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Así es el calor.

I

Todo el mundo cree en el verano, pero yo no tanto. Todo el mundo quiere irse a tomar sol, pero yo no tanto. Todo el mundo cree que lo mejor que pasa en el mundo, pasa en el verano, pero yo no tanto. Seguramente es cosa de un degenerado no pensar igual, o quizás sea yo el equivocado. Extraoficialmente es casi seguro, que yo me equivoque. Si, eso es lo más seguro ¿Por qué complicarse tanto la vida entonces? No es más fácil agarrar y decía: yo también me voy para la playa oOOÓoo, y conmigo todo el mundo, oOOÓoo. Así, con el sol brillando más que nunca, y con la botella de cerveza más helada de la playa, y mirando el mar… ir y venir. Es decir todo el mundo se imagina así el verano ¿no? Sentado en una cómoda dormilona con una sombrillita de color blanco, que combina con la arena y el sol diciendo: aquí estoy calieeente. Al frente, chicas bikini que desfilan a tu vista, y sonríen sin disimulo delante de un increíble fondo azul, que, además y todavía, parece nunca acabar uniéndose al horizonte, mientras oyes al fondo, casi sin darte cuenta, que las olas revientan una tras otras, mientras tu estas sonriendo ahí, descansado de todo lo que no haz descansado en todo un año. Tirado, con el sol encima, sintiéndote tan… tan perfectamente verano. Y yo me digo: ¿Por que no? Cojo mis lentes negros y, chau decido irme en busca el verano. No me esperen despiertos.


II

El otro día le pregunte a una amiga, por que le gustaba tanto tomar sol. Entonces ella me respondió: que la huevada no es tomar el sol, sino unirse a él, hacer de él su amo y señor, y ella la fiel súbdita de espaldas y de frente hacia él. Yo le contesté, que eso era peligroso, y ella me cagó, porque no le importaba el cáncer de piel – sí, lo conocía-, un sacrificio humano, vale tanto como un buen bronceado, me dijo. Luego entendí, de que yo no estaba en el verano y me sentía insignificante, cuando ella me respondió, que no importaba, su sol no juzgaba a nadie, y que si le echaba bronceador a su espalda, todo podría ser mejor. Y realmente lo fue.


III

El sol es el verano y el verano es el sol. Nosotros somos parte del todo, que rodea al verano. En conjunto somos el calor, por que cada vez amanecía más temprano y atardecía más tarde, y el intermedio era un infierno. Así, se manda a instalar cortinas de hierro en los cuartos para dormir más y más y sentir menos y menos calor. Pero nadie pudo contra él y nos unimos a él. En conclusión todo en verano es calor. Si. Todo es calor, pero también una incontrolable temperatura. Aunque a veces es una metáfora, como cuando alguien esta que arde, no solo es por el calor. Es como en la película, de la chiquilla esta, que con un traje de aeróbicos ochenteno, de color negro, comienza a mover las piernas frenéticamente mientras unas gotas de sudor exquisitas, abandonan, su perfecto cuerpo y se precipitan al suelo. El irrefrenable ritmo de su cabello, es un testimonio de su calor interno. Eso, también es el calor. Un pequeño fuego interno que en invierno reconforta, pero que en verano sirve para hacer las listas. Sí, esas listas donde decimos lo que vamos a hacer este verano, pero que casi nunca terminamos de cumplir, y por lo tanto los posponemos para el siguiente verano, para seguir dejándolas de hacer.

IV

Siempre me vendieron la idea, que pasar el verano sin helado es re triste, así que lo primero que tienes que hacer cuando estas en el verano es lanzar por la ventana aquellas zapatillas viejas y quemar con gasolina todas tus medias, por que para ir a la tienda de la esquina, tienes que llegar en sandalias y con short de preferencia blanco pero si tienes rojo arena, genial. Ya en la tienda, no te detengas en los helados de crema, mira los de hielo, los duritos, los que se achican al meterlos en la boca. Por que son esos los que tienes que comprar, pero si ves un marciano, no lo dudes dos veces, cómpralo, un marciano es lo que puede hacer la diferencia para que tu día de verano se convierta en “él día de verano”.

V

Es domingo y mañana regreso a mi casa. Este apunte, de mi diario ultra secreto (aunque solo son papeles) de verano, es sin duda el cómo despedirte del verano. La cuestión es que al principio uno debe reconocer dos cosas. La primera: un verano sin una chica no es verano. La segunda, como consecuencia de la primera, tu meta es estar con la chica. Por lo tanto despedirse del verano es como decir en que quedaste. Temo decir que por tercer año consecutivo perdí y de la manera más indecorosa. Tan cerca, para que al final me arruine. Últimamente he pensado en ya no venir más de verano con mis padres, quedarme en la ciudad y hacer lo que se hace en la ciudad de verano, huevear. Ya no tengo ninguna oportunidad, ella se va el lunes próximo y deja por siempre la playa. Yo no sé que hacer, sinceramente, diario ultra secreto (este apunte me esta saliendo como que medio sentimentalón). Yo no quise, pero este verano fue un desastre, y lo mejor será tenerlo registrado. No vaya a ser que olvide algún detalle, por triste que sea.


Embadurnado de medio litro de bloqueador de 40º Esteban Martins, leía, en la terraza del segundo piso de su casa frente al mar. A su costado una jarra y un vaso lleno de agua fresca, para hidratarse en ese verano de mierda. Pero aparte del sol, se sentía cómodo con la constante brisa. El sonido del mar le producía una sonrisa estúpida, en intervalos cada vez más cortos. Poco a poco se fue convenciendo que el verano era la mejor estación del año. Estaba casi tan seguro de todo, que no se dio cuenta que por primera vez en años se encontraba feliz, contento. Tenía sobre su piel el verano y lo sabía, sin embargo, aunque era verano, hacía calor y estaba en la playa, todavía estaba en el Perú. Que horror, pensó y de inmediato recordó a Cristina. Cogiendo una hoja blanca del ciento, que tiene a un costado, coloca algo así:


VI

Cristinita Moore, siempre fue demasiado (¿verano del 98?)
“Te lo dije, así es el calor”

La historia es simple, cojonuda y simple. Y yo la sé toda. Por que yo estuve ahí, o bueno casi ahí. Fui su vecino y ella fue mi verano durante toda una vida. Más bien, los mejores veranos de mi vida fueron ella. Y yo siempre quise ser el mejor de los mejores vecinos. Pero no hay que ser un idiota sentimental sino contar lo que he venido a contar, así que: “Cualquier imbécil, que se haya paseado en el verano por la playa Las Palmeras, sabe y debe saber, que la mejor hembra, sí hembra - porque mujer o chica es otra huevada de un universo paralelo al nuestro- que ha pisado la jodida arena de la playa las Palmeras fue y será por siempre y para siempre Cristinita Moore del Prado Vargas ¡Qué buena era! Siempre usaba los ya clásicos bikinis blancos a la cadera y los top levanta pechos bien pegaditos a su exquisito cuerpo, con un pequeñísimo pareo verde, que contrastaba con sus pecas y su sonrisa inmensa. Pero no nos fijemos sólo en su cuerpo subamos la vista y veremos que su cabello castaño, que siempre se movía a favor del viento, dejaba entrever sus ojos color miel, mientras caminaba, a eso de las once de la mañana, por la playa, con el paso más cadencioso del verano, con bronceador en mano, para quemarse un poquito (creía en el bronceado progresivo) y luego darse el más delicioso chapuzón en el mar. El verano era totalmente Cristina Moore siendo vencida por el terrible sol, cada día a las once de la mañana. Y yo estuve ahí para verla, primero, y amarla, después.

Su casa quedaba en la calle Los Pelícanos, y era la única casa pintada de verde. Yo era uno más, de los que tenía casa blanca. Ella, además, tenía una terracita donde las tardes nos asombraba quedándose dormida en su hamaca mientras que sus doradas piernas se balanceaban al ritmo de las olas del mar y su respiración rica y pujante solo te podía arrechar más y más. Pero no pienses que fue fácil. No, ni cagando, verla pero jamás tocarla, aunque todos lo quisieran, era un sacrificio total, en pleno verano. Pero un sacrifico más grande era, sin duda, mirarla de frente y no postrarte ante ella y gritar “tómame, hazme tu esclavo”, creo que nadie ha podido resistirse alguna vez a su mirada tan divertida y profunda a la vez. Por eso había que usar lentes oscuros, para no ceder jamás a la presión.

En fin, recuerdo que ella apareció en el mismo verano en que una sueca alta y rubia cantaba “Lovefool” que viene a ser “amor tonto” ¿No? Pero quién no recuerda la sonrisa mínima y el pucherito increíble que hacía con sus labios cuando cantaba “love me, love me/ say that u love me” Yo lo recordaba, hasta me pajeaba con la imagen desnuda y fantástica de Nina Persson, pero en el fondo, aunque no tanto, lo hacía por Cristina. Cristinita en aquel tiempo era muy chibola, pero creo que ya se mandaba sus desfiles de ropa en bikini, y todo eso. Debería tener entre 16 o 15 años igual que yo. Lo cual me pareció muy genial. Cuando mi vieja, me vino a contar sobre los nuevos vecinos de verano, pensé: “una más a la collera”. Pero claro, ella jamás estuvo. Todas decían que era una posera, una engreída. Pero con ese cuerpazo, cualquiera es engreída y hasta posera. Ella nunca fue la amigaza que un principio supuse que sería. Lo cual, no fue del todo malo, con los años, claro.

Pero no pienses mal, no. Yo no soy como el romántico de las películas, never, yo sabía como acaban esos huevones. Pero en todo caso, esperaba ser, como el tipo re tímido que al final coge valor y ¡juás! se la agarra, y viven, así juntitos, todas sus vidas. Los sentimientos más tiernos, se me venían como imágenes de un futuro juntos. Soñaba. Por primera vez soñaba en alguien. Lo cual fue grandioso y excitante a la vez: sin conocerla, ya la conocía. Si, tenía esa impresión, aguda, nerviosa, que sin hablarnos nunca ya nos conocíamos desde aquella tórrida noche en que la soñé.

Ella estaba con su eterno bikini rumbo a la playa, a pesar de estar todo oscuro, yo la veía. No había luna y la playa estaba vacía. Se dirigía caminando-saltando, como ella solía hacerlo cuando se iba a bañar al mar, cuando de repente unas luces azules y verdes salían de su cuerpo y la dejaban desnudita. Paraba su marcha y veía un close up de su boca sonriendo a alguien. Luego me percate que era yo parado en la arena. Ella volvió a caminar-saltando y yo abrí mis brazos. Luego nos revolcamos en la arena, y tuve la sensación de que me hablo por horas, de horas. Como en las mil y una noches, pero esta vez me hablaba de su vida, de ella, del mundo y las estrellas. Después, me cogía la mano y me besaba y cuando estábamos a punto; trataba de despertarme, hay cosas que no debía soñar en ese entonces. Aquel día marco el punto de mi renacimiento y destrucción, comprendí, que mi secreto con Cristina, era sólo mío.

Salmo de destrucción: Cristinita Moore, I need more.

Eres demasiado Moore.
Pero yo te necesito más.
Te sueño, te extraño.
Como el mar.

Eres tanto, que tu cuerpo no cabe en mis ojos.
Y eso que eras tan delgada.
Eres tanto, que nunca acabare de saciarme de ti.
Y eso que no eras tan poca cosa
Eres tanto y tantas veces juntas, que no puedo separarme de ti.

Te necesito.
Te quiero.
Te amo.

Cristinita Moore eras demasiado.

VII

Recuerdo aquel día en que la arena ardía más y más. Mientras yo corría a comprar mi paleta de 30 céntimos, en la tienda de la esquina y a escuchar a Nina Persson and The Cardigans, más y más, hasta que el verano se tragará la canción por siempre, remorando a la riquísima Cristina. Quién ahora iba agarradita de la mano con el imbécil de Lolo, por que ya son las once y Lolo le va a echar bronceador en las piernas, en el pecho y en la espalda. Fue ahí, cuando vi los hermosos labios de Cristina acercándose a los lacerantes de Lolo y demorarse los segundos más eternos de ese verano. Pero no había que perder la cabeza, me recordé brutalmente, que la disfrute lo que quiera, que yo, no este sino el próximo verano, te voy a conocer, pero a fondo como a las personas que amas. Me fui llorando y con ganas de patear a alguien.


Cristina fue el verano del 98, eso ya lo sabes. Pero también debes saber, que a pesar de Cristina, siempre estuvo la Tati. ¿Quién no estuvo con ella? Creo que ella es también un mito: el poto más firme en décadas, según palabras del siempre útil Matías, en todo lo ancho y largo de la playa las Palmeras. Pero no te olvides que Cristina Moore siempre fue demasiado. Aunque Tati, nunca estuvo nada mal. En fin, por esa época yo andaba obsesionado con el fútbol y Cristina. Como cualquier mortal común. Y lo mejor de todo es que yo si dejaba todo en la cancha. Que orgulloso se sentiría Cachito Ramírez al enterarse que un chibolo de 16 años jugaba como él en plena playa las Palmeras, en aquella improvisada cancha con arcos de sandalias, y cuyo único límite era el mar.

Matí, o Matías mi primo- ya se te estará formando, en tu cabeza enferma, la suposición de una relación mariconísima con Matías-. Y no serás, pervertido(a) a fondo. Pero nada más distanciado que eso, porque Matías era un homofóbico total. Pero un poco más de eso (re total quizá). Lo jodía con eso de los traumas de tu niñez, ¿no? Esos en los que tu viejo te tocaba (risas) y odias a los que son como tú (como el tipo del FBI, ese gordo llamado Hoover, que era gay y mataba a los que era como él, es decir, mariconazos totales). Pero eso no viene al caso, por que con Mati en ese verano del 98 no hicimos otra cosa que no sea mirar a Cristina y jugar fútbol playa. Déjenme decirles que yo sí se de fútbol.

Tú que lees, en la inmensa marea de la diversión inusitada, que espero haya recorrido tu cuerpo de costa a costa, te darás cuenta que, Esteban, trata de eludir el tema en cuestión. Yo también me había dado cuenta de este asunto, cuando comenzó a hablar de la Tati, pero para no aburrirlos con largas discusiones acerca de su trasero, te diré que sí, Tati fue siempre el primer agarre de esa generación, y, por consiguiente, el de Estaban. Daremos un salto mortal hasta la fiesta de febrero del año que sigue, que, aunque, viene mucho antes del multitudinario cumpleaños de Cristina Moore, sucede el primer e intimo-cague-de-risa, encuentro entre Tati y Esteban. Entonces se preguntarán, que diablos hago yo acá. Sin duda, deberé responderles que mi actuación acá es de ahorrarles dos hojas totales de disertaciones que no vienen al caso, ya que si bien se habla del Perú y del mundial y sobre como Tati siendo tan pequeña tiene el trasero tan grande y redondito, no hablan casi nada de Cristina. Sin más que añadir, continuamos con la fiesta de verano de principios de febrero, que, sin duda, es el mes más calenturiento del verano.

Me di cuenta, que tenía que conocerla, sino mi mundo se iría a la mierda. Pensé que ésta suposición, era recontra correcta. Recuerdo el día en que me prometía conocerla, hace ya un año creo, pero conocerla a fondo. Sin embargo, la vida te da sorpresas, la conocí un par de días después del beso, que me tocó ver en la playa. Me dijo hola, y me pidió que dejara de jugar con mi palita, y que me moviera más allá, que se estaba bronceando. Luego vi mi pala y se la lancé con odio (aunque esto no sucedió, claro). Me quedé mirándola un momento, y luego conteste hola de nuevo, pero ya no había mucho más que decir, así que le pedí perdón y me fui camino a mi casa, con unas lagrimitas de emoción y tristeza, arrastrando mi palita.

“Yo cavaba un túnel para llegar a tu corazón”. “Yo quería descubrir un tesoro en la arena y dártelo entero”. “Yo quería, con mi pala, llegar al otro lado del mundo para ver si habían más como tú, por que tú no eres parte de este mundo”. Estas fueron las respuestas geniales, que se me debieron haber ocurrido, en aquel momento. Fue así como la conocí, de ese modo tan patético. Yo la había visto a lo lejos como una mancha sexy en la arena caliente de la playa, cuando en silencio, propio de cualquier cazador que se respete, me ponía a un costadito cada vez más cercano a ella y la miraba cada vez más y más cerca, más y más cerca, hasta el punto en que me di cuenta, que estaba a punto de dejarla sin sol, desesperado vi a un chibolo que andaba por ahí, y le dije en el oído: “vamos a hacer un túnel para meterme ahí y tú me entierras, habla”. El trinchudo, me sonrió maquiavélicamente y me pasó una lampita, y pum, pim, pam, me puse a lampear con él, pero mirando como quien no quiere la cosa las piernas de Cristina. El resto ya es historia. Una muy triste.

A partir de ese día me convertí en el pichangero más brutal del mundo, no quería encontrarme con ella por nada. Sin embargo por las noches me escabullía para verla en su terraza conversando con Lolo, aunque aún soñaba con ella ya no era igual. Pero el momento de la redención estaba a la vuelta de la esquina literalmente. El vecino-compañero-pichangero, Pedro La Torre, armaba un tonazo el Miércoles a partir de las 12pm, con música en vivo, proporcionada por la banda de su hermano, nada más y nada menos, que Los Rufianes Melancólicos (tribute a Roberto Arlt). Pero más importante aún, la que me pasaba el dato era Tati. Quién se conmovió tanto, por verme llorando de felicidad por la noticia, que me pidió que fuésemos juntos a la fiesta para bailar bien pegaditos. Yo seguía llorando por la totalidad de la circunstancia.

Me coloque un polo cualquiera (tenías que dejar constancia de que todo te llegaba), luego revise mis muecas, a ver esta de diversión, a ver esta de seriedad, la que te aumenta edad. Ninguna funciono bien. Pero se hacía tarde, y ya me colocaba las sandalias, y salía con la billetera gorda, por cualquier circunstancia. Cruzaba la calle, tocaba la puerta y salía la Tati lista y linda, con una faldita muy chiquita, que la hacía ver megaricotona por todos lados. Me cogió la mano y me dio un beso en la mejilla, y nos fuimos a la fiesta.

Eran las ocho y Tati ya bailaba con otro. Yo estaba tomando las cervezas que aún quedaban de la primera chancha (dicese…,). Había un huevo de gente, y yo había ido con Tati, quién, como dije, me había dejado solito en una esquina. Los Rufianes no tocaban nada, solo se escuchaba de vez en cuando, a un pelucón que tocaba el bajo mientras bebía, el resto del grupo estaba entre chicas hablando de no se que mierda, quizás de ese chibolo que esta apunto de vomitar, y que al parecer soy yo. Siento que tocan mi brazo, y es Matías, que me pasa una cerveza más. Y me dice con voz cojuda: “que haces acá, no viniste con Tati”. Yo solo muevo mi cabeza en dirección a la Tati, que bailaba, con un huevon. Pero nada más equivocado, siento unos bracitos que rodean mi cintura y lo apresan con fuerza. Era Tati.

Matías, se caga en la nota, y me dice ya vuelvo. Tati me mira, yo la miro. Me pide que vayamos afuera. Adentro Pedro tiene la buena idea de poner la radio mientras “afinan” los instrumentos, capta la radio y escucho una canción, que no recuerdo. Soy tomado de la mano por Tati, quien me conduce a la orilla del mar en dos patadas. Solo escucho el mar. Nos sentamos muy juntitos, y puedo jurar, que ella sentía que a mí se me había parado (hay flacas con un sexto sentido) Luego me da un beso y fue mi primer gran beso, pues yo le enyuqué (¿Qué?, realmente me encuentro sorprendido por el adjetivo) mi lengua con fiereza, y con la de ella combatimos un delicioso momento. Nos separamos. Ella me miro locamente, que genial ¿no?, y se lanzo de nuevo hacia mi sedienta boca, pero esta vez, ella ya estaba sobre mí. Nos besamos, nos besamos al ratito. Me tocó, y que bien. Yo deslice mis manos, pero no, esas manos a la cintura me recordó el manotazo de ella. Pero había que ser persistente y lo logré, su culo realmente era ergonómico a cualquier mano. Parecía tan perfecto, yo no sé. Le sigo tocando el culo firmemente, como en película porno, ella me quiso sacar el polo y no pudo, pero yo si le vi una teta, creo. Yo seguía firmemente concentrado en su sensacional trasero, que era lo único que realmente sentía en su totalidad, pero comencé a ambicionar, hundí mis manos para calentarnos aún más, y más. El olor de su perfume me perforaba, el olor del trago se hizo insoportable entre los dos, pero teníamos que continuar, yo… la amaba, y ella… me amaba. Si eso no es amor, que chucha es, pensaba. Y el mar y la arena, desaparecieron. Toda la playa se hizo amor. Cuando sucedió.

Sabía que las tenía que cagar, como efectivamente sucedió, pero esta vez no fue culpa mía, no, sigo pensando que yo no fui. Fue el alcohol, mi estomago de niña, mi falta de tacto, pero yo no. No recuerdo como fue – quizás no lo quiera recordar jamás-, pero vomite. Lo saque todo de mí y sobre ella. Ella no supo que hacer, menos yo. Se fue, me mando una cachetada, murmuro algo como mocoso de mierda, y se fue. Yo intente seguirla con la mirada pero ella ya no estaba Me levante, traté de examinarme, y estaba limpio, todo mi buitre fue sobre ella. Decidí irme a mi casa, ya que más quedaba. Me paré y me dispuse a largarme. Aunque no sabía para que, el día siguiente sería el infierno. En mi borrachera no mire la rocaza en la arena, me tropecé y rodé hasta la orilla adolorido. Me mojé entero.

Llegaba ya a la casa de Pedro y como no quería encontrarme con nadie me di la vuelta entera. Mientras cojeaba se formaban charquitos de arena, vergüenza y mar. Y fue cuando escuche la primera canción. Al parecer había comenzado el mini concierto en la casa de Pedro, eso definitivamente sonaba a “Are u Gonna go my Way” con un inglés totalmente machacado por una voz asquerosa pero que sonaba fuerte y exudaba alcohol.

“I was born long ago (yo nací hace algún tiempo)
I am the chosen I’m the one (Soy el elegido, soy el único)
I have come to save the day (he venido a salvar el día)
And I won’t leave until I’m done (No me iré hasta que acabe)
So that’s why you’ve got to try ( Por eso tú debes intentarlo)
You got to breath and have some fun ( Tu lo inhalaste y fue divertido)
Though I’m not paid I play this game ( Pienso que no pagare por este juego)
And I won’t stop until I’m done” ( y no parare hasta que acabe, o no? Tengo dudas respecto a esta parte)

En la pista de baile se había formado una mancha consistente, toda la playa en pleno en palabras de Matías. Pipe, así se llamaba el hermano de Pedro, cantaba en voz en cuello todo lo que podía, apenas se entendía la letra (que acabo de mencionar arriba), pero cuando llegaba a los riffs, que después del Are u gonna go my way del coro, todo el mundo se movía, saltaban pero nadie bailaba. Solo Cristina. Según Matías el rock es bailable, pero solo por chicas lindas, creo que debo de estar de acuerdo. No importo Santiago (el nuevo novio), no importo que sus amigas la observaran raro, no importo que ella fuese la única que sintiera el rock, no importo nada de eso: sólo importo ella, sus caderas, sus pies descalzos moviéndose con el riff endemoniado, sus senos perfectos llenos de rock, de locura y belleza y su pelo encima de su cara dándole la riquísima apariencia de chica mala en una situación prohibida. Puta y que increíble. Me seguía enamorando más de ella. Supe, que mi vida y la de ella eran una, por una rara razón, que me negare a comprender.





VIII
El cumpleaños

Buscando canciones para mi playlist de Andrés Calamaro, recordé que él empezó chibolazo cantando y tocando en Sui Generis, aunque sólo fueron un par de años (pero que tipo de años serían esos). Luego paso a otro grupo de poca monta hasta que llego a los Abuelos de la Nada. Pienso que se llamaron los abuelos, por que sabía que serían los abuelos de algo más grande que vendría, como sucedió en realidad. “Todo lo que logré, lo logré tocando mi guitarra”, dice Calamaro en una entrevista, algún día yo diré que todo lo que lógre, lo lograré amando a Cristina. Pero hurgando más descubrí una canción del 85 o más antigua quizás, que fue un exitazo de esos que ahora cantas en karaoke. Te aseguro que lo haz escuchado o tarareado alguna vez, pero para mi fue como una revelación.

Ni me acuerdo mi nombre (era yo), a ha, muy tranquilo en la arena (que chévere)
el rumor de la calle, a ha, poco me interesa aquí, bajo el sol, aquí hace tanto calor.
No, no me saques de aquí por favor, estoy demasiado tranquilo (soñándote)
no quiero enterarme de nada hoy, así es el calor.
La del medio esta buena (es cristina), a ha, yo me siento muy bien también
la apacible vereda, a ha, la vida se renueva aquí, bajo el sol, aquí hace tanto calor.
No, no me saques de aquí por favor (se me acaba de parar y con traje de baño), estoy demasiado tranquilo
no quiero enterarme de nada hoy, así es el calor.
Ni me acuerdo mi nombre, a ha, muy tranquilo en la arena,
el rumor de la calle (¡heladossss!), a ha, poco me interesa aquí, bajo el sol, aquí hace tanto calor.
No, no me saques de aquí por favor, estoy demasiado tranquilo
no quiero enterarme de nada hoy, así es el calor...


Paso un año, quizás un par de meses más, desde el último vomitivo encuentro. Era verano de nuevo (todo lo importante pasa en verano). Febrero para ser más precisos. Ese año acabe el colegio, había ingresado a la universidad, y todo parecía genial. Sólo faltaba un asunto por resolver. El sol, aquel verano del 2001, estaba tan fuerte que me permitió recordar: “sólo me quedaba un verano para lograrlo”. Cristina Moore, estudianta egresada del Colegio Sophianum, había conseguido (por una grandísima vara de su viejo según me informaron) una plaza en la Universidad de New York, para dedicarse a la publicidad en la llamada capital del mundo. Me quedaban dos meses y medio.

Por lo pronto me enteré que Cristina, rompió con su novio Santiago, al día siguiente de su baile de promoción. Todo a partir de ese evento parecía predestinado, a llevarnos al eterno amor bajo el sol y la arena. Típica canción de Gian Marco. ¿Manyas?.

Matías anda con Tati, desde hace unos dos días. Tati y yo no nos hablamos. Matías nos comunica graciosamente, parece que nos haremos mejores amigos (¿habrá perdones de por medio? No lo sé). Pedro está solo en su casa hasta fines de Febrero, posible bomba con vodka y chela, producto de su ingreso a la Molina. Arturo, Miguel y el resto de la mancha, no ingresaron a la universidad, seguramente estarán en una pre, cagándose de calor. Y yo tranquilo en la arena, a ha. Pensando en Cristina, a ha. Lo cual posibilita, o aumenta la probabilidad de acercarme a ella en plan de visita vecinal, sin ninguna molestia y tener un buen resultado. Pero que le digo, hola Cristina soy yo el que vomita “encima” de las flacas- fama de mierda-. Tendría que practicar mi frase de entrada, ¿no?. Cristina tienes, o sea, agua, por que en mi jato, o sea, no hay, ¿manyas?. Son las once, ¿bajamos a la playa? Te propongo un helado, quieres un sublime o un be&be. Tendré que pensarlo muy detenidamente.

Lo pensé demasiado, y siempre hay la posibilidad que te vayas al diablo y tengas que improvisar, para no cagarlas. Y más si ya no tienes tiempo. Mi línea de muerte no es otra que el cumpleaños número 18 de Cristina. Faltan 48 horas. Pensé en comprarle un regalo (un peluche quizás) pero me pareció realmente tan turbador, ¿Por qué yo tendría que regalarle algo a ella? Tendría que llegar y esperar, ver el momento correcto y agarrarle la mano sin decir nada y atreverme a bailar con ella, mirándole directamente a los ojos. Pero, ¿y si no puedo?. Y si sus ojos no miran a mí. Y sí… ella se va con otro. No puedo dejar cabos tan sueltos, no. Lo mejor será saber todo sobre la fiesta. Primerísimo, primer problema: y si no estoy invitado.

“ Por supuesto, que estas invitado, vas conmigo y estás invitado, no problem”, me dijo Matías cuando le consulte mi sospechosa inquietud. Entonces, al ver mi cara de felicidad, me dijo lo siguiente “mira huevon, se lo que planeas y ojalás te salga, pero como te quiero, huevonaso, te digo que no te hagas ninguna puta ilusión. Vas, chupas, sacas a bailar a la Tati, y te regresas, nada de huevadas de bailar con Cristina, ni nada de eso, esa mierda solo te puede hacer daño, huevon, escucha…, escucha pes mierda, te lo digo por que sé como es esa huevona, es una perra estúpida. No me pongas cara de reconchatumare, te digo que vamos, chupamos y nos vamos.”

Yo ni lo pensé dos veces, cuando este sola me acerco con mi cajetilla Lucky Strike y todo un caballero, le ofrezco un puchito. Si ella me lo acepta se lo prendo, y le pregunto sobre que se siente tener 18 años. Aguardo a que me responda ( no me importa que), y de ahí le digo si quiere darme la siguiente pieza (hecho un caballero azul, por que ella es mi princesa blanca) si me dice sí, bailo como nunca, y trato de acercarme todo lo posible. Si ella me rechaza le cojo la cintura y rapidito le doy una vuelta para intentarlo de nuevo. Si no seré un triste cojudo. Tengo que bailar pegadito con ella y sentirla totalmente, en la plenitud de su inmensidad. Esa ansiedad, es la única que necesito para continuar mi estúpido plan.



No me queda ninguna duda, hoy tengo que hacerlo. Ayer no pude dormir bien repasando mis líneas de batalla. Definitivamente, debo hacerlo. Si o sí. Cuestión de amor y de muerte, totales. No soñé nada lamentablemente. Matías me anduvo acompañando hasta las tres de la mañana con un vodka mal parado del refri. Yo tome poco, necesitaba estar lúcido. Matías tomo como siempre, puta, como si fuese un deporte. Ya con unos tragos de más, Matías, como que se le ablando el corazón, y hasta me ayudo haciendo él de Cristina. Para decir verdad no le salía nada mal. Lo único malo es que siempre me rechazaba. Quizás hasta borracho trata de protegerme. Ni que fuera un imbécil. ¿No?

Pasaron las horas. La espera. Espero no llegar demasiado tarde demasiado.

Son las doce y ya estoy listo para ir a la fiesta. Matías no llega. Mis viejos llegan el viernes, por ahí no hay problema. Me he bañado, tengo el pelo mojado, y me puse la loción LaCoste, de mi cumpleaños. Estoy hecho un total gigoló, creo. Estoy confiado, pero algo pálido no sé si podré con la presión. Espero no vomitar. Nadie besa a alguien que buitrea. Cero alcohol para mí por favor. Pero, ¿a que horas mierda, piensa venir Matías?. Recuerdo: “Puta weon, yo te busco a las doce. La Tati no va no se por que, creo que esta asada…Si huevon vamos a ir, yo te busco…”, eso me dijo el reconchas en una tranca, y todavía no llega. Definitivamente, tengo que tomar algo para calmar los nervios. Me saco una cerveza del refrigerador. Me la abro, y veo por la venta a Matías que va llegando. Con su cara de estúpido, veo a sus labios decir “he hey” y me hace así, con las manos. Le devuelvo el gesto y por poco me quedo sin chela.


Anduvimos sin hablar todo el camino. En realidad, luego de saludarnos, fuimos de frente a la fiesta a dos casa más abajo. Hace un chupo de tiempo, que no sentía lo que siento en el estómago. Es un escozor nervioso que parte del estómago y se instala en mis manos y en mi cara. Me pongo aún más pálido, como si nunca me hubiera bronceado, a mis manos las siento rasposas y resecas. No falta nada, estamos a nada de su casa. Se escucha fuertísimo la música que antes era lejana, mis pies comienzan a repensar la idea de una retirada honorable. Matías me coge del brazo y avanzamos. No falta nada. Hay unos chicos al frente de la casa fumando, marihuana, o algo así, no se mucho de drogas. Seguimos sin saludar a nadie todavía.

Ya estoy en la sala. Pregunto donde esta el trago, me dan una cerveza de lata. Matías se va al baño. Se me acerca Pedro, nos quedamos hablando de no se que mierda. Trato de ubicarla, pero no la veo por ningún sitio. No reconocía para nada su casa., a pesar de haber estado ya un par de veces antes. Me parece extraño, tengo algo en la garganta que quisiera gritarlo. Regresa Matías, y me pregunta como estoy, bien le digo. Me vuelve a mirar, y me señala detrás de su hombro. Era Cristina besando a no se quién mierda. Matías esta a punto de cagarse de risa, pero me ve y casi le sale bien eso de callarse de la pena ajena. Matías sólo me ve, su cara no dice nada, y ya estoy levantado. Pocas veces he sentido tanta decisión en mi vida. Me detuve al frente de Cristina, y al otro tipo le metí un patadon en la pierna y grite, haber pues huevonazo. Me sacó la mierda.


Aún conservo el hilo de los puntos quirúrgicos. Son tres puntitos al costado de mi ceja izquierda. Si vieran como quedo Matías, me da una pena terrible, tiene un parche en el ojo y una venda en la mano. En mi vida me había sentido tan cansado. Tomar un vaso de agua, acabaría por desmoronarme internamente. No puedo reírme, pero trato de mantener la sonrisa estúpida, aún no entiendo muy bien porque. Esperanza, quizás. No estoy muy seguro de nada. Me siento perdido en el limbo del desconcierto. No se que hacer en las semanas que le faltan a este verano. Sin amigos, sin nadie y con padres.

No sé ni siquiera que hago acá. Debería estar lejos, muy, muy lejos de la playa. De Cristina. Mirando la ciudad desde un punto alto, y pensando si debería aventarme o no. Algo así de profundo. Cosas de hombres, decididos. Monumentales. Que prefieren morir de romanticismo en vez de vivir esta realidad cada vez más cierta. Y no estar acá, con una limonada on the rock intocable, y mirando al mar ir y venir, como si ya nada tuviera tanta importancia como eso.

Tocan la puerta, mi madre abre despacio. Por la franja de luz se ve un rostro que sonríe. Mi madre sonrie y le pide que pase. Ella se niega. Discuten. Ella gana, le da un sobre a mi madre, que tiene mi nombre encima: Esteban. Se pierde en la luz de la calle, corriendo hacia la interminable playa las Palmeras.

Me hago dormido en mi perezosa cuando mi madre entra en silencio al balcón, que da frente al mar, y deja el sobre en mi mesa y recoge la limonada helada intacta. Se va. Trato de ver a través de la mínima ranura de mis párpados. Cojo la carta, y me quedo en una puta pieza. Esa letra es de mujer. Rasgo de un tiron el sobre, y me duele la mano. La estúpida sonrisita de esperanza, comienza a formarse de nuevo en mi boca.

El papel es un papel común no huele a nada, por más que esfuerzo a mi nariz. La carta está hecha a computadora, lo cuál es una lástima, creo que a mano las cartas son realmente cartas. Uno puede ver lo que paso al escribirla, si se te altero el ritmo al escribir algo, si tachaste u omitiste algo. En cambio con una carta a computadora sólo me queda pensar, que estoy totalmente perdido. La cierro de pronto, alguien entra al balcón. Es mi viejo.

- Esteban, como estás hijo
- Bien, papá.
- Ya tienes 18, puedes llamarme Alfredo.
- Bueno, Alfredo, me encuentro perfectamente bien. Y dime Esteban
- Ok, parece que no tienes ganas de hablar sobre tu problemita
- En realidad, no. Te lo agradezco.
- Pues no va a poder ser compadre.
- Esteban.
- Bueno, Esteban, Carmen me ha pedido que hable contigo. Tú sabes como es tu vieja.
- Si pero, que quieres que te diga.
- Lo que quieras.
- No sé, tomé mucho, y me peleé.
- Así de simple… es la primera vez que te pasa eso ¿no?
- Sí, pero siempre hay una primera vez para todo. O ¿no?
- Bueno, parece que no estas de humor, así que iré al grano, tu vieja, es decir Carmen, quiere que te vayas a disculpar a la casa de Cristina Moore.
- Ya.
- ¿Ya?, estás seguro?
- Sí, cero problema.
- ¿Estás bien?
- Sí, como las huevas Alfredo, más rato bajo a pedirle disculpas a Cristina.
- A bueno.

La mejor forma de cagar a un adulto es darle la razón. De plano, si comienzas a discutir siempre le das la razón a él, por una extraña razón, que cuando sea adulto pienso entender. En cambio si le das la razón al toque te quitas la tara de que la discusión se prolongue, y encima te castiguen. Ahora bien, tienes que hacer lo que te piden, sino la interpelación será tres veces peor. Además, sí quería pedirle perdón a Cristinita.

Hice un esfuerzo propio de caballero del zodiaco en problemas, y me levante de mi perezosa. Me coloque una polera en mi cuarto, y salí. Así, sin pensarlo, sin ni siquiera, decirme si estoy bien o mal. No podía pensar, estaba cansado. El sol estaba bastante fuerte afuera, a pesar de ya estar atardeciendo, o mejor aún, el sundown se me venía con fuerza. No me había dado cuenta. Camino unos pasos, y no veo a nadie. El estómago me comienza a doler un poco pero no le hago mucho caso. Estoy a tres, a dos, a un paso de la puerta de Cristina Moore. Toco la puerta. Nadie me abre. Toco de nuevo, con un poco de impaciencia. No pasa nada. Veo por la ventana. Parece que no hay nadie. Me siento en el piso, me duele todo. Recuerdo la carta que me dejo mi vieja cuando dormía. La leo, ahora sí, con atención.

A Esteban Martins,

Hola Esteban, no se como empezar esto. Lo mejor será pedirte que vayas a la playa, ahí te estaré esperando….


No leí más, en realidad era casi una página, pero no necesitaba más. Me levante y corrí hacia la playa. El sol había calentado alarmantemente la arena. Pero no importaba, ya veía a Cristina en el sol con su bikini blanco, y pareo verde. Con una sombrilla de lona, que le daba un sombra de misterio riquísima. Sólo ella me pudo haber escrito aquella carta.

De un salto caigo en su toalla, mis pies ya no resisten más la arena. Ella me mira divertida. Sí, realmente es Cristina. Me hace un gesto para sentarme a su costado. Será la primera vez que esté tan cerca de ella. Me siento, me sonríe, y me mira, todo en un segundo, quizás dos. Yo me quedo callado por la situación, tres segundos más. Al sexto segundo ella abre la boca; yo también. No sé porque siento que estoy a punto de decir algo inconmensurablemente maravilloso, pero no sale nada. Cierro mi boca, ella hace lo mismo. Me parece que esta nerviosa. Lo carburo en un fracción de segundo y me doy cuenta que ella en toda la historia, que la conozco, nunca a estado nerviosa. Vuelve ahora sí a abrir la boca y me dice: E-S-T-E-B-A-N.

Perdón, grito antes de dejarla continuar, perdón por todo Cristina. Perdón por cagarte la fiesta. Perdón por seguirte por todas partes, perdón por cualquier cosa, perdóname, por favor. Por favor Cristina, lo ¿harías?.

Ella me miro con sus ojos, que me parecieron inmensos, abarcantes, únicos. Y solo dijo, te perdono. Sacudiéndose de la arena, se paro de un salto y corrió hacia al mar.

Yo me quité el polo como un loco, y la iba a seguir cuando vi la carta de nuevo. Me siento y la reviso con una curiosidad intensa. Mi corazón, estaba al máximo de su potencia, solo podía escuchar su constante bombeo. TUN-TUN-TUN. “Esteban, espero realmente que vengas por que quiero hablar contigo. Ayer hable con Matías (que fuerte era tu primo) TUN- TUN-TUN, y me contó todo lo que padeciste. En un primer momento no me di cuenta de nada, soy super distraída. TUN- TUN-TUN- TUN- TUN-TUN, pero a veces así es la vida. Sé que me querías decir algo en la fiesta y yo también te quiero decir algo TUN- TUN-TUN- TUN- TUN-TUN- TUN- TUN-TUN, pero será mejor que leas esto que descubrí por ahí, antes de venir. TUN- TUN-TUN- TUN- TUN-TUN- TUN- TUN-TUN- TUN- TUN-TUN.

Sobre la palma de mi lengua vive el himno de mi corazón
siento la alianza mas perfecta que injusticia a media voz
la vida es un libro útil para aquel que puede comprender
tengo confianza en la balanza que inclina mi parecer.
Nadie quiere dormirse aquí, algo puedo hacer,
tras haber cruzado la mar, te seduciré por felicidad yo canto.

TUN- TUN-TUN- TUN- TUN-TUN -TUN- TUN-TUN TUN- TUN-TUN- TUN- TUN-TUN. Te gusta ?, la reconoces ?. Sé que te gusta este grupo. A mí me esta comenzado a gustar. Y eso que es tan antiguo y yo que pensé, que los ochentas eran anticuados. Pero ahora que los escuché, me parece que hay cosas que el tiempo no puede cambiar TUN- TUN-TUN TUN- TUN-TUN TUN- TUN-TUN, no ¿crees?. Pero me callo, quiero hablarte hoy mas tarde, te estaré esperando en la playa a la seis. ¿TUN- TUN-TUN? (aquí casi se me para el corazón) Te espero. Te quiere la gran C (y no, no es de Cristina)

Eran las cuatro. No podía ser Cristina Moore del Prado Vargas, y ya no me importaba. Caminando de vuelta a casa, no volteé ni una sola vez para contemplar el cuerpo espectacular que brillaba bajo un sol que intentaba ocultarse. Ni la mirada penetrante y única. Ni nada. Ya no habría tiempo para eso. En mi cabeza tenía clavado las frases de la carta, pensaba en la canción. No podía recordar cual era el título, ni siquiera el grupo. Tampoco tenía luces de quién me podía haber escrito esa carta. Llego a mi casa, saludo a Alfredo, y entro directo a mi cuarto, enciendo mi computadora y coloco el playlist de los ochenta. Abro el archivo de mi diario ultra secreto de verano, y releo unas hojas. Trato de describir lo que siento en ese momento pero no me viene nada a la mente, sólo confusión. No puedo dejar de pensar en la carta, el tiempo pasa lentísimo. Me hecho en mi cama, y ya no pienso en Cristina, lo cual es extraño, después de tanto tiempo. La carta hace suya mi mente y me siento totalmente

Por los parlantes una melodía electrónica, que tiene toda la pinta de canción de misa, suena suavemente. Se escucha solamente un coro que canta al ritmo de la batería. Y escucho, la misma letra de la carta. “Himno de mi corazón”, se llamaba la canción. Alguien me estaba haciendo una declaración de amor. Algo que yo, por más, que pensé, y repensé, no pude hacer. Prorrumpo de mi habitación al balcón que da al mar. Y miro la palidez del cielo y sé que no falta para las 6. Volteo y miro el reloj colgado en la pared. Cinco para las seis, hay cosas en las que no me puedo equivocar. Me encamino a la playa en el más completo silencio. Solo puedo pensar si aceptaré, la declaración de amor, que una desconocida me hace. No quiero pensar más. Sólo quiero saber su nombre y las letras que compartimos entre los dos y creer que de alguna manera me parezco a Cristina Moore por la inmensidad que significa.


Epilogo (que raro no)

Llegue a lima sin creerme el cuento. A veces pienso que el verano encierra todo y le da un brillo especial como cuando la arena se te queda impregnada como una segunda piel y puedes, por momentos, ser brillante de a de verás. No se muy bien lo que significa eso, pero no sé. Tengo un aire marino aquí entre estos dos pulmones y no me lo termino de creer. Ella esta dormida en mi regazo mientras escribo esto. Y no, no pienses mal es muy tierna contemplarla con su carita tan tersa y fina y todo a pocos centímetros de mí. Yo no acepte nada, y ella lo quiso todo, y aquí estamos en su cuarto mirando una película que a ella le aburre y a mi me fascina. No todo podía ser como mirar a las estrellas y decir te amo de todas las formas posibles, y escuchar de cerquita el mar que con su devaneo nos ponía el corazón al mismo ritmo. Hay cosas que te hacen sentir vivo, y acariciar su cabello es una de ellas. Me impacta en realidad, aunque no es la primera vez que se queda dormida. Ni que fuera un somnífero. En realidad ella me dijo que le doy una seguridad que nadie le puede dar, por eso le dolió muchísimo que yo no supiera quien era ella, cuando ella todo el tiempo me enviaba señales de todo tipo y yo ni cuenta. Y la carta fue parte de una estrategia nada inteligente, de tratar de decirme algo que yo ya debería saber. Tétrico fue, cuando la vi sin maquillaje alguno sonriendo bajo sus gafotas negras (a pesar de ya estar medio oscuro), tenía un pantalón negro nada ajustado y venía sin sandalias. Yo me aparecí, me pare al lado de ella y le pregunte ¿no has visto alguien solo por aquí?, y ella me grito: Soy yo! Idiota, y yo me quede en cero y todo el cansancio olvidado vino a mi de golpe, pero me senté, como un caballero. Me le quede mirando, y ella me observó brutalmente, y rompiéndome pasito a pasito, me quito la piel y pudo observar que en la oscuridad donde mis pensamientos devaneaban que yo no sabía que hacía ella allí y mi presencia era demás. Y rompió a llorar en silencio, unas lágrimas sencillas, y luego débil, despojada se quito sus lentes y me los arrojo, luego trato de pararse, y yo hice, lo que hice. La detuve y acaricie por primera vez su labios, le di un beso, y ella me abrazo del cuello y se acomodo en mi hombro adolorido. No supe que decir, me quede quieto, muy, muy quieto, y ella me dijo a mi oído, te amo. Y yo me quede en silencio, y la volví a besar. Nos quedamos muy abrazados en el lugar más alejado de playa, y vimos los colores del atardecer aparecer y desaparecer y estos, que siempre fueron los mismos para mí, con ella fueron una experiencia veraniega mortal. Súper que algo raro estaba pasando, algo que me había ganado por walkover. Ella lo tomo todo, yo hice lo que debí hacer: se lo permití. Ella tenía un amor que era de ella y yo no soy quién para quitárselo. Es más, me siento admirado ya que ella se lanzo desde el acantilado más alto sin ni siquiera tener un plan de vuelo, y yo tengo miedo a las alturas. A veces siento que estoy equivocado, que no debería permitirlo, pero en estos momentos creo que el amor hay que dejarlo solo se enciende y sólo se apaga, como la vida quizás.











Texto agregado el 02-10-2004, y leído por 174 visitantes. (1 voto)


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