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[C:602015]

Lelel, caminó despacito desde su casa hasta la orilla de la zanja en donde el pasto mustio y los montones de basura se repartían la ardorosa tarde de aquel verano. Su mano sostenía firme el hilo del globo que pendía en el aire con su estómago rojo lleno de gas helio. Se sentó bajo el sauce arrugado que dejaba caer sedientas sus ramas como queriendo beber del agua que ya no estaba pues los “humanos “ mayores habían determinado la muerte del estero que atravesaba de un lado a otro la contaminada ciudad. Lelel escuchaba atentamente a sus padres cuando le contaban que ellos, siendo adolescentes, venían desde la Población Independencia a bañarse en las frescas aguas del canal en esas calurosas tardes del verano, incluso aun como niño, Lelel, le había ya dado su nombre: “El Cartón”.
-Hola, Lelel – la voz de Lena vino desde arriba, levantó su cabeza y allí estaba sentada en una rama graciosa y fresca como siempre con su vestido rosado y delantal blanco
- ¿qué haces ahí?
- mmmmm, esperándote ¿me das el globo?
- claro toma – y lo soltó de su mano, en su viaje hasta las manos de Lena, Lelel miró absorto como aquel hermoso globo rojo que le regalara su mamá iba creciendo hasta alcanzar dimensiones fabulosas
-¡Ven, subamos! – le gritó Lena
-¿y para qué?
-Vamos a buscar el agua perdida, mira como se mueren estos árboles. Lelel , mira en qué han convertido los “humanos “ mayores este surco, en un basural de todas sus vanidades.
Lelel entonces trepó por el tronco estriado aferrándose a la mano de Lena, juntos saltaron hasta la boquilla del globo, dejando que el viento los llevara.
-¿Y hacia dónde vamos, Lena?
-Vamos hacia en donde nacía este estero
-Vamos pues entonces – Lelel se tomó con una mano de la boquilla y la otra la alzó al viento gritando excitado - ¡allá vamos “humanos” mayores, rescataremos nuestro canal de agua!

Y así, Lena y Lelel se fueron volando en su globo rojo llevados por la brisa caliente de la tarde estival, siguiendo la hendidura dejada por el ausente canal en donde un día en algún tiempo ido, corría libre el agua cristalina cantando entre las piedras en su camino al gran río Claro. Desde arriba se observaba la triste herida de la tierra, la hierba y los árboles resecos buscaban una razón en esta enorme existencia que ya no les pertenecía pues sus hermanos de naturaleza los condenaron a su desaparición.
Y así Lena y Lelel iniciaron su aventura en el maravilloso globo gigante que los llevaría en busca del agua perdida, cuando de pronto
- ¡Lelel, Lelel ¡ -el niño miró hacia todos lados buscando a quien lo llamaba a todo pulmón –espérame quiero ir contigo
- ¡Roque ¡ eres tu – era su gran amigo el peuco Roque que a toda prisa se acercó volando hasta el globo, sus grandes alas grisáceas se batían apuradas para alcanzarlos. El ave se dejó caer suavemente sobre el globo rojo para que sus garras no rasgaran el plástico –amigo tanto tiempo sin verte que ha sido de tu vida – preguntó sonriente Lelel mientras Lena oteaba el horizonte
- Bueno, no muy bien – dijo Roque – después que derribaron los hombres de mameluco azul el araucaria que estaba en el jardín de al lado
- Si, si me acuerdo – interrumpió el niño
- Bueno me fui a armar otro nido pero no encontré más araucarias
- Lo lamento – dijo Lena
- ¡La niña quién es? – preguntó el peuco intrigado a Lelel
- Ella es Lena, mi amiga, te la presento – Roque le estiró una de sus alas y le sonrió amigablemente
- ¿Y hacia dónde van en este globo? – continuó preguntando Roque
- ¡Ah! – suspiró Lelel – vamos a buscar el agua perdida ¿ ves ese surco en la tierra, reseco? – apuntó hacia abajo – pues bien, ese surco era el lecho de un estero de aguas cristalinas que regaban: los sauces, los álamos y los quillayes que se apostaban en sus orillas y en donde cada verano los niños, niñas y los jóvenes se refrescaban; los campesinos regaban sus verduras y hortalizas. Además la gran fábrica de papeles y cartones movía sus máquinas con el flujo del canal. Todo eso terminó cuando los “humanos mayores”, cortaron el agua en su afán mezquino.
- Qué triste, igual que mi araucaria – inquirió Roque
- Es por eso que vamos en este globo, Roque, siguiendo el surco del estero – intervino Lena – para llegar a su nacimiento y ver en dónde está el agua para devolverla a la vida








Los tres amigos: Lena, Lelel y Roque el peuco se abrazaron en una hermosa complicidad mientras la tarde caía en un sublime atardecer. El globo seguía a merced de la suave brisa y como si una mano lo guiara hacia su destino, no se despegaba del lecho reseco profusamente invadido de basurales y hierba ocre mientras los árboles pedían a gritos terminar con su sed.

Pasaron el “Puente Blanco” y el viento los llevó hasta el cerro Esperanza y de ahí surcaron la cima del cerro Caiván, la gente se quedaba maravillada por el espléndido globo rojo que se recostaba sutilmente en el cielo azul. Los primeros cerros de la precordillera les avisó que iban hacia el este en donde suponían estaba la gran muralla de piedras con la que los “humanos mayores” habían detenido el flujo de las aguas del canal desviando su cauce y secando todo lo que estaba a su paso hacia el oeste por años de correría. La noche se acercaba lentamente entonces Roque habló
- MMMMM, creo niños que debemos bajar y descansar por aquí – Lena lo miró y con un suspiro de entrega respondió que sí a la solicitud del peuco; Lelel hizo lo mismo y dirigieron el gran globo rojo hacia unos matorrales que estaban cerca de la muralla de rocas. Bajaron amarrándolo, con el hilo que le había puesto la mamá de Lelel, al tronco de un huingán.
- ¿Y ustedes niños qué hacen solos por aquí? – la voz de un viejo les alertó, Roque voló asustado hacia la copa del huingán a esconderse
- Eh, hola - dijo Lelel al viejo después de pasado el susto inicial ; el viejo tenía una tupida barba blanca y usaba una larga manta seguramente tejida por él mismo, que le llegaba hasta las mismas ojotas, una chupalla un tanto rala le caía sobre la frente – Soy Lelel – continuó – y ellos son mis amigos, bueno ella es una amiga – rio – se llama Lena y el ave es un peuco parlanchín, Roque
- Ah, que bien – contestó el viejo – yo soy Newén y vivo solo por aquí, antes que construyeran este muro de rocas y quedara ese surco seco que ven por allá.
- Entonces usted vió cuando los “humanos mayores” – intervino Lena – cortaran el agua?
- Si por supuesto, nada pude hacer
- ¡Y por qué? – interrumpió Roque desde su escondite en el árbol
- Por lo mismo que tú no pudiste impedir que cortaran tu araucaria y te dejaran sin nido, los “humanos mayores” de los que ustedes me hablan, son mezquinos, arrogantes y ven sus propios intereses
- ¿ y por qué cortaron el agua? Intervino Lelel
- Bueno porque así el señor de la fábrica de papel dejaría de usar las aguas para mover la gran rueda que a su vez hacía funcionar todas sus máquinas sin contaminar ya que usaban la fuerza del canal para producir; entonces al cortar el agua tendría que comprar una de sus máquinas de gasolina para seguir fabricando el papel y así no pararía la fábrica y despedir a los trabajadores
- ¡qué malévolo ese humano mayor – opinó Lena
- Si mi niña, entonces inventó que todo lo que estaba a lo largo del canal era peligroso para los niños como ustedes, que las indundaciones en invierno, que las ratas en verano y los otros humanos tampoco cooperaron mucho porque tiraban todos sus desechos al canal: comida, artefactos, muebles en fin – se detuvo un instante en su conversación y luego continuó – pero niños vengan, vengan a mi ruca, ya es casi noche y está empezando a hacer frío ahí estarán calientes y comeremos algo, mañana veremos qué hacemos con el canal – luego se volvió y gritó hacia el árbol - ¡oye peuco, tú también debes venir! – Roque se asomó de su escondite entre el follaje del huingán y voló hacia el lugar en donde descansarían.
El día se encendió de repente y el viejo Newén golpeteó suavemente con los dedos a Lena y Lelel que estaban profundamente dormidos abrazados para mantener el calor
- Ya niños arriba está listo el desayuno, hay muchas cosas que hacer – los niños se estiraron abriendo la boca en un largo bostezo, mientras Roque batía sus alas – hoy – continuó Newén – debemos devolver el agua al canal
- Pero cómo lo haremos – replicó Lelel – si esa tremenda muralla de piedras jamás la moveremos
- Pero Lelel – intervino Lena – ahora somos cuatro y la madre naturaleza
- ¿Y por qué están aquí? – preguntó el viejo
- Queríamos saber en dónde estaba el agua, Newén – respondió Lelel
- Ya sabes en dónde está el agua y hacia dónde va
- Bueno no va a regar las tierras de los campesinos de más abajo – intervino Lena
- ¡No pues hijos! – exclamó el ermitaño – eso es precisamente, algunos “ humanos mayores”, aparte de inventar que el canal era un peligro, querían sacar su propio provecho y desviaron las aguas hacia terrenos que les pertenecían; así como cuando cortaron el araucaria en donde estaba el nido de Roque para después venderlo como leña, así mismo actuaron acá; es el egoísmo de algunos para aprovecharse de los otros menos poderosos.








Acto seguido, Newén rodeó a los niños y a Roque con sus brazo diciendo
- Ahora Lena, Lelel y Roque, subiremos al globo allí esperaremos
- Esperaremos qué. Newén? Preguntó sorprendida Lena tomándole la mano a Lelel
- Bueno, Lena… estuve mucho tiempo preguntándome si en las tierras de más abajo, habrían humanos que querrían ver nuevamente el agua que regaba la tierra y daba de beber a los árboles; si habría humanos capaces de pensar en los campesinos que cosechan cada año los frutos de la tierra después de la siembra, si habría humanos que pensaran en otros sin egoísmos, sin mezquindades y sí los encontré, ustedes vinieron aquí con uno de sus hermanos menores el peuco y como ustedes habrá otros humanos que tal vez piensan pero que no tienen la fuerza de sus almas claras. Por ello, subamos al globo y comencemos a cantar y a tocar este kultrún que Newén le devolverá lo que les pertenece.
Lelel ayudó a Lena a subir al globo rojo y Newén se sentó con el kultrún entre sus piernas mientras Roque echó a volar. El viejo ermitaño comenzó a tocar el tambor con sus dedos y a cantar una letra extraña que eran como oraciones antiguas y conminó a los niños a seguirle. De pronto el cielo se cubrió de nubes gruesas que empezaron lentamente a soltar las gotas que se convirtieron en goteras y luego en una torrencial lluvia. Los niños no podían creer lo que veían y sonrieron; era tanta el agua que caia que el canal empezó a subir y a subir su caudal hasta llegar al borde del dique. Newén seguía cantando en esa lengua extraña, en eso Lelel le indicó a Lena que las piedras del murallón que contenían las aguas, se comenzaron a mover hasta que finalmente tras el intenso torrente de agua las rocas cedieron y se rompió el dique estrenduosamente, Lena y Lelel gritaron de felicidad, el agua comenzó a llenar el surco seco hasta entonces y arrastró el gran globo rojo. Roque gritaba también y batía sus alas más ligero. El globo comenzó a deslizarse canal abajo, los campesinos salieron de sus casitas a mirar el agua como volvía y saludaban a los niños, al peuco y al viejo ermitaño que seguía cantando con su kultrún. La gran rueda se volvió a mover y los árboles a lo largo del camino se volvieron a levantar, hasta que la torrencial lluvia cesó. Los niños iban mirando hacia adelante dándole la espalda a Newén, jubilosos por el hermoso espectáculo que les había enseñado el viejo ermitaño; Lelel se dio vueltas para agradecerle y ya no estaba ni él ni su kultrún
- ¡Lena! – dijo sobresaltado – Newén no está
- ¡Oh!. Si se fue, pero cómo
- Tal vez nunca lo sabremos, Lena. Lo que sí sabremos es que él nos devolvió el agua y que tendremos que aprender a cuidarla y defenderla de la mezquindad de algunos, como dijo él, “humanos mayores”
- Si, Lelel debemos aprender – Roque se acercó a ellos
- Bueno se acabó esta aventura – dijo el peuco un tanto triste por dejar a sus amigos
- Pero no Roque, no debes desaparecer así no más, ahora debemos cuidar el agua tal como nos dijo Newén – replicó Lena


Los tres amigos saltaron del globo rojo y el sol volvió a calentar la tierra pero ahora, estaba más fresco ese verano. Se quedaron a la orilla del canal bajo el sauce viendo como las aguas cristalinas cantaban entre las piedras. Ahí estaba nuevamente el canal “El Cartón” recordando todas las viejas historias.

Texto agregado el 25-05-2020, y leído por 52 visitantes. (0 votos)


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