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Al buen amigo Federico le costaba un poco de trabajo iniciar una conversación incluso con las mismas compañeras de nuestro grupo de preparatoria. Es un poco tímido decías entre ellas. Me atrevo a afirmar que nunca le conocí una amiga confidente y menos una novia. Sé que le gustaba Carolina Rentería y en su momento, yo fui cómplice de esos primeros intentos de conquista.
Años después coincidimos en un evento social, me dio mucho gusto volver a verlo y saludarlo, hablamos de diversos temas, de nuestras familias, del equipo de sus amores el Necaxa, de cuando me enseñó a jugar ajedrez, de cuando los dos estuvimos en al hospital por sendas caídas en una competencia ciclista, de cuando jugamos juntos en los equipos de futbol de la liga intermedia el Poza Rica, A.C., y más tarde el Morelos, y por supuesto de su amor imposible, Carolina.
Preguntamos por un lugar en donde hubiera menos ruido, el amable mesero nos sugirió la terraza del lugar, les va a gustar, nos dijo. Ya cómodamente sentados y con una vista de la ciudad espectacular, en un momento de la conversación y ya con varios whiskys en la cabeza, preguntó.
- ¿No crees que todos deberíamos tirar algo cada verano?, –Y de inmediato agregó-, ¿tú que tiraste?.
Confieso que no me esperaba esta clase de pregunta. Hurgando rápidamente en mi memoria, no logre recordar algo en ese momento.
- No lo sé, contesté.
Se dio cuenta que no estaba preparado para una pregunta un tanto personal, para darme confianza y motivarme a entrar en charla, agregó.
- Yo tiré la nostalgia. –dijo-, si, la nostalgia para borrar los malos recuerdos y dar paso a los mejores tiempos recientes.
- ¿y ahora de quien se trata?
- ¿Cómo sabes de que se trata de una mujer?
- Tu semblante y tu mirada al horizonte te delatan. Al ver al infinito, hay algo de ti mismo en fuga –le dije-.
- Vámonos, cuéntame de ti, -dijo-. Intentando cambiar de tema.
- Se molestaron y seguramente fue tu culpa –insistí-,
- ¡Va!... si ni siquiera la conoces.
- Es cierto, pero te conozco a ti.
- Ahora resulta que me conoces a fondo, -señaló en tono de burla-.
- No lo suficiente, pero lo necesario para reafirmarlo.
- Estas equivocado. Me contestó.
Tras su prolongado silencio decidí levantarme para marcharme.
- Espera, espera…
- Vamos, tú iniciaste esta conversación.
- Tú sabes, -me aclaró-, que soy una persona dedicada en cuerpo y alma a mi trabajo, No busco fama ni reconocimiento alguno, pero en Guadalajara, en la oficina de permisos para la construcción de obra, me encontré a una mujer agradable que en todo momento me facilitó el trámite. Ella de tez blanca, de aire intelectual, tenía en los ojos la luz de quien busca a la vida su mejor lado. Tuve oportunidad de invitarla a salir y acepto. Desde entonces mantengo un dialogo permanente con ella.
- Debe de ser una mujer muy hermosa.
- Lo es, además elegante e inteligente.
- Debo de darle el visto bueno, -le dije en tono de broma-
- No necesito de tu aprobación.
- Reí de buen agrado.
El lúcido mesero sin preguntarnos nos acercó dos bebidas más, agregando: “cortesía de la casa”. Le dimos las gracias. Prolongamos nuestra plática con diversos temas más. Regrese al tema de su cuasi conquista. Con ironía volví a preguntar.
- ¿Oye, entonces cuando me la vas a presentar?
La implacable fonética mexicana hizo su aparición.
- ¡Ah que bien chingas!. - Me dijo- ,
Al mismo tiempo que alargaba su mano para tomar su vaso y beber otro trago. Mientras yo volví a reír a carcajadas.


Texto agregado el 12-08-2019, y leído por 80 visitantes. (0 votos)


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