¿Qué necesito para volar?

Para deslizarme por el azul inmenso, para vivir congelado en el aire por un momento fugaz.

¿Es acaso suficiente un tubo de metal?

¿Es una afronta a la física, una estatua plateada de un ave perfecta suficiente?

¿Es quizá suficiente una droga al malograr?

¿Un humo agridulce, un pedazo de cartón entre los dientes para sonreír y olvidar?

¿O quizá tan solo necesito mi imaginación?

¿Mi imaginación estancada como un pozo insalubre, hermoso y brillante bajo la luz del atardecer?


"¿Qué necesito para volar?" Me pregunto mientras levanto la cabeza. Mis ojos encuentran el avión sobre mi con la misma seguridad certera con la que un condenado a muerte encuentra el paredón. Fulgurante, fugitivo, se aleja a una velocidad tremenda y terrible, tan rápido que cruzará el firmamento en cuestión de minutos.


A fin de cuentas, volar es solo un sinónimo.

Correr.

Gritar.

Cambiar.

Volar.


Quizá morir, quizá matar.