Casquete corto, dijo primero, luego no le gustó el corte de cabello y pidió más corto, al final pagó lo de dos cortes y terminó rapado. Así se marchó a casa, donde el agua caliente de la regadera lo esperaba para poder lavarse el resto de pedazos de cabello que se le hubieran quedado en el cuello o incluso hubieran resbalado al pecho.

La calle estaba más fría y más oscura que de costumbre, la camioneta que había visto anteriormente, estaba cerca. Su caminar funcionó de forma inversa, en lugar de darle seguridad y protección lo hizo vulnerable, se cuadró y eso bastó: la estatura coincidía y el caminar también…

Al salir de la ducha, miró el espejo, su cabeza ahora hacía juego con su pecho lampiño, se vio las cejas pobladas y se contempló por más tiempo, como pensando en el rostro que veía sin cabello, un rostro nuevo al que no le quedaba su sonrisa, en fin, lo tendría que soportar, hasta que su negra cabellera, creciera nuevamente.

Tras cambiarse abrió el refrigerador pero no había más que unas rebanadas de jamón que no tardarían en hacerse babosas, tortillas de harina en las que seguramente brotaría el moho, y latas de refresco corriente, de ese que no le gustaba porqué sabía a “jarabe con gas”. Se puso a ver televisión hasta que se aburrió y recordó a media noche que tenía hambre. Entonces, se puso sus tenis, tomó la sudadera negra y salió a comprar algo para comer en la tienda 24 horas del barrio.

Los disparos resonaron en toda la colonia, el silencio de aquella noche parecía que anunciaba la muerte de uno de los vecinos, esa muerte que últimamente había rondado la colonia en la que habitaba una de las banditas más conflictivas para la ciudad. Andaban en la búsqueda de ellos, ya habían matado a varios, pero quedaban algunos que serían exterminados “como viles cucarachas”.

Regresaba de la tienda con un yogur metido en la sudadera, y dos paquetes de galletas en la mano. Sintió la presencia de alguien y comenzó a caminar de distinta forma, menos confiado, de pronto vio de nueva cuenta la camioneta que había visto cuando salió de casa, sospechó que eran los que andaban cazando a la bandita, temió por su vida, así que se quitó el gorro para que le vieran el rostro, pero no lo vieron…

El pelón supo que lo habían confundido, que habían matado a otro chavo en la colonia creyendo que era él, sabía que lo andaban buscando, pero él ya no estaba allá. Lejos de su “jefecita chula”, supo que alguien había muerto por él y que ni con eso cesaría su persecución.