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La piedra.
La historia que voy a contarles sucedió hace mucho tiempo, contaba solamente con cinco años.
Mi familia era de origen portugués y gallego, mi madre era oriunda de Portugal y mi padre de Galicia pero yo nací en Uruguay.
Éramos muy pobres, como la mayoría de los inmigrantes de aquella época pero mi padre no dejaba que faltara ni la comida ni la casa, que pagábamos gracias a que él era chófer de tranvías y mi madre, modista.
Recuerdo ese día particularmente porque al día siguiente cumpliría seis años y me sentía todo un hombre.
Mi padre me dijo lo siguiente:
___Felipe, quiero que te acuestes muy temprano porque mañana es tu cumpleaños y te tengo una sorpresa por eso quiero que te levantes antes, que te bañes y que tu madre te vista con tu ropa de domingo, aunque sea sábado porque vamos a salir los dos.
A las ocho de la noche estaba durmiendo, muy entusiasmado pensando en la sorpresa que me daría mi padre y al día siguiente me desperté antes que nadie en la casa.
___Feliz cumpleaños, Felipe, me dijo mi madre dándome de regalo una bolsa muy grande llena de bolitas de colores, de las de vidrio, de esas que los niños de esta época ya ni conocen por estar pasadas de moda debido a las computadoras y sus juegos pero que en mi época eran el tesoro de todo niño.
Estaba tan contento que me olvidé de lo que me había dicho mi padre pero al verlo supe que tendría que vestirme muy rápido.
Mi madre me baño y me vistió con mi pantaloncito corto, mi camisa blanca, mis zapatos de charol mis medias blancas y los tiradores para no perder los pantalones debido a que era muy flaquito.
Luego me peinó con la raya al costado y con aquel jopo que tanto me gustaba, dejando ver la pulcritud de mi cabeza recién lavada.
Así de elegante, salimos, mi padre y yo, sin saber hacia dónde íbamos, pero me dijo que tuviera paciencia, que pronto llegaríamos y así fue y tal fue mi sorpresa que me abracé a las piernas de mi padre cuando me levantó para subirme a algo que siempre había querido subir pero que él nunca me llevaba debido a que era su trabajo y con el trabajo no se juega como lo supe más tarde.
Mi alegría fue total al verme dentro del tranvía el cual mi padre manejaba con destreza pero ahí no terminaba mi sorpresa, al darme vuelta para contemplar más detenidamente aquél monstruo de hierro, veo en cada asiento sentados sin hacer el menor ruido, a cada uno de mis amigos, los del barrio, que habían sido invitados por mi padre para acompañarme el día de mi cumpleaños, recorriendo la ciudad todos juntos.
De más está decir que todo esto era gracias a su patrón, que conociéndonos desde mucho tiempo quiso que mi padre me llevara a pasear ya que otro regalo no podría darme.
Ese fue el cumpleaños más feliz que recuerdo, luego de pasear por la ciudad, mi padre repartió a cada uno de mis amigos y me llevó a casa.
En ese paseo conocí la ciudad que me maravilló tanto y de la cual jamás me fui.
Lo que aún no les he contado es una manía, por decirlo así que tengo desde que era muy pequeño y por la cual mi madre tantas veces se enojó, siempre me agradó levantar objetos brillosos los cuales guardo en mis bolsillos, puede parecer una tontería pero no lo puedo evitar sólo que antes, cuando era chico levantaba cualquier cosa y eso era lo malo, mis bolsillos vivían llenos de chicles o caramelos que otros tiraban.
Aunque ese día fue distinto, ni bien mi padre me bajó del tranvía, vi algo que brillaba en la calle y me agaché sin que me viera y lo guardé en uno de mis bolsillos del pantalón.
Al llegar a casa antes de que mi padre o mi madre se dieran cuenta, lo saqué y lo guardé en un lugar secreto donde nadie sabía que ponía mis tesoros, un caballito de madera en el cual solía columpiarme.
Antes de guardarlo, lo volví a mirar, era una piedra muy rara de color verde muy brilloso recortada con aristas perfectas.
La limpié con la manga de mi pijama y la guarde junto a mis otras piedras aunque ninguna se parecía a ella.
Nunca se lo dije a mi madre, por temor a que me retara, a ella no le gustaba que juntara cosas de la calle.
Me fui a la cama y como todo niño, al día siguiente ya me había olvidado de la bendita piedra… hasta ayer.
Ayer mi hijo cumplió cuatro años y mis padres vinieron a visitarnos, y aún no lo puedo creer, mi madre le trajo de regalo el caballito que otrora fuera mío, pintado y hecho a nuevo con el cuál Felipito saltaba de la alegría pero además me entregó algo en un estuche que aún no salgo de mi asombro… la piedra que tantos años antes había atesorado en ese mismo caballito y me la entregó diciéndome lo siguiente:
___Mi querido hijo, cuando tuve la idea de mandar a arreglar el caballito para tu hijo, no sabía con lo que me iba a encontrar pero cuando la vi lo supe, aquella piedra era una esmeralda legítima, la llevé al joyero Samuel, el de la esquina de casa y él me lo dijo, vale mucho dinero y creo que deberías conservarla o venderla, como más te guste, sé que siempre renegaba porque guardabas cosas pero esta vez estás perdonado, jajaja
Tomé la piedra que me trajo tantos recuerdos y hoy voy camino a la casa de mis padres pero antes debo pasar por lo de Samuel, el joyero, debo pedirle algo.
Después de salir de la joyería, ahora si voy a ver a mis padres.
___Mamá!
___Qué pasa Felipe que gritas tanto?
___Mamá, te traje algo…
Y se lo di… un colgante con una enorme esmeralda, no veo lugar ni persona que se lo merezca más que mi madre, gracias a ella y a mi padre es que soy lo que soy digno hijo de los dos.
Omenia 20/7/2015




Texto agregado el 15-08-2019, y leído por 171 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
23-08-2019 Mi corazón dio un golpe. Qué hermoso reconocimiento ese se hijo.. Hermoso cuento Ome querida. Un abrazo, sheisan
19-08-2019 Tus historias son tan humanas y bien narradas...suelen tener un final ejemplar muchas de ellas. Te quiero, Ome!!! MujerDiosa
17-08-2019 Tiene mucha magia tu escrito. Se ve todo tan nítido que parece que estuviera viendo una película. Un abrazo. guidos
16-08-2019 Encantador texto Ome, que retrotae a la más tierna infancia de cada lector. Martilu
16-08-2019 Desde el comienzo de tu historia me sentí maravillada (el nombre Felipe es muy especial para mí) me pareció ver a Felipe en cada una de las partes de tu relato, un relato tan bien contado, amistoso y simple. Me encantó. Realmente escribes muy, muy lindo, querida. gsap
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