Existe una oscuridad incómoda. La convivencia con mi almohada me ha enseñado que los sueños terminan cuando el dormitar se vuelve trémulo, cuando las imágenes se vuelven negras y en ellas se filtra la luz de la vigilia. Entonces, el momento más oscuro del alba es la resaca del sueño, el sabor de la primera gota de sangre, el primer y último adiós, y los fracasados intentos de olvido de los primeros minutos de la mañana. Despertar es más complicado que solo levantarse del catre, del suelo, del sillón o, por último, de la cama. Hay quienes nunca terminan de despertar y siguen divagando sin rumbo. Oscuros en su existencia incómoda.

11.07.2017