ENTRE ELLOS

Aquella sesión va subiendo de tono. El hombre utiliza las dos manos para arrancar de aquel cuerpo sin nombre sin habla, sonidos sublimes. Recorre de derecha a izquierda y luego en sentido inverso aquella superficie. Sus dedos como patas de tarántula la hacen vibrar, él con ojos entornados bambolea la cabeza, suda, suspira casi llora cuando oye lo que producen sus dedos, ahora garfios luego plumaje de ave del paraíso.

El cuerpo a su merced, cual caja de resonancia se tensa en su interior ofreciendo en abanico impúdico todas las posibilidades que puede dar a ese quien recorre frenético su melodiosa superficie en nácar y baquelita y él arranca impertérrito, luego frenético todo lo que aquel cuerpo ofrece para su deleite. Pasan los minutos inexorables y aquel ejercicio amatorio continúa, manos y pies del hombre en movimientos armónicos son instrumentos de placer y aquello se convierte en una sinfonía eterna de delectación erótica… entre el concertista y su piano.