La lluvia, la misma que da vida a los verdes prados también sepulta a las ciudades. Cuando llueve de noche, la ausencia y la soledad se vislumbran mejor en las calles. Y si es en ciudades pequeñas como la de Pachuca,México. El vacío es mayor. El alumbrado público apenas puede levantar su haz contra la lluvia, y contra la noche: es como si uno peleara contra dos.

No hay automóviles, que se dirijan a casa. En medio de la calle, justo en la colonia popular donde vivo, camina una mujer, yo le veo desde el segundo piso del edificio donde rento, lleva ropa negra y falda muy larga, su sombrilla parece hecha con olán, va subiendo la pendiente, en unos tres minutos pasará frente a la puerta.

Me apresuro a ponerme los zapatos, tomó una de las sombrillas que tengo y bajo a toda velocidad, la mujer pasa de largo, le hablo pero no responde, quizá tenga miedo, camino para ofrecerle el paraguas. La lluvia parece no tener clemencia, pero la mujer no se detiene... cuando le doy alcance se derrite como un helado en tiempo de calor, y se va con el agua que escurre como río en la calle.

Incrédulo regreso a casa, pero la puerta del edificio está cerrada. ¡Lo que me faltaba!, comienzo a sentir el frío, estoy empapado y encima me han entrado unas ganas de orinar impresionantes, no hay nadie en la calle y el aguacero se lleva mi orina también. Sigo sin entender que pasó con esa mujer pero ahora lo que me ocupa es entrar de nuevo a casa, así que sin dudarlo toco el timbre del vecino del piso de arriba, las luces están apagadas, el edificio se ha muerto con la lluvia.

De pronto con el torso desnudo, se asoma mi vecino por su ventana, le explico que me quedé afuera, que si me puede abrir, noto su molestia y pienso “cabrón culero, cuántas veces le he tirado paro porqué ha dejado las llaves y ahora se encabrona”. Son tres pisos y tarda mucho, creo que me está haciendo esperar…

Unos minutos después (que para mí son una eternidad) abre la puerta. Está pálido y no dice una sola palabra, se sube de prisa y se mete a su departamento, yo me apresuro a cerrar la puerta y a subir a mi cuarto, entro y veo que pasan de las tres de la mañana, "con razón se molestó…", pienso.

Nunca le ofrezcan nada a un fantasma, hay algunos que lo toman como invitación, como una invitación a quedarse. El edificio no es el mismo, los inquilinos uno a uno se han ido, llegan otros pero a lo mucho se quedan un mes, dicen que una mujer vestida de negro los asusta, dicen que la han visto, yo me quedo callado, la seguiré negando creo que es la única forma de no volver a verla...

Solo espero que el edificio no se quede vacío, y que al no tener a nadie más, su bondad se termine y le dé por visitarme a mí.