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La diferencia de estar contigo parte 5

David acercó el carro a la esquina de la plaza, eran las 11 de la noche y el vestía un pantalón en color negro y su chamarra en azul marino.
-Buenas noches – le dije. David lo miró desde los pies hasta la cabeza.
-Buenas noches – él se agachó para ver el interior del carro.
- ¿ya terminó su turno? –pregunté al joven.
-Sí, estoy esperando un taxi.
-Pues deje que le regrese el favor. Lo podemos llevar sin ningún problema.
-Gracias, pero no es necesario – Jaime respondió.
-Es en serio, deje que lo llevemos a su casa. Por favor – me bajé del carro y le abrí la puerta de atrás.
Fue un acto que nunca me imaginé hacer, pero pasó, él se subió al carro junto con su mochila.
David es muy parlanchín, y habla todo el tiempo, habló de cosas tontas y sin chiste para que no se hiciera pesado el camino. Él nos indicó que lo dejáramos en la entrada de su casa. Entramos a un barrio que nunca me imaginé ver en vivo y a todo color. Es al poniente de la ciudad, una de las colonias más pobres de la ciudad. Su casa es de color verde junto a un barranco, un foco colgaba del techo, era lo que le daba luminosidad a la calle.
-Es aquí mi casa. De verdad, muchas gracias – Jaime salió del carro – Gracias – de nuevo pronunció desde afuera.
-Fue un placer ¿Cuándo puedo verlo? – me atreví a preguntar.
-Que esté bien – no respondió y se perdió entre la oscuridad.
-Vaya, vaya. Así que aquí vive el súper héroe que te robó el corazón – David miraba con desprecio el lugar.
-Deja de decir eso – le expresé molesta.
-Date cuanta ¿Qué te puede dar? ¿Ya viste dónde vive? Vive en una chocita.
Al día siguiente un par de llamadas estaban en mi teléfono, todas eran de David.
- ¿Para qué tantas llamadas? – dije del otro lado de la bocina.
-Tu súper policía dejó en el carro un papel con su teléfono escrito.
- ¿Cuál es?
-Nos vemos para comer y te doy el número.
Ya tenía su número en mis manos, dependía de mí si quería hablar con él, pero cómo siempre, David fue quien me ayudó.
-Deja de mirar esa pantalla y envíale un mensaje.
-No sé cómo – eso era verdad.
-Tomas el teléfono, escribes un mensaje de buenos días, con el teclado digital, le picas aquí en enviar y ya – dijo irónico.
-No tienes que ser así.
- ¿Qué le quieres escribir? ¿Qué quieres verlo?
-No tan descarado. Un mensaje de buenos días.
-Estas mujeres – David escribió el mensaje que fue contestado 10 minutos después – ¿qué dice el tipo?
-Buenos días, también.
-Uy, se esmeró en responder algo motivador.
-No seas grosero.
-Cariño. Si quieres salir con él tendrás que arriesgarte, ya pasó lo peor entraste a su barrio ¿Qué más puede pasar?
Esa era la pregunta ¿Qué más puede pasar?
Otro mensaje llegó, preguntaba sobre mis planes del jueves. Quedamos de vernos el jueves en una cafetería del centro en donde venden churros.
Me cambié mil veces de ropa porque ninguna combinaba, con toda la ropa me veía fea y gorda. Tengo ropa de todas las marcas, de todos los colores y precios, pero mi cuerpo no ayuda en nada, soy una gorda desparramada, los vestidos hace parecer que estoy usando un mantel, los pantalones me quedan apretados de la “zona v” y las blusas marcan mi joroba. Elegí los colores negros, pero hacía mucho calor. Me puse un pantalón negro con una blusa de rayas verticales con un saco en color verde militar. Me peiné de mil formas hasta dejar mi cabello suelto.

Continuará…

Texto agregado el 15-08-2020, y leído por 118 visitantes. (0 votos)


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