Es tanto el tiempo que llevo,
tratando de cruzar la barrera de tu corazón metálico,
buscando vestigios de humanidad,
tratando de entender tus símbolos lejanos.

Mis miedos nunca los supiste,
ni pretendiste siquiera alguna vez retener parte de mis sueños,
sin embargo te diste el tiempo de apilar
varias de tus cruces en mi espalda.

El destino une aquellos senderos que intenté inventar,
con los tuyos,
esos con los que intentaste escapar,
y la vida nos pone frente a frente
y por mas que trato,
mas allá de tus ojos nunca pude llegar.

Señora,
un día estuve navegando en tu torrente,
cuando tu piel era joven y tu pulso sereno.

Ahora camino al borde de tu orilla,
siempre cuidando de no tropezar
con tus montañas de hielo eterno.