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-¡Oh mi Dios! ¡Estamos atrapados!
-¡Alguien que nos ayude por favor!

(Diez minutos después).

-¿Qué vamos a hacer? Nadie nos escucha y ya me estoy sofocando.
-¡Tenía que pasarme a mí! ¡Soy el campeón de los quemados!
-¿Y qué puedo decir yo? Me esperan en media hora para un puesto de secretaria y a este paso lo voy a perder. ¡Que mierda!
-Roguemos porque nos saquen de acá lo más pronto posible. ¡Holaaa! ¡Estamos atrapados en el ascensor! ¡Sáquennos de aquí!

(Diez minutos después).

-¡Socorroooo!
-Bueno, no nos queda más que esperar que alguien tenga la amabilidad de venir a sacarnos de este asunto. Y ya que no queda más remedio, me presento. Soy Carlos.
-Hola.
-¿Y tú cómo te llamas?
-Hum. No importa mi nombre.
-Supongo que te llamas Marta. Eres muy atractiva, perdona mi atrevimiento, pero aquí tan cerca de ti y a pesar de la penumbra, puedo corroborar que…
-¡Basta! ¿Cómo te atreves?
-Sólo trato de ser gentil. Perdona si te sientes ofendida.
-Guárdate tus gentilezas. Y por favor, no me dirijas la palabra.
-Eres demasiado quisquillosa. ¿Qué tal si no acude nadie en un par de días y tenemos que socorrernos de alguna manera? ¿Qué harías, por ejemplo, si me desmayo o comienzo a tener convulsiones?
-Ja.
-La vida nos sorprende a cada momento. Por ejemplo, ¿Te puedo expresar esta sensación que me invade al sentirte tan cerca de mí?
-¡Eres un patudo!
-Es que este asunto lo tengo atascado aquí en la garganta, me ahoga, tengo que sacarlo afuera.
-Ya me di cuenta. Tienes esos ojos de pervertido que pareciera estar a punto de saltar sobre mí. ¡Ten mucho cuidado!
-Perdona. No es eso. Es algo más profundo.
- La “profundidad” de los hombres me abisma. Delante de una mujer, ustedes son de lo más “superficiales”, aunque lo tratan de disimular con un lenguaje engolado que me suena similar a la suave respiración del cazador antes de dispararle al pobre animalito.
-¡Que mala percepción tienes de los hombres!
-Y considera que hoy no ando para nada negativa, porque si fuese así, estaría vuelta loca tratando de que abrieran de una buena vez esta cosa. ¿Qué haces con esa mano?
-Intento rozar siquiera la atmósfera que envuelve tu piel.
-¡Que cursi! ¡Y que atrevido, por lo demás.
-Y bueno, me conformo con que conversemos.
-¿Conversar de qué? ¿De fútbol? ¿De política? No te conozco. Y ni siquiera me atraes. Nada más ha ocurrido un accidente, estamos atrapados en este ascensor, una situación que ha ocurrido miles de veces. ¡No te permito ni siquiera que me dirijas la palabra!
-Hum.
-Si. Hum. ¡Socorroo! ¡Alguien que venga a abrir este maldito ascensor! ¡Qué maldición!

-Veinte minutos que estamos acá. Menos mal que no tengo nada importante que hacer. ¡Ah! Y no sufro de claustrofobia. ¿Y tú? ¿O usted, para que no se vaya a ofender?
-Ja.
-El mundo continúa afuera indiferente de nosotros. Mi abuelo falleció la semana pasada y está tan encerrado en su tumba como nosotros.
-¡Que pesado! Perdón…lo siento.
-Era el hombre más gentil que se haya conocido.
-Debes echarlo mucho de menos.
-Oh, sí. Demasiado. Perdóname tú si me he sobrepasado. Mi abuelo me enseño a respetar a la gente, honrar a las damas y si son lindas, decirles un verso.
-¡Que galante ese señor! Un poquitín pasado de moda, para mi gusto, pero todo un caballero.
-Quizás me está llamando desde el más allá. Hasta es posible que no salga vivo de esto.
-No digas eso. Estoy segura que él te está cuidando esté donde esté.
-¡Ay Dios! ¡Lo echo tanto de menos!
-No, no llores. ¡Ay! Ven aquí. Abrázame.
-¡Gracias, gracias! ¡Que bien se siente tener a alguien que te consuele! ¡Gracias señor!

-¡Muacc!
–¡Chuic!
¡Oh mi señor! ¡Eres divina!
¡Que ricoooo tu besito!
-¡Quítate la blusa, por favor!
-¡Oh si, si… y tú la camisa…
-Mmmmm. ¡Ayy mi Dios!
-¡Sigue, sigue, por favor…

(Veinte minutos después).

-¡Vengan por acá por favor!
-¡Gracias a Dios! Pensamos que nunca nos sacarían de acá.
-Bueno, ha sido un placer… ¿Cómo dijiste que te llamabas?
-No te lo he dicho. Me llamo Marisol.
-Bello nombre, bella tú.
-Adiós.
-Adiós.


-¿Aló, aló? ¿Mamá? Ya estoy a salvo. Sí, sí, lo hago apenas salga de acá. ¿Y el abuelo? ¿Anda bicicleteando? Cuando llegue a casa, dile que le debo una. ¡Noo! ¡No lo maté otra vez! ¿Cómo se te ocurre que voy a hacer eso? ¡Ya! ¡Nos vemos a la tarde! ¡Chaooo!

-¡Ja ja ja! ¡Que bien que lo pasé! ¡Y cayó chanchita la mina! ¡Ja ja ja!

-Ahora, a depositarle los dos millones de pesos a mi vieja y… ¡El dinero! ¿Dónde mierda está? ¡Me robaroooon! ¡Mamaaaaa!












Texto agregado el 19-06-2019, y leído por 70 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
19-06-2019 Jajaja! Si eso sucedió durante un corte, como piensa Magda, será mejor que Klio que se olvide de las camaritas. Piedra libre! Saludos Clorinda
19-06-2019 jajaja que giro más inesperado.. Un abrazo, sheisan
19-06-2019 —Me ha pasado, pero con diez personas dentro del ascensor. Quedo pensando que si me hubiera ocurrido igual como en este entretenido cuento, posiblemente yo hubiera hecho lo mismo y también me habrían robado la billetera. —Saludos y abrazos. vicenterreramarquez
19-06-2019 jajaja. Me encantó. Muy bueno gui, no sé que más hubiera pasado si los agarraba el apagón de Argentina. Felicitaciones amigo. Besos. Magda gmmagdalena
19-06-2019 Qué buena escena, y los giros que le das según la psicología de los personajes. Excelente, y el final me hizo reír mucho. Vaya_vaya_las_palabras
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