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Inicio / Cuenteros Locales / Mauric / El pájaro desgarbado (completo)

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En un gallinero, bajo un frondoso palo de mamón que estaba en un gran solar, cada nuevo día un solitario gallo cantaba, recibía contestaciones de otros gallos cercanos, pero eso en vez sentir alegría, lo que sentía era una profunda tristeza, pues tener amigos es lo que más él quería.

Su dueña era una viejecita que había hecho un reducido gallinero, o más bien encierro para su despertador emplumado, lo había criado desde que era un pollito y le puso el nombre “Gallopinto”, pues el gallito tenía algunas pequeñas manchas oscuras color café sobre su blanco plumaje.

Una mañana, mientras la viejita le daba de comer granos de trigo, llegó un pequeño pájaro, el gallo lo quedó viendo con desconfianza y el pajarito no dejaba de picotear y tragar los granos que en el suelo estaban, la viejita arrojó más trigo y el gallo se los embuchó con rapidez, pues no quería compartir su alimento con el extraño visitante que, aparte de no haber sido invitado, lucía muy descuidado, sus plumas estaban todas desarregladas.

–Qué facha tiene este –pensaba el gallo– en cuanto se me acerque lo picoteo.

El pájaro lo quedó viendo como leyendo sus pensamientos, luego, echando a volar, se fue del lugar, pero el confiado pajarito todas las mañanas llegaba a comer, tomaba agua del recipiente del gallo y hasta se bañaba en él. Así, con el tiempo, el gallo se acostumbró a su presencia y ambos se hicieron buenos amigos.

Un día, la viejita al descuido, dejo el gallinero abierto, Gallopinto aprovechó para andar, junto con su pequeño amigo, por todo el gran solar buscando cucarachas entre la leña y rascando el suelo para atrapar algún otro escurridizo insectos o gusanos para merendar.

En las altas ramas del mamón, se escuchaban las bandadas de chocoyos y de Zanates, pero un canto en particular llamó la atención del pájaro; era un trino melodioso, una linda tonada que nunca había escuchado, era un Cenzontle que cantaba armoniosamente para llamar la atención seguramente a alguna pájara.

Nuestro pajarito, habiendo escuchado por tanto tiempo el cato desentonado y ronco de su amigo gallo, este canto le parecía algo celestial, quedó embelesado mientras escuchaba. De pronto un estruendo interrumpió el trinar ¡Quiquiriquiiiii! Haciendo que el Cenzontle se fuera del lugar y sacando de su estado hipnótico al pájaro desgarbado que con los ojos bien abiertos notaba como su amigo lo miraba con extrañeza.

Desde ese día el pajarito comenzó a practicar tratando de imitar el canto del Cenzontle, pero no le salía ni una sola tonada melodiosa, hasta parecía que era un pequeño gallo, ¿será él también un Cenzontle? Sus plumas alborotadas y descoloridas no dejaban notar su verdadera identidad. ¿Dónde estaban sus padres? Al parecer desde muy temprana edad se había caído del nido y anduvo solo buscando la vida.

De nuevo Gallopinto fue puesto en su gallinero por su dueña, pero lo bueno es que siempre tenía la compañía de su amigo que ahora no paraba de emitir sonidos queriendo cantar de buena manera; ¡Quiquiriquiiiii! Le contestaba Gallopinto creyendo que el pájaro pretendía ser otro gallo.

Un día, mientras desayunaban, se escuchó nuevamente en las ramas altas de árbol de mamón, el trino melodioso del Cenzontle. El pájaro desgarbado alzó vuelo y se posó en una rama cercana al cantor para escucharlo mejor, al callarse éste, el pajarito intentó imitarlo, esta vez sí lo logró y de su gaznate por fin salieron trinos melodiosos, cantó y cantó con entusiasmo y belleza opacando a su adversario de tal manera que muchas pajaritas llegaron al escucharlo, algunas, las más atrevidas, se le acercaron tanto que hasta comenzaron a acicalarlo dejando su plumaje arreglado, se veía todo engalanado y por su canto ya era afamado. Se fue volando lejos de su amigo Gallopinto, pasaban los días y no se le veía llegar por el gallinero.

Nuevamente el gallo quedó solo, ya ni ganas de comer le daba, ¡Quiquiriquiiiii! todos los días cantaba y a cada rato, pero no obtenía contestación más que la de un sapo. Se alegraba al escuchar cantar a algún Cenzontle, pero su tristeza era evidente al notar que no se trataba de su amigo, flaco se puso, hasta enfermo parecía y así siguieron pasando los días.

Pero uno de esos días apareció el pájaro, lucía igual que como cuando se fue; sus plumas estaban desarregladas, llamaba a su amigo, su canto no sonaba tan melodioso, al parecer había enfermado y por eso había regresado. Se posó en medio del gallinero, miró a su alrededor, solo plumas pintas había notado, presintió que algo malo ahí había pasado.

Llegaba todos los días, como antes era su costumbre, pero sin tener éxito por ver a su amigo, pobre gallo había desaparecido, seguramente dentro de una porra bien hervido. Un día que llegó al gallinero se quedó por más rato, asombrado por ver que, en lugar de su amigo, el que estaba era un pato. Éste lo quedó viendo con extrañeza y con un ¡cuac! lo saludó, el pájaro le dio la espalda y alzando vuelo ahora fue él el que desapareció.

Moraleja: Valora a los amigos y no a los que te adulan.
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Email: valdezmauricio95@yahoo.com
www.cuentosnicaragua.blogspot.com

Texto agregado el 25-11-2019, y leído por 84 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
25-11-2019 ME GUSTÓ!! Shalom amigazo Abunayelma
 
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