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Inicio / Cuenteros Locales / Alek_Estrellas / Los ojos melancólicos del chico de piedra

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Querido U.
Si tan solo te hubiera dicho “te amo” más veces, sí solamente no te hubiera negado… Todo sería tan distinto. No dejo de dar vueltas en la cama, preguntándome qué estarás haciendo, si estarás con alguien más, si al fin has conocido los placeres de carne que por una u otra razón nunca te pude conceder. Me pregunto si tus labios besaran otros labios o si solo son divagaciones de este corazón roto que en ausencia de aquello que lo hacía latir se ha vuelto un paranoico que es mejor no molestar ni hacer caso a lo que dice. Mi corazón siempre ha sido una cosa… digámoslo así, tonta. Tú lo sabes mejor que nadie, tú que has conocido a este corazón en cada una de sus etapas, en cada uno de sus momentos, hasta en aquel en que la tormenta lo aquejo y los truenos se disipaban en mi boca y salían a la luz del día placido y eterno de un verano que nosotros osábamos llamar amor, lo oscurecía muy a mi pesar, lo volvía como la tormenta de mi interior y aquella tormenta se te contagiaba, entraba por tu boca y dominaba tu corazón, pero solo lo raspaba, raspaba la parte donde mi nombre estaba grabado a fuego, con hierro, y parecía que no estaba soldado del todo; se comenzó a raspar y con el tiempo se fue desgastando y, un día en que el río lleno tus ojos, en que una frontera se desplego bajo tus pies, cayo y el agua se lo llevo, y nunca, nunca más pudiste recuperarlo.
¿Cuántas veces no me investigue, no me eclipse a mí mismo para no traer la tormenta a nosotros? ¿Cuántas veces no quise que te fueras? Pero mírame ahora… solo quiero que vuelvas, que seamos nosotros de nuevo contra todo lo que sea este mundo. ¿Acaso es demasiado pedir que se recicle el amor? Claro que es un gran pedir… Hasta la luna me mira con compasión y con sorna. Me siento tonto, pero todo esto es por tratar de que vuelvas, aunque he de confesar que no sé qué haré en caso de que vengas a mí, cómo haré para no indagar en lo que paso en este tiempo que no nos hablamos a diario con la voracidad del fuego eterno que nos solía consumir a ambos.
¿Es tonto que me siga lamentando a diario porque te fuiste? ¿No rayo acaso en lo ridículo cuando lloró por ti en cada una de las noches con luna? Me dolería que, cuando leas esto, creas que soy solo uno más de aquellos tontos que se mueren por un amor imposible; no soy ningún tonto, y no considero esto imposible más si perdido.
¿Qué tan malo es desaparecer bajo los pliegues de la luna que nos observa con horribles ojos eternos llenos de la historia pasada y futura más nunca presente pues el presente es solo la licuación de nuestros sentidos? ¿Acaso la luna me aceptará en su seno si me cobijo en mi dolor? ¿Sobreviviré a la ausencia de la poesía?
No lo sé…

Te quiere:
K.

***

K.
No sé , en verdad, qué parte del dolor es tu favorita, y no he podido evitar mientras moría de risa leyendo y releyendo tu tonta carta que más una declaración de amor vigente parece el chiste mal contado de un payaso deprimido.
¿Por qué no te licuas el cerebro de una vez junto a los sentimientos que, según tú (con aquella filosofía barata), forman el presente? Me harías un gran favor si tan solo te fueras de este mundo. Y tranquilo, pasaras sin pena (ni gloria) por esta tierra. ¡Nos harías un gran favor a todos nosotros! Y no te preocupes por mí, mon amour, T. me cuida mejor que tú, me da todo lo que tú nunca supiste dar. ¡Me hace el amor tan bien! Si vieras los gritos que pongo al cielo, si sintieras cómo mi cuerpo se tensa en cada una de las embestidas… Amarías ver mi cabello sudoroso pegarse a mi rostro, mis ojos que se ponen en blanco en algunos momentos… Te volverías loco con la sonoridad de mis gemidos y con las plegarias que lanzo al Dios egoísta cuando alcanzo la luz de aquella eternidad y gloria fatalista del limbo humano.
Pero no solo es el sexo, es todo de él. Es infinitamente mejor que tú, y ya deberías saberlo.
Eres un fracasado que nunca supo amarme.


Atentamente:
U.

***
Mi muy estimada señorita Y.
Usted no se podría imaginar la tormenta que ha aquejado a mi casa desde hace unos meses. Es horrible lo que el humano hace por amor; se transforma por completo… Y ver a mi hijo transformado totalmente por… agh, de tan solo recordarlo el estómago se me revuelve y clama por la piedad de mi memoria detallada. Quisiera haberme quedado sin ojos para no ver el terrible deceso de mi hijo mayor; la enfermedad. Si usted viera… ¡Trajo la vergüenza a la familia! Nuestra estirpe estará marcada dolorosamente con aquellas espinas terribles, y no hablo de manera metafórica:
Primero se quedó postrado, delirando de fiebre; después comenzó a vomitar un líquido negro, oloroso a putrefacción, y entre este líquido habían pequeños huesitos y cadáveres de mariposas. Una mañana, cuando iba a ver cómo estaba, lo encontré cubierto de pies a cabeza con espinas, ramas y ramas de espinas secas que se le engarzaban al cuerpo dando vueltas para aprisionarlo de todas partes. Pude ver la sangre que manaba, sus ojos tristes, sentir el silencio que desde que se le rompió el corazón se apodero de él. Seguimos alimentándolo, curando sus heridas. De pronto rosas escarlatas comenzaron a crecer de esas ramas, rosas de olor dulzón y pétalos gigantescos. Pero las más grandes, de color blanco, crecieron sobre sus ojos y nunca más vimos aquellos ojos llenos de melancolía eterna y de sueños quebrados a puntapiés. Pero lo peor aún no empezaba… A medida que las rosas se secaban, un olor de muerte, de desamor invadió la casa. Tuvimos que encerrarlo en su habitación; nadie se atrevía a llevarle de comer. Una tarde me armé de valor y entre: estaba convertido en piedra. Sus ojos tristes miraban a la serpiente del pecado, sus labios pronunciaban un nombre. Se había petrificado… Y lloré, y mis lágrimas fueron absorbidas por la piedra y salieron multiplicadas pos sus ojos de piedra, aunque yo lloré sobre su pecho. Lo llevamos al jardín, le hablamos, le dimos amor, pero ya estaba hecho: el amor se le quedo en el corazón y se le hizo de piedra, y aún convertido en piedra sigue amando…

Con dolor:
Doña María.

***
Querido K.
Escuché que te convertiste en piedra…
Entregaré esta carta y pediré a tu madre que la lea para ti, es mi única forma de ayudar: te amo, siempre te amé. Pero, es difícil explicarlo. Ya no te amo tal y como querías. Perdón, perdóname, no quería que pasara esto.
Te extraña:
U….

***
Miro hacía en frente con mis ojos de piedra eternamente melancólicos, mi corazón no existe, mis pulmones tampoco. Soy piedra llena de ti. El viento me engaña con murmuros nunca pronunciados que suenan a ti, a que vuelves y me amas. Las hojas de este jardín me besan los labios y por un momento siento que eres tú, que me has vuelto a besar con ternura. Por mis brazos caminan gusanos de colores hermosos, en mi nariz se posan las mariposas amarillas que alguna vez estuvieron en mi estómago. Y resuenas en mí, te expandes, me controlas, y solo te extraño más. No hago más que extrañarte y recordar, recordar aquello que fuimos y recordar aquello que pudimos ser.
Me quedan la memoria y el amor. Me quedan los sueños. Estoy seguro que estaré aquí el día en que este jardín se convierta en un desierto, en que tú ya no vivas. Pero tranquilo, siempre tendrás un chico que te amé, un chico de piedra por tu amor. Por mientras dejaré que los rosales crezcan enganchados a mí, y cada rosa llevará tu nombre, como prueba total de mi amor. Y te prometo que por más noches, que por más días que pasen, estaré aquí, con mi mente llena de ti, y cada vez que llueva, lloraré por ti, y mis ojos serán para siempre los ojos melancólicos del chico de piedra.

Texto agregado el 23-04-2020, y leído por 66 visitantes. (1 voto)


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