Ya no sé si el tiempo está de mi lado
si miro al futuro con vaga esperanza
y me quedo siempre con el presente,
prefiero ese cierto porvenir de este hoy
que el incierto devenir de aquel mañana.

No me fio más de ese dudoso destino,
promesa de una deidad esperanzadora
que me dará, con su perifrástico futuro,
una mano y compadecido me proveerá,
entre la fe y la ideología, su redención.

Tal vez la respuesta no esté en el mito,
su disfrazada verdad, su forjada razón,
hábil consciencia para la inconsciencia,
consuelo inmediato para nuestro dolor,
alivio colectivo en una forzada catarsis.

Mi esperanza no ha de ser una metáfora,
espejo del alma humana, reflejo natural,
esencia maravillosa o fantástico cotidiano,
transmutación del imaginario universal
para apaciguar ese miedo de mí mismo.