Rebaños
sometidos
alucinados
persiguiéndose
unos
a otros
para que la idea que brilla en la testa del otro se transfunda en la del que lo sigue y que eso se replique en miles de cerebros que adorarán ese regalo que pareciera darles sentido a sus vidas,
obedeciendo
a los
ovejeros
que
tienen
el
propósito
de
abigarrarlos, formar una masa homogénea que no discurra y que las ideas liberalistas que vuelan como moscas, sean espantadas de algún modo porque molestan, son ponzoñosas, pueden provocar la dispersión
y
surgirán
tantos
ovejeros
como
rebelde
se
transforme
el
rebaño
y les harán escuchar pegajosas melodías, el jingle de las ovejas, ametrallarán sus inertes pupilas con una infamia de colores que les parecerá la felicidad
y
las
ovejas
continuarán
unidas
como
un solo
vellón
felices
inertes
hasta que alguna descarrriada rompa el grupo y destruya los paradigmas del cerco y huya desenfrenada mientras el resto la persigue con la inercia de los que jamás tuvieron la voluntad de ser ellos mismos.