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La prostituta extiende el brazo.
El taxi se detiene
El rostro recargado de maquillaje asoma al interior.
—Hola, guapo, necesito ir al centro.
¿Te puedo pagar con un servicio?
—No, señorita, no tendría cambio para darle.
—Ja, ja, ja....
Muy simpático ¿Qué dices?
El hombre tamborilea en el volante.
—Igual estoy dando vueltas y no sube nadie.
Vamos, la llevo gratis.
—¡Ay, qué lindo!
—La prostituta sube al asiento del copiloto.
El auto parte—.
¡Eres un ángel!
—Nada de eso.
Yo sólo...
—El taxista le dedica una breve mirada y vuelve a concentrar su atención en el camino.
Sonríe—.
Sólo digamos que soy un buen samaritano.
—Sí, claro.
Pero, oye, no quiero que creas que soy una aprovechada.
Vamos, te pago.
—Una mano de uñas largas y rojas se posa en el muslo del conductor.
La otra se introduce en el bolso que trae sobre la falda—.
Acá tengo muchos preservativos.
—Señorita, no quiero ser grosero, pero estoy conduciendo, podemos chocar.
Y, de verdad, no hace falta que haga nada.
—Vaya, eres todo un caso. ¿Gay?
—¿Ah? Ja, ja, ja...
No, soy casado.
—¿Y? Casi todos lo son.
—Bueno, yo no sé de los demás.
Pero yo estoy felizmente casado.
—¡Vaya!
¿Siempre has sido un hombre tan ejemplar?
El taxista suspira, sin apartar la vista del camino.
—No, señorita, no siempre fui tan "ejemplar".
—¿Me quieres contar?
Soy buena escuchando.
Es parte de mi trabajo.
—Bueno, cuando era joven fui muy estúpido.
Hice algunas cosas malas.
—¿A alguna muchacha?
La voz del hombre sale enronquecida.
—A la muchacha más buena del mundo.
Le arruiné la vida.
No he dejado de arrepentirme un solo día. Pero ahora he cambiado Ahora tengo una hija.
Ella tiene la misma edad que tenía esa muchacha entonces.
No me gustaría que nada la hiciera sufrir.
—Entiendo.
—La mano sale del bolso. Oye, cambié de opinión: déjame acá, por favor.
—¿Segura?
Yo no tengo problemas con llevarla más allá.
—Sí, segura.
—Bien.
Oiga, ¿está bien?
—Sí, guapo, gracias.
Y mucha suerte.
—Gracias.
Igualmente.
La prostituta desciende del vehículo, que parte y da la vuelta a la esquina.
Cuando se ha alejado lo suficiente, deja de reprimir su llanto.
Vuelve a meter la mano al bolso, extrae el arma y la arroja a un montón de basura tirado en la vereda. Finalmente, no pudo vengarse del hombre que tanto daño le hizo alguna vez.
Llora con fuerza, de manera convulsiva.
Perdonar también duele.
El auto reaparece por el otro lado de la calle, a toda velocidad.
El taxista saca un arma y dispara al pecho de la prostituta.
Ella cae de rodillas.
Lo último que ve es la mirada de triunfo de él.
La había reconocido, claro.
—¿Querías matarme?
¡Yo te mato a ti!
¡Toma tu cambio, perra!
La prostituta se desploma en la vereda.
Todo se oscurece.
Morirá tirada en la basura, piensa.
Sí, perdonar puede ser muy malo, nunca lo hubiera pensado

Texto agregado el 20-04-2020, y leído por 70 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
21-04-2020 El taxista no había cambiado...seguía siendo el mal tipo que llevo su afán destructivo hasta las últimas consecuencias, me hubiese gustado que hubiese terminado estampando su vehículo y su cerebro contra el muro de una catedral. ELISATAB
21-04-2020 Un trabajo con un final inesperado; logras la tensión necesaria para entretener al lector; muy bien. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
 
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