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En mi cuidad todo está definido por el largo de los brazos y la fuerza de las manos. El cuarteto de extremidades da savia a cada ser vivo, y también a lo muerto o ya extinto. En el centro de la cuidad fue levantada y aún se sostiene, con no pocas grietas, la más grande y bella de las casas. Para su construcción se necesitaron los brazos más largos y las manos más fuertes, una selección de lo más amorosos de nuestro pueblo. Su morador debiese ser, al menos ante los ojos más sanos e ingenuos, el de la más alta motricidad fina, gruesa y todo aquello relacionado con los movimientos de estas tenazas con amorosos dedos; y claramente no podemos olvidar el obvio requisito, largos brazos y fuertes manos. Nuestro problema, que se repite como las estaciones del año, es que cada cierto tiempo un manco entra sin permiso a la céntrica casa, se roba las llaves y luego cambia las chapas. Entre los suyos cobija manos mercenarias que día a día despiertan con dedos y brazos más cortos, pero para hacer su misión más detestable, injertan trozos de madera y alargan sus extremidades de palo en palo. Durante el día, por deporte, asoman sus prótesis por los marcos de las ventanas y golpean a quien se atreva a pasar por delante de la fachada del ya no tan grande palacio. Mis amigos me han contado que algunos previsores se han escondido para no sufrir la pérdida de parte de sus cuerpos, otros han optado por salir a la calle escondiendo sus manos entre pulseras y guantes. Ya han pasado años sin que vuelvan a sacarlas. También he sabido de osados que han decidido no esconder sus manos sino mostrarlas ante quien quiera y quien no quiera mirarlas, y de estos buscan sus ojos armados de metales preciosos, amorosos, llaves maestras. Con ellas llevan años intentando abrir las chapas; sin mayor resultado. No bien es probable el éxito en la misión emprendida por estos manudos, metaleros, llaveros, el estado actual de nuestros legítimos otros es el siguiente: nuestros hijos ya nacen mancos y contra eso solo queda tocar y tocarnos. Temo que nadie sabe bien como hacerlo, hace mucho ya que se la práctica, pero tendrán que llegar más cerrajeros, más manudos, y sino ser nosotros mismos quienes con dedos de pianista logremos revertir los procesos naturales; como usando la muela del juicio, o dándole utilidad digestiva al apéndice.

Texto agregado el 29-09-2004, y leído por 288 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
10-09-2005 Bien raro, pero entretenido. peterparkeado
 
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