Es el México donde el pantalón femenino incomoda y el señor de los camotes emite con algún tipo de corneta el ruido que llama a los clientes si con leche o azúcar. Un México que se vive en la mente de otro, con edificios viejos e historias de una niñez que no se tuvo. Son las batallas del hombre cuando se interna en otras vidas para encontrar la propia, y luego pasa que nos perdimos… vaya usted a saber porqué y por quién, que de perder todos sabemos un poco.
Quisiera ser cada uno de sus personajes, digo a Emiliano mientras leo sobre sus desiertos para volver a aquellos callejones donde el vecino y familia conviven alrededor de unos naipes o lotería, justo en el centro de la calle. De allí sobresale Elena que esconde la femineidad del cuerpo para conservar el cajón de bola firme al suelo porque es cosa de que no falten los centavos en casa. Andarme al zócalo para escuchar a los chavos de la universidad o ver al mimo. Luego allá la casa de la maestra. Por allá donde el hombre guardó esa imagen de amor inocente como los niños.
RH