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- Me parece que me voy a dormir- le dijo él.
Hacía un poco de viento. Ese tipo de viento que arrastra el polen hasta tus ojos en Primavera. No la quería abandonar pero se estaba cayendo de sueño. Había sido un día bastante completo. Le daba un poco de pena dejarla, y, sobre todo, ensimismada, como parecía, ante el aparato televisor. Pero se estaba durmiendo. También le apenaba no haberle escrito algo decente mientras no lo vencía el sueño. Si se ponía ahora le saldría algo soporífero, por pura lógica. Todas las noches le dejaba algo escrito. Lo primero que hacía al levantarse-ella- era husmear en los últimos pensamientos del día anterior. Así, a la hora de la comida, tenían algo de qué hablar. Sólo se veían comiendo-fuera-, y por la noche. El resto del día lo tenían ocupado en sus quehaceres propios laborales. Ella era profesora de enseñanza media. Se veían en el comedor del Instituto-que no estaba lejos del lugar de trabajo de él. En realidad no sabían mucho el uno del otro. Llevaban poco tiempo juntos,y, además,no se hacían demasiadas preguntas. Eran dos compañeros de piso-con los gastos a medias-que dormían en la misma cama.
Por todo ello, al día siguiente, esperaba encontrarla de mal humor. Era la primera vez que se había ido a dormir sin dejarle el folio en la mesa de la cocina. Fue el principio del fin. O sería-se planteó.
Pero no fue así. La encontró animada, como siempre. Aquella noche no había escrito nada, pero a ella parecía no importarle demasiado. Un bajón de autoestima le vino entonces. En lugar de un vaso de vino, se bebió dos. Fue también el principio de las sospechas. Él, pensaba, que estaban juntos por interesarle sus ideas. Pero Madrid andaba con los precios de los alquileres disparados. Y si sólo está conmigo por compartir gastos-se preguntaba.
Al día siguiente, al salir del centro de enseñanza, la siguió.
Por qué vive conmigo si le gusta aquel tipo del parque-se preguntó. Hizo pesquisas, también, sobre el tipo besucón del Retiro. Y descubrió que se trataba de otro "compartidor". Siguió también a la "compartidora" del "compartidor"( era detective privado y estaba acostumbrado a tales pesquisas), y un día se armó de valor y le dirigió la palabra. Se gustaron.
Y así fue cómo llevaron a buen puerto aquella anómala situación. Hoy le deja-como a la otra-todas las noches una nota sobre la mesa de la cocina. Lo último que le ha escrito versa sobre un proceso infinito-como el suyo propio-de reasignación.

Texto agregado el 24-05-2020, y leído por 52 visitantes. (0 votos)


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