que me llamo Ignacio Poncini; el Ignacio conocido, por lapsos tambaleante, adulto señor tratando de recordar lo antiguo de antes de saberme embadurnado de ficción. No es por victimizarme sobre el arenal de un desvarío, por una situación imposible de digerir con glandulas comunes, donde de alguna manera subliminal, sé perfectamente los motivos del estar metido en éste huracán taponado de mugre; impreciso sendero de marchitas rosas en un camino interminable dentre quien fui. Puesto que ahora soy un tenso alambrado, necesitado como el sol de un lago donde aterrizarse los rayos, debo poder desistir de persistir en la vertiente de heteródoxas lamentaciones, y con aquella manguera del éxito rotundo, por fin sofocar el sufriendo de ánimo amordazado. De la persistencia de no saberme donde, en un impás del alma he dejado la combustión de lado, por siempre congruente pensando jamás rendirme, así no más, a la postración de rasgos demacrados; empecinamiento cruel de perseguir, sin extremidades, en la resistencia de choques en meditando reflexiones manzas, con pensamiento vociferado desde un titán conformista, obsesión plausible como para asentuar el ánimo, haciendo siempre mención, en susurros calientes, de aquel rudo corazón del purrete que cruzara a nado el Nilo y el Amazonas; aunque ahora mandinga, el encarajinado sufrimiento pasándome por la vertiente de los momentos, de esta curiosa capitulación dentro de un hoyo oscuro y sordo; sobrio manolito esculpido, pareciera, en la vagedad del borgoña; y una vedette con la guardia levantada en el descenso hacia el proscenio. Seguramente castigado por insurgente, de expresar a viva voz lo que me corre por la materia gris ¿Hay alguien más aquí aparte de la pavura, y de la tanta oscuridad en repertorio monocorde? Si nunca nadie fue un antónimo, nunca nadie podrá alcanzarme un periódico; si tan solo pudiera hacer un endidura vulnerable con virola de boca de pescado, huiría vatiendo el récord de vencer la opresión con el sinsentido. Aunque con prudencia, pensándolo con optimismo, incisto en cavilar conclusiones alejadas de tempestades, nada de todo ésto es muy diferente de una álgida alucinación. Porque mi boca está debajo de mis ojos, calculo estar en posición vertical; pero tampoco sé si será un cliche a ciencia cierta, pues por momentos, percivo estar mirando, cual murciélago, un cielo nocturno, empañado los ojos al caer el aliento por la gravedad; sinceramente me digo: Gordo, no estamos en estado de evaluar certeras conclusiones de sabernos en determinada pose. Aunque eso si, bien puedo darme cuenta que hay, junto conmigo, titilando en primer plano, una muchachita, medio secretaria, muy perfumada la loquita, con esa colonia de lavanda, parecida a la orina de los perros; y esa voz joven, a quien le daría un bocado de mi vida, en el resonar de pequeños supiros, camuflados de algún tipo de angustia, me hecha a pensar en que se trata de otra persona cautiva. Quisiera poder decirle, mi amor es tan grande cual el cielo de la rosa de tu mirada; pero no escucho más que su sonrisa al frente de mi liquidez. Y ciento ochenta grados para atrás, en la pandilla del segundero, luego de serpentiar boludeces sobre ésta administrativa, me pasó que entanteando el espacio negro como buscando respuestas físicas, por allá abajo, mi nariz se topó con una prenda intíma, al tacto, acanalada de guardas, y pasó de largo la cabeza, undidéndome hasta el fondo del escarmio; y obsoleto trataba en vano de despegar el soubenir del cuerpo, cual mermelada de caucho, asunto de álgido malestar, sobre todo por el entuerto de notorias confusiones mías; al punto de agradecer la cómplice oscuridad, de reusar ser descubierto justo en la trampera; en fin, cuando logré separar la bombacha de los pensamientos, siempre rezando por pasar el día en dilatar la acusación, a juzgar por lo áspero del aire, en un recoveco coloqué la fulminante prueba, de andar hurgueteando de la amanuense sus pertenecias.
Me resulta muy complicado, estar resumiendo sucesos tan patinosos de los escasos recuerdos que manejo, cual naciente prematuro, pero por allí debe andar la llave de la doble cancel, ubicada en los días previos a perder la memoria definitivamente; y mi manía es que estoy cautivo, sojuzgado, preso del guardaparque Joe, o de la new santa inquisición; y grande chance tiene ésta idea firme cual naipe marcado, que más luego de largo tiempo sigo sin discernir la ida de la vuelta, sintiéndome tan vulnerable como cerco de cadenas; y recapitulando aquel día de final desafortunado, en cuanto el falso cura de Fulgencio, en venganza de un rezar improvisado, en un impostado momento lejísimo del altar, según su reacción, avemaría de contenido subversivo; y de plegarse a un correctivo moralizante, me desbalijó la casa de pertenencias, como prueba de un castigo ejemplar, en que nunca vuelva a repetir un rezo tan irreverente; donde luego, al rato de meditar sobre mi estúpida candidez característica, fuí como ebullendo, en el sentido de acrecentar la bronca, y sin dar tumbos, aparejado al rinoceronte, me hice presente en la basílica, con tronco de ombú a querer voltear las puertas, y precisamente ahí me hayan disparado un dardo con anestesia, y ahora estar adormecido en un calabozo oculto de la propia Nuestra señora de Luján, desvariando a destajo en la oscuridad que con el tiempo se hace de pana; a lo mejor se haya tratado de una provocación orquestada, de antemano preparada para mi cacería, y posterior eliminación ¡¿Por qué habra sido tan infame el padre Dalmacio colocando en su rol tan venerable, de sacerdote prestigioso, a ese barato falso cura de Fulgencio, creando así un discípulo demoníaco para lo que guste mandar?! Un incorregible pibe que ojalá el diablo los arrastre debajo del rastrillo de su tractor ¿Como es que no pudieron darse cuenta que es un dogmático ladrón, buscavida de alma? ¿Tan solamente por ser ex pupilo del orfanato, uno obtiene ese premio de presidir el altar; y una vez descubierto seguir disfrazado por la ciudad por gracia del remanente del cariño invertido? Pasa que ellos habren los brazos a cualquiera cual si recibieran al Papa ¿Y por aquella maldita meritoria responsabilidad de ayudar a los huérfanos luego de egresados, ahora yo tengo bien ganado el castigo por reaccionar al ultraje necesario?
Fueron días difíciles de concebir, en seguidilla de conflictos terrenales, cual si el destino se hubiera puesto en nuestra contra; cosas pertenecientes a un azotar de la credulidad, con el convivir paralelo de experiencias quilomberas, consensuadas por la historia local como cuestiones de referentes sublimes, auténticas de disfrutar; pero que por fortuna a nivel nacional no trascendieran casi nada. Recuerdo estar de rigurosa dieta y que todo lo apremiante me abría el apetito, pero que igual luchaba por safar de la tentación por los asados. Acerca de ese día puntal, en sucesión de cosas con conotaciones absurdas; pues de allí en adelante, tengo la capacidad de reminicencia opacada de carbono. Todo empezó a concebirse con el falso cura descubierto escondido en la pieza de la servidumbre, agazapado como un gato montés. Y sin yo averiguar demasiado, escuché rumores de estar de amores con la sirvienta, o recién de enganche, no sé, pero vestido de cardenal, como aquel día que nos casó con mi señora; pero sucio, ahora eximido del examen del absurdo de paliar lo inverosímil. Pero qué caradura este muchacho, apenas mayor de edad y con las ínfulas de un consagrado; pues cuando luego de descubierto, aferrado con las manos de la cabeza de la niñera, como de apuro, casi besando a la muchacha a los tirones del vení para acá, como para discimular aun más la adrenalina, allí nos reunió de apuro, con él al frente del disparate, como capitán de un equipo de basquet, formando un círculo tomados de los hombros; y nosotros con la inefable credulidad en comunión con el alma, diciendo a todo que si; con mi señora de espaldas a los empleados olfateándonos la cola; en un cierto sin sentido inmemorable aparejado de un todo detestable. Más yo como siempre, estúpido de mi, retardado complaciente, haciéndome el pajuerano, de arrastrar sus mediocridades hacia un lugar normalito. Al saberlo adúltero religioso, de tanto caradurismo en la palestra, mi herramienta de expresión se balanceaba de instante en instante; no tartamudeaba pues aceptaba todo, con algunos ticks que respiraban, pero de a poco inhibiéndose por la depresión del mal rato, chapuceaba como trazando una personalidad ideal de no darse cuenta de nada; hasta inclusive, con mi señora, ibamos incorporardo al acervo sonrisas de consecuencias nefastas, entrometiéndose en la historia como la humedad del rio, como para esa porquería de momento, ajeno de adosarse a un destino digno. Quizás como la paga de un jornal, dándome cuenta de rebote, como el chanta va deseando transferir política venenosa de dominar al distinto, deseando verte lamer embriones de una genética de sumisión. Pero el factor detonante que lo hizo ir de la ira al cólera, fueron esos erróneos dichos de mi rezar. Y ahí si que detonó la bomba del mocoso, cuando a la solicitud de un avemaría, yo entre el trío discordante proferí: "Apartado de vanidad, orgullo, y amaneramiento, en comunión contigo señor, te rogamos: Santa María, madre del bendito supremo entre nos; bendita seas tú entre los mortales, por siempre elegida de entre todas las mujeres de la historia, pues eres tú sola todo lo femenino de la dichosa existencia, acaso el llamador de lo divino, la mitad del universo; dios te premie María: Madre de todos, reina entre las reinas, santa y eterna". Esto dijé al cura que nos casó con mi señora, atónito cual cartucho sin pólvora, en flagrante latencia de retroalimentación de la ira; y deduzco que tal vez, por culpa de mi teología de cafetín, donde sin noción de las consecuencias por emparchar un error hice oscurecer la cúpula de angelitos, al preanunciar de apuros esta postura, para él, discidente para mal; vaya desesperanza con lo que yo respeto a mi religión querida. Más, muy ofendido, de relevancia urticante por sobre lo espontáneo de los quehaceres, pues tanto le era el apremio de castigarme, que sutilmente guardó para el futuro inmediato rencores de acción premeditante, pues durante esa noche nos desbalijó la casa completa, de pertenencias, dejándonos con lo puesto; seguramente acción culpable de estado fantasmagórico, al escuchar una oración salida de los márgenes habituales. Eso si que lo recuerdo, lo recuerdo perfectamente, exento de contradicción: El alma es siempre la misma, pero el agua depara escamas a quienes son permanentes endémicos de allí, además de otorgar esas colas con forma de moño. Y de aquellos pimpollos que surcan a pulmón el aire nuestro de cada día, con su talento habitual, dios le suministra plumas y picos; en cambio a nosotros, los de la tierra, por su talento, siempre fuimos incubando pelos y patas, y siempre seremos terrenales cuadrúpedos; y con el rezar pasa lo mismo, cual en los diferentes estratos naturles, donde por ende en el edén se fueron incubando esas determinadas características asociadas al entorno elemental, pero donde en ámbos casos, existen las consecuencias de una acumulación en pos de un resultado manifiesto. Pero yo no recordaba el avemaría e improvisé una oración salida del alma. Entonces al rezar esa plegaria según mi circunstancia, acaso fue aquello una sentencia en veremos, salida de la boca de mi boca circuncidada de angurria, y quizás deparando en mi, fulminante altanerísmo, que de rebote enfureció al muchacho; pero solo dios sabe que quize conformar a Jesús, por culpa de las emociones de mi veguenza, allí subyaciendo por no recordar el requerido rezo; lo reconozco, fue algo sencillamente mal redactado por mi conciencia, que en lo concerniente al resultado evolutivo, pueda que me salgan aguijones de la napia, o quizás peores mañas; y que por esa inoportuna plegaria inventada de apuro, más el largo epílogo a donde además concluí diciendo: Que dios nos encomendó poblar el planeta y conquistar el mundo; y acaso la luna, con sus hornallas, sea para más luego, un segundo sol, como rueda de auxilio; y por tanto martillazo de remate, hora me encuentro en no sé qué laverinto anfibiológico. Pasa que soy un hombre muy viajado, acostumbrado a presenciar las guerras en otros confines, estepas solamente con cadáveres de horrores sembradas, donde exento de estrategia, cabizbajo y meditabundo, hube caminado masticando pavura, en adquisición de llanto y más llanto, cantando bajito para la muerte una inducida tristeza vestida para la melodía.
Y de pronto, una claridad fulminante gana mis pupilas en invación abrupta, ah, cuanto impacto imposible de eludir para el asombro; y de yapa me veo en destello de exitación profunda, gracias al hito de un sol sorprendentemente cara de piedra, donde cada rayo es un optimismo en si mismo, semi sintético, casi artificial ¡Vaya! Y entonces aquello fue un trastorno y no estaba detenido; en pergamino de satisfacción me reconozco de nuevo, bastante delgado diría, casi sano en llana prosperidad con relación a los trescientos que venía trayendo, si es que, fuera de sarcasmo, cabe ésta expresión de flaco enclenque en un peso aproximado a los ciento cincuienta kilos; pero antes hube competido hasta engordar por quinientos, siempre hablando de kilos y no de toneladas; más en el suspirando, un ahora mismo, de inteligencia en calcada virtud, del tramo final por regresar al halo último del documento. Ah, pero que locura doble pechuga, y me rio como en un resfrío de estornudar, pero gratificado de mi sorpresa alegremente suelta, si hasta logro ver nítidamente los caracoles del hormigón de donde estoy sentado, ah, y con ello caigo en la cuenta de todo tratarse de un cerrar de ojos, por el dolor causado, y aquella oscuridad adornada de sombras era un estado de dolor y cobardía, plasmado en la subjetividad del tiempo ¿Pero entonces de que me rio, desubicado? Si todos aquí están con cara de guillotina sin un balero para la jactancia. Sin vueltas estoy alentando a mi gloria de amor sagrado, en el propio monumental de mi River Plate adorado, pero idéntico a un cementerio colmado con los muertos sin tumbas. Es que empiezo a darme cuenta definitiva, intentando encausar el envión de la razón en sus carriles, de por fin entender el porqué perfectamente estuve en aquella oscuridad repentina de segundos tan reales, pero infinitamente lenta, larga, amarga, como para las tantas pesadillas de mi subjetividad ansiosa de salir al aire; y de sentir un dulsor apenas, y de cruzar la meta de la carrera aunque más no sea descalzo; donde por valentía de un buen perdedor, por suerte emerjo nuevamente en emprendedora promesa de continuar batallando para la vanagloria, deseando pronto quedarme a tono, aunque derrotado, en el aquí huyendo de aquella necesaria carcel de mis parpados abrochados, abrotonados, de un señero sufrír del estando hojaldre por un instante eterno. Rodeado de pares también noqueados, me voy mimetizando al escenario nuevo, repleto de gente tristísima, conmigo con la precaución valedera de sonreír de compromiso, aun culposo de entreabiertos ojos sufridos en influirme la existencia de arrebato, entonces regreso calibrado donde se requieren huevos de aceptar el fatal fracaso; que se trata de muchísimo más que frustración, haber descendido en picada de categoría, al fondo del mismísimo raquítico B nacional; algo, sin manicura, aberrante, para un club tan super emblemático; de mórbido presente al sonar de los bosteros la llana trompeta de la burla, además del resto de los clubes de la AFA, haciendo expiar resentimientos de lacivos resultados. Y con todo ver como voy a poder sobrellevar ésta angustia de empolvar el alma de palidez profunda. Son la nada mis pensamientos latentes frente a está luz del monumental llorando a la par de los simpatizantes, no obstante, me manifiesto en favor de la pulcritud de volver a los hogares, con el orgullo de la camiseta pese ha lo que pasa, y si nos toco perder, pues ya verán, mañana será otra la luz que nos encandile, en guíarnos hacia el ascenso y posterior redención de obtener la Liberadores.
Pero que macana he vuelto a caer en un soponcio, o tal vez fueran esas luces destellos de un éxtasis producto de la propia morfina que segrega el cuerpo. Y nuevamente, por causa de mi libertad tan expansiva, efusiva, siempre me inclino a pensa, más que en un patatús, en estar cautivo por algún sistema represivo de los de siempre. Pero un momento. No puedo decir que siento el respaldo, o el apoya brasos, pero ya lo adiviné, estoy sentado en el sillón de Rivadavia, sin cenicero, con una capucha de desaparecido. Todo fue por aquellos días de hasta donde recuerdo algo, de agua podrida hasta la coronilla, en sucesión de hostigamientos barriales, en germinación de resultados letales; pues días anteriores al entrevero del avemaría, dije, hablando de comedido en la hora de la orda, como para desperezar la mente con algo de condimento corporal en pos del intelecto, casi como un proverbio chino de entre casa, so pena de morir, como para despuntar el vicio de samarrear la lengua de la fijación relajada, y dejar de mañerear en la comodidad de la complacencia; pasa que en mi pubertad, y también gran parte de la juventud, he sido un tipo abstraído en programar mis metas inalcanzables, y esto es parte de la culpa de pagar por complaciente, probador de cualquier cosa que le ofrecen, careciendo de personalidad genuinia al andar por la vida, pues ni rezar supe nunca, solo retazos de lo escuchado manejo como paradigmas, y ésta opinión de actualidad candente, debe ser la primevera vez donde dictamino desde el corazón pasando por mi cerebro, dejando de lado las tantas veces ajenas opiniones repetidas, en un placebo como para seguir tirando, repitiendo como un loro, todo lo que otros me apuntaron. No me doy por aludido, pero tal vez fuera dicho barrunto la conjeturada opinión causante de estar hoy en un pozo vietnamita de castigo ejemplar. Deben reflexionar sobre el siguiente axioma, empecé diciendo, cual vaso con el secante donde ha de germinar la semilla, en aquella taberna de jugar a la canasta, que si el socialismo se configuró gracias a una cirscunstancia concreta, en la etapa de la industrialización europea, por causa de una fuerte hambruna, donde los obreros no ganaban ni para susto, re de sobremanera hace significar la cuota de un único factor para formarse una filosofía nueva, de despertar un sentimiento capaz de crear una idea políticamente perecedera. Sumado a que hoy día, existen potencias que respaldan aquel movimiento socialista primero, de ansias de revolución en favor de los trabajadores, y están totalmente en predisposición a defender y apoyar de inmediato cuando se producen eventos relativistas de tenor neoliberal, como en este país donde la recesión repercute fuertemente en la clase trabajadora, y entonces el votante con nueva motivación se aleja del buen ojo hacia lo liberal. Y cebado, imposibilitado de encaminar las emociones hacia un estado de indiferencia, o algún tipo de contemplación, sacado de abstracciones, directamente salté a otro tema que venía masticando y arremetí: Que a mi entender estamos atravezando una etapa en la política social de tono partidista, donde todo gira en la órvita del aborto, pues lo hicieron problemática urgente, primordial, algo imposible de mermarse; y por culpa del feminismo a ultranza, de rebote se está instalando en nuestra psiquis aquella conciencia mitológica del enano fascista; más en acarreo de hacerme el bonito, concluí diciendo: ¿Aborto si pero comunismo no? ¿Aborto si, pero liberalismo no; pues nos connsume la energía principal; y se trata de una postura ideológica muy seria, de donde está prohibido andar a medias tintas? Cuanto asombro me causa, cuanta angustia me provoca. Y les digo más, si hubiera una consulta popular, un plesbicito, sobre legalizar el aborto libre, votaría que no, pero si en cambio fuera, hacer legal un aborto legal, reglamentado por ley, muy restringida esa licencia, tal vez cambiaría de opinión; por ejemplo el zica es algo tremendo, donde cabría esta práctica neofascista, porque es una enormidad tener un hijo con facciones de un mosquito. Y se está formando un movimiento de tipo nazi, insistí, en cuanto compulsivo de querer dominar el mundo. Y ojo, arremetí, como mirando a los ojos de la moza que atendía, en ese mitin de mujeres barriales, por más que el socialismo bueno, para legalizar esta práctica pesticida, luchando con sus pañuelos verdes, sé una con la derecha reaccionaria, y tal vez, la genocida del pasado, sepan, cuando una criatura en el vientre es asesinada, pues el borregito desde ese lugar privilegiado entiende lo que le irá a pasar, suplicando y rogando por su vida, más todo esto dios lo escucha y se enoja muchísimo; entonces, a un evento de inducir el engendro, sucederán cosas como trenes chocando de frente, o aviones sacudiéndose las alas entre si; cosas en apariencia desproporcionadas pero reacciones inevitables de la divina creación. Hagan todas las huelga de sexo que le vengan en gana, pues mi señora está de acuerdo conmigo. Desde hace mucho se ha creado un poder en favor de esta política podrida sobre el aborto, y que decir si esto va al congreso y el senado no lo aprueba; donde convergen gentes de todo el espectro quedando el resto de los problemas sociales relegados cual si fueran pichinchas fácilmente corregibles, casi como si las filosofías fueran un estorbo más que una brújula de contención; y también dije, envalentonado: No veo que el todopoderoso se vaya a enojar de la justicia igualitaria entre mujeres y hombres, pero si por las interrupciones del embarazo, y tanto será su ofuscación sobre el asunto, que al verse accidentes de todo tipo, nos parecerá que no es aquel viejecito canoso de bastón tan bueno como pensábamos; pero lo que ocurre es que en el propio sistema de la creación va incluído ésta negativa de aceptar el crimen apenas la vida se forma. Y a lo mejor de hacer tanto la macana ello se modifique, pero no lo creo posible. El femicidio es algo aberrante que dios tampoco acepta y repudia, son esas injusticias de la vida en manos de las bestias; lo fuerte sobre lo débil, cuestíón sin sostén de la moral; pero no tiene nada que ver con lo otro; crucial problemática abarcativa del amplio espectro de la política, donde más de la mitad del abanico, militan juntos en estar categóricamente de acuerdo. Y de allí que pienso estar metido en un cofre donde se guardan disfraces de alguna murga callejera.
De semblantear el rostro caliente, tendido estoy al disfrutar de un bergel, sintiendo la quijada encremada de espuma, en un empezar de nuevo, de igual tribulación obtenida del anterior largo sueño. Disgregado me siento en perseguir las migajas de un consuelo, como un discípulo escalando posiciones hasta salir del atolladero del no saber; pero sigo estando intrigado bajo el dominio de sobrentender esta voz lampiña, de interferencia delicada; y debe ser pues no estoy congelado sino vigente, en un hoy antes de partir hacia algún terraplen conocido. De momento me basta la ostentación del orgullo sobre algo bueno que sucede y no haber descendido al fango de los pichones. Más como es imposible lo sedentario haciendo trasto nocivo en el esoterismo, me fío de Ella rasurándome con un filo delicado, el fluctuar entre el digerir la intriga de saberme donde. Y yo voy a ninguna parte tratando de roer del presentes imágenes por los sentidos espiadas, con multiplicidad de postulados tallados en una exitación inconmensurable. Por fin desguarnecido de fobia por morir a destiempo, fabrico desde dentro lo único genuino del momento, en el regazo de esta piedad, y otra vez trato de rivalizar con lo imposible, no pudiendo ocultar el erizo cual salpullido con el caracter quemado. Juraría estar en un útero materno en recepción de otro esplendor de luz solícitamente clara, o tal vez se trate de una chancha con el puerco neonato en el chiquero naciendo. Otra conjetura que barajo, en este caldo de gérmenes, de estilo venéro, por lo alto de la abstinencia, algo como posibilidad de por fin saber acerca del nefasto lugar que me sume en un estado psicodélico como de foto velada, es ésto que un grande apetíto, fuera de los cálculos deportivos, me haya hecho pecar en la gula hasta despanzurrarme en éste infierno particular; y como consecuencia, luego de un suculento asado, estar ahora dormido en la hora de la siesta, y sórdido estar roncando debajo de los árboles del bosque, esparciendo occisas hojas por el aire, soñando de formas opacas estar jugueteando como un espermatozoide. No obstante no siento culpa, pues la reserva es un puerto de tráfico de animales de por si moribundos. Recién creí ver el destello de una enramada, o mejor dicho un espacio con bastante vegetación, pero sin flores, aunque, ahora que lo pienso un poco mejor, desprovisto de vanas esperanzas, tal vez se trate de sábanas, o cortina de baño de ese color de los jabones. Pero testarudo, deduzco, de nuevo en la soledad de la oscuridad, ser estos pantallazos deseos ocultos del mirar inhibido; son mis compañeros aplazamientos, tan frágiles, pero tan dignos, que cabe una mención de la opulencia, quizás una doctrina para más adelante, cuando salgamos de este estridente no se qué.

Texto agregado el 25-05-2019, y leído por 57 visitantes. (1 voto)


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