Óscar Fernández, jamás llegó a imaginar que por unas cuantas copas en una calle bogotana lo masacraría la policía La música que escuchó esa noche fue la que siempre le gustó desde que era niño, el son montuno. Prefería el ron en lugar de aguardiente y en asuntos de mujeres le gustaban las flacas, aunque su mujer era gorda y no la quería mucho que digamos. A las dos de la mañana se acabó la fiesta y salió de la discoteca con un par de amigos. A los pocos minutos llegaron dos policías bien bravucones, ahí empezó la discusión. Ni que tomarse un trago fuera delito. La discusión se tornó más intensa. De repente los policías lo arrojaron al piso y ahí le dieron puñetazos y uno de ellos que más parecía un asesino le hizo varias descargas eléctricas con el tazer. El amigo de Fernández grababa con su teléfono móvil pues en Colombia está permitido hacerlo.

El hombre gritaba que no lo fueran a matar, pero los asesinos siguieron descargando más corriente y una andanada de golpes solo por tomarse unas copas y andar sin tapabocas. El amigo suplicaba a los policías que no le pegaran más, que ya era suficiente, pero nada, parecían dos bestias con deseos de más sangre. Los vecinos del sector también suplicaban que no le pegaran. Al rato llegaron otros dos policías y en lugar de reconvenir a sus compañeros se llevaron al borrachito a un centro de atención inmediata y ahí lo molieron a patadas, puños y golpes con objetos contundentes. Uno de ellos grabó el procedimiento con su teléfono móvil. Otro dijo: "si se va a morir que no se le ocurra morirse dentro del CAI". El amigo vio como lo masacraron, ahí no no le dejaron grabar. Los vecinos aguardaban el desenlace de esta historia de dolor y abuso policial.

había muchos testigos fuera del CAI, a quienes la policía amenazó con matar si no se iban del lugar. El amigo del borrachito, con la ayuda de otro curioso subió al hombre agonizante a la patrulla de la policía. Lo llevaron al hospital más cercano, dentro del vehículo oficial le siguieron pegando. Ya en el hospital fue ingresado de inmediato a urgencias. A los pocos minutos salió un médico a decir que el borrachito había fallecido.

El amigo subió el vídeo a las redes sociales. El vídeo tenía mucho contenido violento, pero se viralizó y dejó al descubierto la sevicia de los uniformados. La procuraduría ordenó una investigación de inmediato y suspensión a los implicados. El ambiente se puso tenso ese día, tanto que el pueblo salió a protestar a las calles, en varias ciudades se formó una batalla campal y se cometieron toda clase de desmanes. La policía en un acto de bajeza disparó contra la muchedumbre, murieron ocho personas más. En ciudades como Cali hubo enfrentamientos con la policía en la calle quinta, cerca del parque de las banderas. Los manifestantes incendiaron y saquearon tres bancos, quemaron llantas y le tiraron piedras y palos a los representantes del orden, que a su vez respondieron con salvajismo. En Medellín intentaron quemar el comando de la policía, por poco lo logran, pero la reacción inmediata de los bomberos y los uniformados impidió que se extendiera la conflagración. Esa tarde y noche fueron inolvidables, por todos los sucesos trágicos y violentos. Todas las pruebas incriminan a los representantes del orden. Las protestas se extendieron por dos días. Hubo más heridos y muertos, comercios saqueados y mujeres violadas en los CAI por miembros de la policía. El médico forense dio su informe el cual decía: "siete fracturas en el cráneo, abdomen y piernas quemadas, hígado reventado, múltiples golpes en todo el cuerpo. El ministro de defensa, un viejo enclenque exhortaba al pueblo a seguir creyendo en la policía. Uno de los asesinos dijo estar tranquilo, al que grabó el procedimiento dentro del CAI le quitaron el teléfono y en efecto, ahí estaba el vídeo de la tortura propinada dentro de ese antro. Y para terminar el Presidente dijo que felicitaba a la policía por su gallardía.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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