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Inicio / Cuenteros Locales / Vaya_vaya_las_palabras / Oh gatito

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Nos conocíamos lo suficientemente bien como para decirnos cualquier cosa; por eso, de alguna u otra manera, más tarde o más temprano, yo quería confesarle mis verdaderos sentimientos. Lo mejor hubiera sido mirarla a los ojos y decirle Camila, desde hace un tiempo hasta hoy, sobre todo hoy, en este preciso momento... Sin embargo no estaba dispuesto a completar esa frase sin antes mostrarle una flor, o cualquier símbolo vivo que la conmoviera, que la ayudara a develar su verdadera sonrisa (el manantial cristalino que es su boca) y esa luz en la mirada largamente guardada.

Para tal fin decidí fijarme una fecha límite; el sábado siguiente, mi día D. Ya había encontrado una perfecta y perfumada, ideal rosa roja. Cuando salí de la florería, entusiasmado y optimista, sabía que en el crepúsculo Camila estaría en su balcón dibujando o leyendo a Paul Auster, un autor que nos había acercado en su momento. Sobre todo con su Trilogía de Nueva York, cuyo último capítulo leímos con Camila en el sillón de su casa, felices y como yéndonos a la deriva bajo la luz de una lámpara.

El balcón de Camila era un lugar especial; tenía orientación oeste y estaba justo encima de un pequeño y muy hermoso jardín, que ella adoraba. Para protegerlo en el estío, había plantado un árbol altísimo. Y fue algo extraño encontrar a Camila en ese sitio y a esa hora, donde las sombras se acentuaban por la abundancia de follaje. Estaba visiblemente preocupada, casi nerviosa. Y verla en ese estado me preocupó de inmediato. Porque además de mirar hacia el ramaje más alto, su voz ansiosa llamaba a alguien, repitiendo y repitiendo la misma palabra, mish, mish, mish, mish... Entonces, un poco confundido, me acerqué a Camila por la espalda.

Pero antes tuve un rayo de lucidez. Era mejor esconder la rosa roja en un lugar adecuado. En el jardín había varios arbustos, y en su proximidad ni un solo sendero de hormigas. Me agaché, escondí la rosa entre las hojas de una azalea frondosa y entonces sí, me acerqué a Camila por detrás. Cuando pronuncié su nombre, la vi girar y quedarse asombrada. Aún así, estaba hermosa con ese vestido blanco. Me dijo que mi presencia nunca había sido tan oportuna, me lo dijo sin bajar los ojos de la altura de las ramas. También estaba descalza y casi en puntas de pié, mientras su dedo índice se elevaba señalándome algo. En ese momento no había para mí cosa más imortante que ayudarla.

Hubiera preferido que Camila me diera más explicaciones, pero los maullidos que llegaban desde una gran altura eran evidencia suficiente para actuar con urgencia. Pregunté si no había una escalera y Camila me dijo que sí, pero no tan alta, y agregó que por favor me diera prisa porque el gatito era medio loquito, capaz de tirarse al vacío en cualquier momento. Al prestar más atención, noté que aquella manera de maullar, tan aguda e insistente, efectivamente pertenecía a un animalito con pocas semanas de vida. Camila ya se mordía las uñas. «Es de mi hermana», dijo, con una voz que parecía mas bien un pedido de disculpas a punto de quebrarse.

Puse manos a la obra. Hice un primer intento para trepar el árbol, pero nada. Después otro, y otro, y otro, siempre con el mismo resultado. De repente los ojos de Camila se agrandaron, seguramente había visto al gatito al borde de una rama. Recordé que los felinos caían indefectiblemente en cuatro patas. Tal vez desde aquella altura a lo sumo el gatito podía quebrarse solamente una. Después lo llevaríamos al veterinario; pero conociéndola a Camila, podía imaginarme su sentimiento de culpa, porque el gatito no era suyo y lo habían dejado a su cuidado.

Entonces hice un nuevo y grandísimo esfuerzo. Y por fin quedé colgado de la primera rama, con el costoso dolor de una gran astilla hundida en la mano. Casi me tapo la boca para no gritar, para no perturbar aún más los ojos de Camila que seguían fijos en un punto más alto. Ella quería tener al gatito entre sus brazos lo antes posible, y yo la astilla afuera de mi mano. Sin tiempo para más lamentos, seguí subiendo rama por rama, cuya madera resinosa me hacía resbalar. Y miestras más subía, mayor penumbra me rodeaba. ¿Cuántos metros había trepado? De pronto escuché miauuu miauuu justo al lado de mi oído. Extendí la mano y el gatito se me prendió con todas sus uñas, mientras desde el suelo Camila me preguntaba si ya lo había encontrado.

Lo envolví en mis manos y me senté en una rama para descansar un poco. Al rato le avisé a Camila que lo había conseguido. La oí estallar con un gran ¡¡¡te quiero!!! Tal vez me lo decía a mí, o tal vez al gatito. Aunque en ese momento yo solamente miraba los ojos de ese pequeño manojo de pelos, mientras intentaba deducir cómo algo tan chiquito había conseguido trepar tan alto. Sus uñitas era afiladas pero con eso no le hubiera alcanzado para subirse ni a un sillón. Entonces, sin querer, vi el balcón de Camila a cierta distancia, y también las ramas que lo alcanzaban. Ahí estaba la respuesta. El gatito también miraba conmigo las luces de la habitación que seguían encendidas. Adentro todo estaba en orden, como siempre, con ese toque femenino tan particular. Incluso me sorprendió ver arriba de la cama, como si recién lo hubieran puesto ahí haciéndole honores y todo, un enorme ramo de flores. Agache la cabeza. Me dije ufff, qué bárbaro, qué altura de locos. Y aunque el gatito me miraba y maullaba, arañándome de nuevo sin querer, yo no sentía nada, ni la voz de Camila, tampoco la astilla que todavía tenía clavada.

Texto agregado el 20-08-2019, y leído por 227 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
23-08-2019 Un lindo gatito, pero, debio dejarselo arriba del arbol e irse, y que se suba el otro Ja ja muy bueno, muy buen final. jaeltete
22-08-2019 Coincido con Gui,es un muy bello cuento donde pienso que ese gatito ,se convirtió en un puente mágico,tal vez ya no necesites la rosa,de todos modos falta un final que deje a los que te leemos inundados de amor. Esperaré por ello,el cuento me hizo vivir todo***** Un abrazo Victoria 6236013
20-08-2019 Vaya vaya con ese gatito! Las cosas que hay que hacer por una mujer! Hubiera sido mejor obsequiarle las flores de entrada. Me gustó tu cuento aunque el final solo Dios lo sabe. Clorinda
20-08-2019 Ese cuento necesita una segunda parte. Lo digo por los misterios que quedan flotando, como ese ramo de flores que puede delatar a otro admirador que ya ha ganado terreno en el tema de la seducción. Pero en fin, el personaje vive más de presunciones que de realidades, que para eso tiene la espina clavada en su mano, sumada a la espina de la intriga. Me gustó este cuento,muy a tu estilo. Un abrazo. Guidos
20-08-2019 Sos un romántico, sensible y adorable. Me gustó mucho este cuento,sólo que como Helenluna también esperaba otro final, aunque el autor es quien manda. MujerDiosa
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