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Inicio / Cuenteros Locales / nelsonmore / LA PRIMERA RUMBA (capitulo cuatro)

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A pesar del incidente con el militar demente todo transcurría con normalidad, el susto ya había pasado y yo me sentía feliz en la sultana del Valle. Estábamos en agosto, mes de pleno verano, mes de vientos cálidos. De chico solía hacer cometas y las iba a elevar a la cancha del mercedario, un peladero donde se jugaban buenos campeonatos de fútbol. Ahí tuve la fortuna de marcar sendos golazos de cabeza, también bonitos goles de pierna derecha e izquierda. Mi infancia y juventud fue muy bonita, a pesar de las restricciones económicas. Tuve muchas aventuras, muchas de ellas riesgosas, pues me gustaba todo aquello que oliera a peligro pues me sentía más realizado cuando arriesgaba mi vida por conseguir algo que a los demás les parecía una locura y un riesgo innecesario. Entre los deportes me gustaban los deportes extremos porque para practicarlos hay que desafiar la misma naturaleza. Aprendí el parapente, pero antes de mi primer vuelo tuve que hacer un curso y era el director del curso quien determinaba cuando uno debía hacerlo. Para aprender y enseñar hay una pedagogía y una metodología que se debe tener en cuenta como quiera que hay un riesgo de perder la vida por no estar preparado o cometer alguna imprudencia.
Este es el manual que deben aprender todos los aspirantes a volar:

Antes de empezar: Capítulo 1: Introducción al parapente ¿Qué es el parapente? El vuelo, sus fases. Un poco de historia. Otras modalidades de parapente. Capítulo 2: ¿Por qué vuela un parapente? .Nociones de aerodinámica Capitulo 3: ¿Se puede volar hoy?. Nociones sobre meteorología. Clasificación de nubes Capítulo 4: Fundamental un poco de práctica. Situarse respecto al viento: Preparar la vela: Colocarse el arnés: Coger las bandas y los frenos. Comprobación pre-vuelo. El inflado, presión y control del ala: Aceleración y frenado: Trayectoria recta: Virajes en el suelo: ¿Y esto qué es?. Glosario Bibliografía y datos de interés: Antes de empezar:
Yo tuve que superar cada uno de los ítems anteriores para realizar mi primer vuelo. Recuerdo que lo hice desde una loma de Yacuanquer que reúne las características necesarias para la práctica de este deporte. La primera experiencia fue de pasajero y la segunda solo. Creo que me quedaría corto al tratar de contar todo lo que sentí pues me sentí libre con el viento a mi favor volando por el espacio. Me sentí como un cóndor de los andes sin temor al vacío. Yo realicé e curso y aprendí el parapente solo con la única intensión de saber que se siente, pues me dio una alegría bien grande y desde ese momento llegué a la conclusión que los seres humanos somos muy limitados con relación a las aves que sin pedir permiso a nadie pueden hacerlo cuando se les antoje, es su condición innata fueron creadas para volar, volar y volar. Nosotros para caminar y si volamos alto y llegamos lejos es gracias a los aviones y gracias a los vehículos que nos transportan a donde queramos. Ojalá que no esté lejano el futuro en que los humanos nos podamos teletransportar a donde se nos ocurra y en cualquier momento .Después de esta aventura escribí este poema que lo dediqué a una novia con la que no pude entenderme en asuntos de amor y lo mejor que pude hacer es darle tiempo y espacio para que encuentre lo que yo no pude darle.

NO TE DETENGAS

Aunque me veas llorando
por favor no te detengas
emprende pronto el vuelo
no enjugues mis lágrimas.
Las separaciones son necesarias
vete cuando quieras
déjame solo con mis quimeras
después del llanto vendrá la risa.
No te detengas por nada
vuela todo lo que puedas
ya no hay fuego en la mirada
no vale la pena seguir así.
No te detengas, vete pronto
no tarda en llegar la noche
y todo se vuelve peligroso
ya llegó la hora, márchate.
Por mí no te preocupes
yo soportaré este dolor
por favor no te culpes
con ron sanaré la herida.
Yo te pedía sentimiento
tú solo me dabas pasión
déjame con este sufrimiento
el tiempo sanará mi corazón.





Ese día era jueves, por la mañana llamé temprano a Perla para informarle que la había puesto como referencia en una hoja de vida que enviaría a un diario importante de la ciudad, con la esperanza que me permitieran trabajar ahí y desarrollar todo mi potencial en la corrección de textos, o al menos que me dieran la oportunidad en lo que fuera porque en tierra extraña no hay que hacer reparos de nada. Yo estaba dispuesto a dejar el orgullo que en el pasado me había hecho perder múltiples oportunidades, no solo en el campo laboral, sino también en el amor. Perla me dijo que no había ningún problema y que ojalá me llamaran de esa casa editorial porque creía en mi capacidad. Y que si me daban el trabajo celebraríamos con una buena rumba y unas cuantas cervezas.

Quedamos a encontrarnos a las cinco de la tarde en el parque de Tequendama, a mí me gustaba mucho ese parque y si era para hablar con perla, me gustaba más, pues era un parque muy limpio y con muchos árboles y muchas flores de vistosos colores. Antes de la hora acordada empecé a leer el Necronomicón de Howard Philips Lovecraft. Al comienzo del libro se advertía de los riesgos que significaba embarcarse en la lectura, pero yo no estaba para advertencias, ni miedos, aunque reconozco que unos días después tuve terribles pesadillas donde pululaban criaturas monstruosas que amenazaban con llevarme a sus demoníacos dominios, pero aun así no interrumpí la lectura pues todo lo que acarré peligro me seduce.

Faltando veinte minutos para las cinco de la tarde salí de mi casa, me vestí con un blujean azul y una camiseta blanca, un par de zapatos mocasines y una cachucha blanca para protegerme del sol. Llegué a las cinco menos cinco y Perla aún no había llegado. Me senté en una de las bancas del parque a esperarla, no esperé mucho porque llegó a las cinco pasadas. Vino más bella que las veces anteriores. Esa minifalda blanca le quedaba muy ceñida al cuerpo, se podía apreciar con facilidad sus piernas bronceadas y torneadas como las de una modelo.

Ya nos teníamos confianza pues cuando nos encontrábamos nos abrazábamos fuerte como si fuéramos viejos amigos que se quieren demasiado. Y eso que era apenas tres días que nos conocíamos. Ella se sentó a mi lado y empezamos a hablar de música, a ella le encantaban las canciones del grupo Niche, el gran combo de Puerto Rico y también las de Nino Segarra. A mí me gustaba la música de la sonora matancera, la de la familia Valera y también el merengue y la cumbia. Yo estaba convencido que más adelante una de mis letras sería llevada a la música.

Hablamos dos horas consecutivas y luego la invité a cenar a un restaurante que quedaba por la quinta con cuarenta, justo en toda la esquina de esa calle tan emblemática de Cali. Nos fuimos agarrados de la mano como dos novios que se aman mucho. Eran tan solo tres días de lo que estaba en Cali y todo iba mejor de lo que cualquiera pudiera esperar. Con mi hermano poco me veía porque se la pasaba mucho tiempo en su trabajo y muchas veces ni llegaba a la casa, pues del trabajo pasaba directo donde su novia y allá se quedaba toda la noche y salía directo a trabajar.

Después de cenar Perla me dijo:
-Me gustaría que fuéramos hoy mismo a la avenida sexta para que conozcas la zona rosa de la sucursal del cielo.
A mí la idea me pareció estupenda y de inmediato le respondí:
-Claro, vamos en el momento que tú quieras.
Ella me contestó:
-Pa antier es tarde no te preocupes por nada, pues vas conmigo y yo sería incapaz de llevarte a dónde corras peligro.
Si me animé a ir fue porque iba con ella, solo no me habría arriesgado, más que todo por las recomendaciones de mi hermano. Nos fuimos en el verde san Fernando ruta dos, ese bus nos dejaría en plena zona rosa. Como a la media hora llegamos a la sexta, pese a que era jueves se veía gente departiendo en las fuentes de soda y muchas parejas bailando en las discotecas, pues estábamos en Cali y aquí la rumba antes que nada como quiera que es una ciudad tropical y aquí se baila con motivo y sin motivo también, esa es la esencia de los caleños y nadie les podía decir que no, si eran felices de esa manera no había porque meterse en camisa de once varas. Después de un instante Perla me dijo:
-Cali es Cali lo demás es loma.
Por un momento me sentí montañero, pero esa sensación desapareció pronto, pues ya empezaba a sentirme otro caleño más entre tantos seres que se sentían orgullosos de haber nacido y vivir en ese terruño, en ese valle hermoso de locombia, esa hermosa ciudad que hechiza a aquellos que llegan del interior de locombia y del extranjero, atraídos por mujeres hermosas que pululan por todas partes. “las caleñas son como las flores que vestidas van de mil colores”…. En ese momento me acordé de Piper Pimienta Díaz y su hermosa canción “las caleñas son como las flores”. Ese sonero con esa canción puso a bailar a todos los habitantes de Cali, en aquella época de oro de la salsa en locombia. Perla estaba muy feliz y yo más pues empezábamos a tener contactos más cercanos que en los dos primeros días. Ella ya no reparaba en nada y yo menos. Perla conocía muy bien la zona rosa, yo diría que como la palma de su mano. Después de caminar por unos minutos por ese lugar, me dijo:
-Podríamos ir a bailar un rato al son de la sexta
Yo le respondí:
-Claro, vamos de inmediato que esta será una noche de rumba y de besos.
Perla me quedó mirando burlonamente y luego me propuso:
-Dos horas que bailemos es más que suficiente, te parece?
Claro que me parece – le respondí.
Entramos a la discoteca y enseguida nos atendió el mesero, de inmediato nos saludó y nos preguntó:
-Buenas noches, qué van a tomar?
De inmediato Perla respondió:
-Traiga seis cervezas para que no se vaya a cansar tanto.
El mesero se rió y pronto volvió con el pedido. Yo cancelé pronto. La música empezó a sonar y las parejas salieron a bailar, la pista se llenó de inmediato con parejas de jóvenes, parejas de hombres más maduros y parejas de señores con señoras muy bellas. Ya no cabía una pareja más en la pista. Perla y yo no salimos a bailar esa pieza, pero más adelante bailamos casi todas las piezas que sonaron en los potentes equipos de la discoteca. La primera pieza musical que sonó fue una de Nino Segarra, “entre la espada y la pared”.
Como a la hora que nos encontrábamos ahí, entraron unos tipos muy bien vestido, ya eran maduros de edad, por la pinta deduje que debían ser unos grandes empresarios que llegaban a tirar una cana al aire. Todos los meseros y empelados de la discoteca les hacían venía y corrían a atenderlos. Los tipos pidieron whisky y de inmediato les sirvieron el más costoso, pues se veía que tenían dinero de sobra para pagar el mejor de los licores sin que eso les hiciera mella en el presupuesto. Los tipos aparentemente llegaron solos, pero uno que va a saber si antes no entrarían a la discoteca escoltas encargados de proteger a estos nobles empresarios con ganas de divertirse un momentico nada más. Volvió a sonar a la pista y en esta oportunidad corrimos a la pista con Perla a bailar “una aventura” del grupo Niche, quien cantaba era Charlie Cardona, el cantante más importante de esta agrupación, por aquel entonces.

Todo iba muy bien pues estábamos felices y más feliz se puso Perla al encontrarse en la discoteca con uno de sus compañeros de la universidad, a quien me presentó de inmediato, se llamaba Carlos Alberto, de inmediato lo invité a una cerveza que la aceptó de buena gana. Al rato me advirtió de un serio peligro, ante lo cual yo le dije:
-Tranquilízate que no va a pasar nada.
Pero yo estaba muy equivocado porque no conocía la ciudad ni mucho menos todo aquello que se maneja en el mundo delincuencial, ya que estos delincuentes suelen ir a las discotecas a dar rienda suelta a todas sus aberraciones, muchos de estos preferían ir a la zona rosa de Cali. Tan pronto Carlos Alberto se tomó la cerveza me dijo:
-Juan José, lo mejor que podemos hacer es irnos de aquí lo más pronto posible.
Lo quedé mirando fijamente y luego le respondí:
-Esperemos que Perla termine de bailar esa pieza y nos vamos.
Perla estaba bailando con un señor que parecía muy decente, el viejo estaba bien vestido y se veía muy serio. En la pista había más de veinte parejas pues cuando en una discoteca suena la música nadie se queda sentado, es la esencia de los caleños y cuando es a bailar es a bailar no importa que sea lunes o martes, jueves o domingo. Había muchas mujeres hermosas, muchas de ellas habían llegado con pareja, pero otras habían llegado solas y se habían integrado con caballeros que también habían llegado solos. A veces muchas terminan casadas con esos caballeros que conocieron en las discotecas, ya que ahí es fácil hacer amistades, ya que el baile permite socializar casi de inmediato, lo importante es ser buen bailarín para no desentonar en la pista. Las mujeres de Cali son extrovertidas y saben hasta donde pueden llegar con los hombres. Caleña que se respete se ufana de hacerse respetar y cuando alguien se sobrepasa saben ponerlo en su lugar, siempre y cuando no vaya a ser un sicario y uno de esos narcos que abundan a lo largo y ancho de la sultana del Valle.
Al rato llegó Perla y le dijimos que íbamos a salir de aquel lugar pues el ambiente no estaba para quedarnos. Como la cuenta estaba pagada nos dirigimos hacia la puerta que se encontraba cerrada, eso me pareció muy raro. Enseguida llamamos al portero para que la abriera y nos dijo que le habían dado la orden de no dejar salir a nadie. Mierda, el asunto empezó a no gustarme. Al instante le pregunté a Carlos Alberto:
-Tú sabes quién da las órdenes aquí pues tengo entendido que es un lugar público y cada cual puede entrar y salir cuando lo prefiera.
Yo iba a seguir hablando, Perla me hizo señas que me callara.
Al rato volvió a sonar la música pues hubo un breve receso. De los tres viejos que llegaron hacía poco a la discoteca, uno de ellos sacó a bailar a Perla quien aceptó la invitación al baile. Carlos Alberto se me acercó y me habló al oído:
-No vayas hacer ni decir nada porque serás hombre muerto.
Reconozco que un frío recorrió todo mi cuerpo, pero aun así no perdí el control. Esperé paciente a que se acabara esa pieza que estaba sonando, a propósito era “el son del tren” de fruco y sus tesos. Apenas volvió a nuestra mesa me contó lo siguiente:
-El viejo es muy morboso, ya se estaba sobrepasando conmigo, me mando la mano a las piernas, no le dije nada porque anda armado.
Carlos Alberto me contó rápido cuál era el problema al encontrarse con esos tipos, así uno no los conozca quieren hacer lo que les da la gana con las chicas, no les importa que el novio o esposo estén ahí, es más, muchas veces se las llevan a las buenas o a las malas y pobrecito de aquel que hable o denuncie la situación ante las autoridades. Yo quedé pálido al escuchar la explicación, pero no perdí el control. Entonces se me ocurrió una idea que a la postre dará resultado y nos permitirá salir sanos y salvos de aquel lugar. Volvió a sonar la música, en esta oportunidad “mulata del gran combo de Puerto Rico. Yo estaba que me bailaba es pieza con Perla, pero el mismo viejo que hacía un rato había bailado con ella se adelantó y no tuve más remedio que dejarla bailar con ese desgraciado. De todas maneras Perla ya sabía lo que debía hacer y al minuto y medio de estar bailando se desplomó al piso y empezó a convulsionar tan fuerte que daba la impresión que estuviera poseída y que el demonio la hacía estremecer de tal manera que parecía que estuviera recibiendo descargas eléctricas.
Sea como haya sido esa estrategia nos permitió salir de aquel lugar pues cuando Perla estaba en el piso yo corrí a auxiliarla al igual que Carlos Alberto. Entre los dos la cargamos y la llevamos hacia la puerta y la sacamos de aquel lugar, pues a los dueños de la discoteca no les convenía que ella se fuera a morir adentro de esa manera evitan las investigaciones y que al menos no le sellen el lugar mientras se hace claridad sobre un asunto tan complicado como la muerte de un cliente en su negocio. Cuando estábamos en la calle agarramos pronto un taxi y le pedimos el favor que nos llevara a la clínica de los remedios. Después que habíamos avanzado cuatro cuadras Perla dejó de hacer el show porque debíamos estar seguros que nadie nos estuviera siguiendo. Con esa actuación Perla demostró que no había nacido para el derecho sino para el arte dramático y yo debía más adelante encausarla en el arte de las tablas y no en el arte de las leyes.

Antes de llegar a la clínica nos bajamos del taxi no sin antes cancelarle al conductor el valor del servicio. Como aún estaba temprano decidimos irnos en u colectivo, más concretamente en el Montebello ruta dos que nos dejaría en la nave a mí y a Perla y a Carlos Alberto en la avenida Roosevelt con carrera treinta y cuatro. Al otro día Carlos Alberto me dijo que quería hablar conmigo y acordamos encontrarnos a las cuatro de la tarde en el centro comercial cañaveralejo, ese que queda cerquita de la Universidad Santiago de Cali. Antes de despedirnos la noche anterior me había dado su tarjeta y dirección residencial. Yo lo llamé por la mañana para ver cómo se encontraba después de ese terrible suceso en la discoteca.
Ese día no fui con Perla y me contó que esos viejos son unos bandidos muy peligrosos y que acostumbraban llevarse dos o tres chicas, de aquellas que por casualidad se encontrasen en la discoteca y que sean del agrado de esos viejos pervertidos. Y que esas mujeres desafortunadas aparecían a los pocos días muertas y arrojadas a los cañaduzales, o en cualquier potrero o avenida, ya que habían sido sometidas a cualquier clase de vejámenes y era un riesgo dejarlas vivas. Me dijo también que eran unos duros a quienes las personas les tenían mucho miedo porque tenían compradas a las mismas autoridades para que les ayudaran a salir limpios cuando tenían problemas con alguien. Al final me contó que aparentaban ser unos grandes empresarios y que casi todas sus empresas eran de fachada, que así lograban lavar grandes cantidades de dinero. En fin, no en vano mi hermano me había advertido que no debería confiar en nadie.

@PEDRO MORENO MORA

Texto agregado el 28-04-2020, y leído por 138 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
29-04-2020 Buen relato que nos conduce sobrevolando a un desenlace afortunadamente feliz...por los pelos. ELISATAB
 
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