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Para Cristi, con mucho cariño, gracias por todo…


Capítulo I

"La Primera Culpa"

Era una tarde tranquila en aquella gran ciudad, habían pasado un par de semanas desde el comienzo del nuevo año, y como cada fin de semana, él se encontraba solo en su habitación sin pensar en el mañana, perdido en el silencio y esa soledad que disfrutaba, que se había vuelto costumbre, que le abstraía de la realidad. Cargaba una culpa enorme, y la culpa lo había cambiado. Él creía haberlo tenido todo, y perdido todo a la vez. Hoy no quería nada, pero aun así sentía que algo le faltaba.

Su historia, era como otra historia más de dolor y traición, quizás no era la más triste historia de las que uno ve en el cine, pero su dolor no era común, había algo más detrás de ese dolor; sentía un profundo rechazo contra la sociedad. No siempre fue de esa forma, era un tipo común, con un trabajo común, con una vida común, pero, para él, un tanto distinta. Cuando era pequeño conoció el amor, y como toda historia de amor, todo tiene un inicio y un final.

Él tenía un pacto de silencio, que nació una mañana del primer día de octubre cuando recién comenzaba a vivir su juventud. Se disponía a salir al lugar de encuentro donde todo había comenzado. Era una época donde la comunicación era distinta a la de estos tiempos, donde no existía la instantaneidad, donde las personas conversaban mirándose a los ojos. ¡Qué dicha la de él!; ese día podría mirarla a los ojos y contarle que había aprendido a tocar guitarra como ella le había pedido. Había mentido para salir, y sabía que ella había hecho lo mismo. Tomó su guitarra, una que le habían obsequiado sus padres hace unos años y que no había podido aprender tocar, y había dejado llenarse de polvo en un rincón. Pero ese día era diferente. Había pasado unas semanas aprendiendo a tocar tímidamente una canción, una canción que para él habían sido semanas de intensas rabias contra su poca pericia, pero que se habían transformado en su primer acto de amor.

Llegó al lugar de encuentro, nervioso; sus manos sudaban y tiritaba al ritmo que avanzaba el reloj. Su cumpleaños había sido hace dos días, pero para él la verdadera celebración, era ese día. Con la excusa de ir al cine, a celebrar sus quince años, seguía esperando con su vieja guitarra para darle la sorpresa. Pasaron los minutos y ella no llegaba. Él tímido y un poco retraído con sus sentimientos, no entendía mucho cómo funcionaban las relaciones, ni mucho menos había experimentado el dolor de un adiós. Siguió esperando, pero no ocurría nada, y la gente que pasaba por aquel lugar, lo veían como si estuviese perdido, equivocado de lugar.

Ella, un año menor, lo había conocido el verano pasado durante las vacaciones en la playa. Iba caminando y había tropezado a su lado. Él la ayudó a levantarse, y luego ambos se miraron y rieron. Había sido amor a primera vista, de niños, pero amor a primera vista. A primera y última vista pensaba él, pero para su suerte, los días siguientes de playa, lugar al que siempre amaba ir, la volvió a ver. Fueron cinco días, en donde se encontraban casualmente en el mismo lugar donde ella había tropezado.

Sus encuentros, eran breves, ambos pequeños, lo hacían escondidos entre la multitud, y sus familias no sabían de la existencia del otro. Llegó el quinto día y en esos breves minutos que se encontraron, ella le dijo que sus vacaciones habían terminado; debía volver a su hogar. Él, por primera vez sintió una pena de amor y no entendía mucho de qué se trataba esa sensación, todavía no entendía qué era el amor. De pronto llegó a aquel lugar donde se encontraban, la hermana mayor de ella, y preguntó. - ¿Quién es él? – él sonrojado, sólo dijo con voz entrecortada - ¡hola!- La hermana mayor, le dijo amablemente -hola, tú eres el amigo de mi hermana-. La pequeña le había contado a la hermana, quien la cubría y salía a caminar por la playa para que pudieran tener esos pequeños encuentros. Los había observado cada día, desde lejos y él no se había dado cuenta. Con más vergüenza y una voz mucho más cortada, exclamó un sonido que se asimilaba a un sí. La hermana mayor entre risas, lo miró y le dijo: -lo lamento, debemos volver a la capital-. Comenzaban a despedirse y la pequeña le dijo que, si algún día quería volver a hablar con ella, la buscara en el chat de internet, como “la playa”, y que él utilizara el mismo nombre, y tras esas palabras se marchó.

Pasó un mes de aquel tierno conocer, y él ya estaba de vuelta hace unos días en la capital. Ingresaba cada día en horarios distintos al chat de internet sin poder dar con aquella niña, con su primer amor de joven, ese amor de verano. Ya rendido, de conectarse a todas las salas de chat que había en aquella página que habían acordado, recibió un mensaje de “La Playa”. ¡Era un milagro! Era ella. Comenzaron a hablar, una vez a la semana, el mismo día y a la misma hora, y en marzo de ese año se habían convertido en “ciber novios”, un término que se utilizaba por aquellos tiempos, donde tenías una pareja por internet, pero no se veían.

En aquella época, él gozaba de una suerte sin igual, resulta que la niña de la playa vivía bastante cerca de donde él y su familia vivían. Sin embargo, para la edad de ambos, y por tener una relación en secreto no podían verse. Pero la vida quería algo distinto para los dos, y un día de abril, mientras él se encontraba de visita en la casa de una compañera de curso, en un negocio del sector, se encontró con la niña de la playa.

Siguieron su ciber-relación, pero ahora sabían que podían volver a encontrarse. Él sabía dónde vivía ella y llegaba el momento de crecer un poco más. Muchos de sus amigos de la escuela, ya tenían novias, pero él era más tímido, y sólo tenía el recuerdo de niño de haber tenido dos “novias” donde sólo se tomaban de la mano y se decían te quiero. Pero, a pesar de ir más atrás de sus amigos, él nunca había dado un beso. Por chat arreglaron un encuentro en una plaza del sector, y ambos ese día, cuando ya acababa el cuarto mes del año, sellaron ese joven amor con un tierno beso. Él la llamó a ella “Milagro de Abril”. - Era el nombre de una canción que su madre escuchaba todos los días, y que no tenía ninguna relación con el amor de pareja, pero que se le vino a la cabeza tras ese primer beso -.

Seguía esperando en aquel lugar, y ella no llegaba. Pensó en ir a la casa de ella, pero sólo la hermana de ella lo conocía, y los nervios le impedían acercarse aquel día domingo, a un lugar donde nadie más lo había visto antes. Caminó, con tristeza de vuelta a su hogar, se conectó al chat para ver si la encontraba, pero ella no apareció. Su “milagro de abril” no había llegado para celebrar su cumpleaños, y él con su primer amor, recibía su primer plantón.
Al día siguiente, llegó de la escuela y con la excusa de hacer un trabajo, estuvo toda la tarde conectado en el chat para ver si ella aparecía, pero eso no sucedió. Pasaron cinco días, y no sabía nada ella, así que se armó de valor y desde un teléfono público, llamó al hogar de ella y comenzó su calvario.

Una voz joven, preguntaba -¿quién es?, ¿Acaso no sabe? - . Él, nervioso mintió diciendo que era un ex compañero de escuela de la pequeña, y aún no borra de su cabeza la respuesta al otro lado del teléfono. -“Tuvo un accidente el pasado domingo, y falleció”-. Él cortó el teléfono de inmediato, su vida se desmoronó. El día en que la vería, y celebraría su cumpleaños, ella no había llegado por ese accidente, y ya no llegaría más, ya no la volvería a ver.

Cayó en una gran depresión, que lo hizo abandonar su escuela, y soñaba cada noche con ese momento, donde se encontraba solo en aquel lugar del encuentro que no ocurrió, y donde iba a regalar su primer acto de amor. La canción que él había aprendido a tocar en guitarra era “Milagro de Abril”.

Dos semanas después de haberse enterado de esa noticia, casi finalizando el mes de octubre, un día lunes veintitrés, él no resistió el dolor. Sus lágrimas se habían secado, y la culpa lo hundía cada vez más. Ese día, él quiso encontrarse con ella nuevamente, pero su “milagro de abril”, se convirtió en un milagro real que impidió ese oscuro reencuentro.

A regañadientes continuó, y firmó un pacto de silencio, imaginando muchas situaciones en las cuales, él podía despedirse de ella aquel domingo, y podía decirle lo que sentía, podía regalarle esa canción. Continuó visitando ese lugar durante un par de años, confirmando que todo había sido real. La casa de ella era habitada por nuevas personas, y nunca pudo saber siquiera el lugar donde ella había sido enterrada para poder visitarla o cumplir ese deseo de regalar esa canción.

Siguió viviendo con esa culpa, pero como cada historia que queda en silencio, el tiempo se encarga de borrarla, aunque él sabía que nunca podría borrar esa cicatriz de su corazón.

Capítulo II

"Pacto de Silencio"

Cinco años después de aquellos acontecimientos, él había intentado, en ese tiempo, volver a sentir lo mismo que sintió con ese primer amor. No pudo en ambas oportunidades. Seis meses y luego un año, pero no era capaz de sentirse feliz, y por más que luchaba por olvidar, en sus sueños seguía encontrando su “milagro de abril”.

Ya no era agradable, incluso en esos encuentros durante sus sueños, él había llegado a decirle que no lo visitara más, que sólo quería levantarse y volver a ser feliz. Era el silencio lo que lo devoraba por dentro. Su secreto lo había compartido sólo dos veces. La primera vez fue con su abuelita, la mujer que lo había criado y que había fallecido unos años más tarde, transformándose en su segundo dolor. Pero un año antes de ese momento, al cumplirse tres años de aquel domingo en que su vida había cambiado, en aquella oportunidad, una antigua amiga le dijo que por qué no se sacaba la pena escribiéndola. En ese entonces no había tomado atención de aquellas palabras, pero al quinto año, cuando comenzaba su tercer intento por levantarse, y comenzaba a experimentar una sensación similar a la de ese amor de verano, él recordó las palabras de su amiga, y comenzó a escribirle cuentos a su "milagro de abril". Era una terapia que había adoptado y con la cual él podía romper su pacto de silencio e intentar tener una vida y relación más normales.

Con los primeros cuentos, sus sueños no desaparecieron, y ya dentro de esa nueva relación, un día despertó llorando y diciendo el nombre de la niña de la playa, por lo que no tuvo más remedio que contar su historia.

Él se sentía tan a gusto en esa nueva relación, que a pesar de haberse visto obligado a contar su historia, la confianza luego de hacerlo había fortalecido aún más esos lazos, y por primera vez en casi seis, años él sentía que podía realmente volver a sonreír. Fue el primer día del mes de abril, él soñó con ella por última vez, despertó llorando, contó su historia, y tras escribir su cuento, dejó de soñar con ella. Con esto el pacto podía quedar en silencio, y el silencio podía convertirse en recuerdos, y los recuerdos podían transformarse en olvido, y el olvido en paz. Su pacto de silencio ya no era sólo su pacto, era una historia compartida.

Como los sueños terminaron, terminaron sus ganas de escribir, al menos por un tiempo, pero la historia que llevaba guardada en su corazón nunca desapareció. No necesitaba fingir que la recordaba, simplemente sentía que ya no le hacía daño, ya que su secreto estaba a salvo con este nuevo amor.

Pasaron los años de vida normal, él se encontraba estudiando en su último año de universidad. Era el último semestre antes de egresar. Era el mes de su cumpleaños, y algo extraño sucedió. La niña de la playa había vuelto a aparecer en sus sueños. El sueño tenía algo extraño. Él realmente se sentía enamorado, había sido un quinto año raro de relación, pero él entendía que en toda relación podía haber problemas, y eso no lo hacía dudar de sus sentimientos. Pero la sensación al despertar de golpe después de aquel sueño era demasiado intensa. En este, él se encontraba con su pareja en el lugar donde había quedado esperando el día en que se acabó ese primer amor, y en el mismo lugar él vio a su pareja dentro de un envoltorio, y el envoltorio lentamente comenzaba a caerse. Volvió a dormirse, y al despertar la llamó por teléfono y le pidió juntarse para conversar de aquel sueño sin decirle de qué se trataba.
Él se cuestionó y creyó que probablemente estaba tratando de manera muy superficial a su pareja, que quizás sólo veía lo externo y que el envoltorio representaba que debía ver mucho más adentro.

Ese día, salieron a caminar, y cuando él se disponía a contarle de ese extraño sueño, ella lo detuvo y señalándole que, tras meses de intento de luchar contra sus sentimientos, sentía un dolor muy grande por una infidelidad que había descubierto de su padre contra su madre, y eso la había hecho perder la fe en el amor, y había ocasionado las peleas que habían tenido ese año.

La relación terminaba de golpe. Él no había alcanzado a hablarle de su sueño, y no entendía nada de lo que sucedía. Por dentro, estaba comenzando a experimentar nuevamente el dolor, pero como había vivido esos meses de lucha de ella con su padre, por lo que le había hecho a su madre, no se lo tomó en serio, y pensaba que sólo sería una discusión más.

Casi una semana después, en que ella no contestó sus llamados, el día previo a su cumpleaños, él visitó temprano a una muchacha que era la mejor amiga de su pareja. En esa visita se enteró que su pareja lo había estado engañando y que, en una ocasión, en una fiesta, se había emborrachado y les había contado a sus compañeros de universidad que su novio “soñaba con una muerta”.

El golpe fue rotundo. Él estaba en shock. La infidelidad, y su mayor secreto, el tesoro que sentía que había compartido con su pareja, de la cual él se sentía orgulloso por la confianza que creía haber generado todos esos años, era una mentira. Ella había roto ese pacto de silencio de la peor manera. Había ridiculizado sus sentimientos, y no sólo había destruido su confianza, traicionándolo al contar de esa forma una de las historias más tristes que había vivido él, sino que, además, había traicionado la relación al haberlo estado engañando con otro hombre. Su sueño, el de aquel día, había cobrado sentido, él no era el superficial, el envoltorio era para esconder a la verdadera persona que estaba a su lado, y septiembre nuevamente lo recibía con un golpe de knock-out. Lo último que recuerda de aquella visita, donde la verdad salía a la luz, es que su amiga le dijo: -tú no eres malo, no es tu culpa. Fuiste lo mejor que le pudo pasar, nunca le has hecho daño a nadie y tarde o temprano la vida te va a premiar por eso-.

Él simplemente, tomó sus cosas y se marchó, estaba deshecho y nuevamente la culpa lo había abatido. Esta vez la culpa de quizás haber fallado en la relación para que ocurriera esa infidelidad y la culpa de haber contado algo tan secreto a alguien que no lo valoró ni mereció.

Capítulo III

"Del Suelo al Cielo, y al Infierno"

Había regresado de sus primeros trabajos de verano, aunque en esos momentos él aún se encontraba en la tierra con el golpe. Ese año hubo un terremoto fuertísimo que atrasaron su titulación para el mes de octubre. Él sintió miedo de inmediato. Era imposible que su título se definiese al mes siguiente de septiembre, mes que le había causado ese tercer dolor, aunque por otro lado era mejor que no hubiese sido tan cerca de esa ruptura. Sin embargo, le tenía más miedo a ese mes, porque no solían ocurrirle cosas buenas.

Algo debía hacer, y tras hablar con algunos amigos, decidió el día 11 de septiembre del año 2010, fundar un grupo musical religioso. El mes pasó tranquilo, sin embargo, aunque pudo pasar su cumpleaños sin celebrarlo, como había intentado algunos años atrás. El día del siguiente ensayo, se cumplirían diez años y si bien él tenía todas las razones para seguir encerrado, debía levantarse obligado. Había fundado ese grupo, y debía ir a enseñar. No iba con su mejor cara, pero para él las promesas debían cumplirse siempre, y él había prometido el día de la fundación que no fallaría nunca, y no lo hizo en los siguientes ocho años.

Si algo debía sumarse a su dolor, por muchas situaciones que se enteró después de su antigua relación, y a la aparentemente “mala suerte” con la que vive, al llegar al ensayo, los jóvenes lo recibieron con una fiesta sorpresa por su cumpleaños que había sido esa semana, justo el mismo día del aniversario de su celebración fallida.

Comenzó el ensayo, luego de una breve celebración que él dio por terminada tras un canto rápido, y al pasar unos minutos él no resistió y cayeron unas lágrimas por sus mejillas mientras cantaba y su voz se quebró. Todos pararon de cantar y le preguntaron. Él odiaba ser centro de atención, y sólo dijo que lo había emocionado un poco la sorpresa y que no le gustaba celebrar su cumpleaños, pero agradecía el gesto.

En una pausa, salió a fumar con sus mejores amigos de la vida, los que a hasta ese entonces eran sus mejores amigos de la vida, y con ellos salió la hermana más pequeña de otra integrante del grupo quien se acercó a él y le dio un abrazo diciéndole: - “yo hice la torta, y sé que estás triste también y no emocionado pero, no es malo tener pena a veces” – Qué pequeña más agradable pensó, y le dio las gracias.

El grupo musical se transformó en la fuente de motivación de su vida, le tomó un amor inmenso a la música, se dio cuenta que no sólo él evadía sus problemas o dolores en la música, sino que comenzó a llamar la atención en muchos jóvenes de la capilla donde asistían que comenzaron a solicitar ingresar.

Mejoraba cada vez más y más, con la gente nueva, y esa niña que había sido tan agradable llevaba un buen tiempo siguiéndolo y el tiempo hizo que esa cercanía y amistad terminase transformándose en su nueva relación. Esta vez, eso sí, él no volvería a cometer el mismo error de contar la historia de su primer amor, por más que esa relación pudiese crecer en el tiempo.

Su suerte parecía mejorar, en el trabajo encontraba estabilidad y había opciones crecimiento. La relación iba tranquila, el grupo musical mejoraba mucho más. Él se sentía feliz, no era de los que lo expresaban con palabras, pero realmente lo sentía.

Pasaron tres años desde la fundación de este grupo, y tras un cambio de administración en la iglesia donde ellos cantaban, comenzaron nuevamente los problemas. Pero esta vez, esas palabras que alguna vez le dijeron cobraron sentido. Él no era el malo, y nunca le había hecho daño a nadie. Hoy no lo hacía por él, lo hacía por los jóvenes a quienes enseñaba, por lo que decidió sin tener ningún lugar al que llegar, decirles a ellos, que se iban de esa iglesia, que estuviesen tranquilos porque él tenía un plan.

Sus planes, los que realmente no existían, se dieron como por arte de magia, y él junto a su grupo terminaron ubicándose en cosa de días en la iglesia más grande de la comuna donde viven, y así con el tiempo lograron grandes cosas como grupo, desde grabaciones de CD ’s de música, hasta formar parte de otros grupos musicales más importantes, ser invitados a grandes eventos, ganadores dos años de concursos y finalistas un tercer año. Él se dedicaba día y noche a trabajar en sus tiempos libres para que se lograran esas metas, con lo que, a juicio de ella, fue descuidando su relación. Aun así, él se sentía el cielo.

Como su pareja era menor, era muy celosa. A él lo buscaban de muchos lados, para consejos, pero particularmente una muchacha del mismo grupo, de la cual su pareja sentía unos celos enormes. Él veía lo mal que actuaba la sociedad en general, y no le gustaba la forma, y profesaba una vida de más amor entre las personas, de menos desconfianza.

En el momento en que él más se sentía en el cielo, comenzó a aparecer nuevamente su "suerte". Corría el año 2016 y tras un año de dolores intensos en su zona lumbar y el adormecimiento de sus dos piernas, decidió ir al médico para ver qué estaba ocurriendo con su salud. Diversos exámenes sin respuesta derivaron unos meses después en una posible solución y con ello en programar una cirugía para septiembre de 2017 con la cual él debía, supuestamente, recuperarse. Los problemas de celos dentro de su relación se hicieron más intensos durante ese año, y esos problemas se traspasaron al grupo de amigos que componían el grupo transformándose en bandos prácticamente que, para él, aparte de ser una estupidez, los alejaban de la misión que tenían; la de evangelizar y ser mejores personas a través de la música, y de diversas obras sociales que él promovía.

Él decidió terminar con ella en los primeros meses del año 2017, eligiendo sus valores, la amistad y la confianza. Él había confiado en su pareja aun cuando le habían dicho que ella había estado en fiestas de amigas, en situaciones de "mucha cercanía" con el hermano de una de ellas, y que pese a ello, que ella no pudiese confiar en él, prefirió cortar la relación para que el cariño al menos no se terminara.

Tenía demasiados problemas ya con esos celos, los bandos, los problemas reales de su amiga y su próxima operación. Sin embargo, en agosto de ese año, un mes antes de operarse, le dijo a su pareja, que como él había acordado trabajar desde la casa durante su recuperación, y para ayudar a su amiga le había ofrecido trabajo durante el tiempo en que él estuviese afuera, una vez que se operara, y cuando se pudiese recuperar y la muchacha dejara el trabajo, él le diría que con eso ya la había ayudado suficiente y que ahora no quería más problemas, por lo que se alejaría de ella, para arreglar las cosas y volver con su pareja.

Pasó el tiempo, y cuando ya se acercaba la fecha de la recuperación de la operación, recibió un llamado de su ex pareja, con la que realmente seguía en una especie de relación pero viéndose menos y esperando la fecha para arreglar definitivamente todo. Una tarde recibió un llamado donde ella le decía que era un mentiroso, que se olvidara para siempre de ella y que se saldría del grupo musical, y con ella todos los del “bando” que estaban a su favor. Él no entendía nada de lo que decía, y aún con restricciones para caminar bien lo hizo, y logró convencer a su ex pareja que nada de lo que decía era cierto, que lo que fuese no lo creyera y que el plan que habían acordado un par de meses atrás seguía tal cual.
Él volvía y la otra muchacha se iba, y todo estaría bien. Pero ella, con odio le dijo: – no te creo, y no puedo creerte, – no me iré, pero ella sí se debe ir y tú no puedes volver a acercarte a mí –

Él volvió deshecho, pero más que eso, confundido por lo que había pasado. El cielo donde se sentía, ya no era tan cielo, y la desesperación lo carcomía. Había sido acusado de tantas cosas, infundadas. Él cuando en el mes de agosto pactaron solucionar todo, una vez que él se recuperara, había comprado un anillo de compromiso. Ella era celosa, inmadura, pero él la amaba, y pensaba que ella podía ser la mujer de su vida.

Intentó e intentó recuperarla, pero meses después ella le confirmó lo que le habían contado. Su padre, le había comentado un tiempo atrás, lo preocupado que estaba por su hijo, ya que la niña que le daba celos a ella, y que era diez años menor que él, al parecer tenía una relación secreta con él, ya que iba sola a la casa en las tardes.

La poca confianza que le quedaba en alguien se había vuelto a quebrar, era su propia sangre quienes lo habían traicionado y habían alejado de la persona con la que él quería arreglar las cosas, y nada más y nada menos que comprometerse.

Mientras lo intentaba, si bien ella le dijo que no podía sacarse de la cabeza eso que le había dicho el padre del joven, quería mantener la cercanía, para ver qué podía pasar. Comenzaron a salir, escondidos puesto que la familia de ella no dejaba que lo viera a él, por los supuestos problemas y penas que le había causado.

Ya no estaba en el cielo, pero él seguía sin perder la esperanza. Era la chica que había elegido, antes de los problemas, para que fuese su compañera de vida, para que fuese la madre de sus hijos, era su complemento, o al menos eso pensaba él. Y mientras pasaban las semanas, él la cortejaba, consentía y cuidaba, y ella sólo se dejaba halagar y respondía amablemente a cada uno de sus esfuerzos. Todo parecía bien, pero él sentía que había algo raro detrás. Tenía un sexto sentido que le avisaba en ciertas situaciones, y si una vez fueron sueños, hoy era algo distinto, eran sensaciones, y pocas veces se equivocaba, ya fuesen para bien o para mal.

Llevaban un tiempo así, y era la semana siguiente al cumpleaños de ella. Debido a toda la situación que habían pasado ese último tiempo, y sumado al hecho de que salían a escondidas de la gente, no había podido asistir a esa celebración, y decidió que ese día, en el que ambos celebrarían el cumpleaños de ella, le preguntaría cuál era la situación actual de ellos. Ese día, él notó que su mirada había cambiado, algo raro había en ella y como era una pequeña celebración guardó silencio, pero le indicó al dejarla en su hogar que, en la próxima salida semanal clandestina, como él le decía a sus encuentros, necesitaba conversarle de un tema.

Llegó el momento y él llevaba consigo el anillo de compromiso que había comprado para ella. Realmente él sabía que no había cometido el error por el cual lo acusaban, y creía en sí mismo, en ella y en el amor que una vez los había reunido, por lo que, si bien iba con esa sensación rara dentro de él, tenía la esperanza y fe suficiente para poder dar término a esos meses de malentendidos y sentimientos de pesar.

Él la tomó de las manos y le dijo: - ya no quiero seguir escondiéndome por algo que nunca hice, pero si acaso necesitas que me culpe de algo con el resto, y así pueda pedir perdón, soy capaz de hacerlo; ya no quiero seguir en esta situación en la que estamos, quiero hacer, y que hagamos las cosas bien, como corresponde -. Ella, lo miró fijo a los ojos, luego lo abrazó, pero el abrazo iba cargado de llanto.

Tras una larga conversación ella reconoció que todo este tiempo que habían salido juntos, había sido bueno, que sentía muchas ganas de perdonarlo, aunque él por dentro no entendía por qué debían perdonarlo si no había hecho nada contra ella, pero estaba dispuesto a pedir perdón las veces que fuera necesario. Parecía que la mala suerte, que había golpeado su vida hace unos años, comenzaba a terminarse. La conversación se acercaba a ese "sí" que tanto esperaba, pero a pesar de lo bueno que había sido el momento, de las lindas palabras que le decía, ella terminó su conversación contándole que estaba conociendo a alguien más, y que aún sentía el dolor de lo vivido el último año, y que él tenía la culpa de todo eso. Ella por más que intentara no sería capaz de olvidarlo tan fácil y por esa razón debía partir, aun diciéndole que creía en él, en su versión y en sus actos, pero lamentablemente no podía con el recuerdo, y le volvía a confirmar que debía partir.

Esa noche él sintió que los colores que veía en el día se volvían opacos, al extremo de parecer todos de una tonalidad gris. Dentro del bolsillo, tomaba con fuerza el anillo que había comprado. No podía utilizarlo para retenerla, ella estaba dispuesta a partir. Sumido en la angustia, la rabia, y nuevamente la culpa, entre lágrimas decidió no insistir, dejarla ir, y cargar con la culpa de haber hecho terminar esa relación. Decidió castigarse nuevamente y esta vez, tras este tercer golpe había decidido que sería definitivo.

Capítulo IV

"Tú, Eres mis Colores"

Han pasado casi dos años de aquella historia, la última historia para él, y en su cabeza hay tranquilidad. Le gustaba esa soledad que había escogido, le hacía sentir seguro. Seguía sintiendo un profundo rechazo por la sociedad, y las actitudes de esta frente a situaciones que, para él, eran las que le daban sentido a la vida. Había dejado de creer en el amor, porque donde había amor, parecía haber mentira, y donde había mentira, siempre había traición, y donde había traición había desolación.

Encerrado en sí mismo, y en el lugar de siempre, su habitación, sin pensar en el mañana, transcurridas aquellas dos semanas y unos días del comienzo del nuevo año, él por alguna extraña razón, revisando cosas laborales, notó que era el cumpleaños de una chica del trabajo, con la cual no eran amigos ni menos cercanos, pero existía cierta simpatía. Aunque ella no le caía bien del todo, tampoco le desagradaba, por lo que decidió saludarla. Jamás imaginó que, tras ese saludo inocente, sucederían los siguientes hechos.

Poco a poco comenzó a conversar con esta chica, y era agradable tal situación. Él no buscaba nada con ella, conversar se les daba bien, y ella no buscaba nada con él, pero conversar a ambos se les daba bien.

Primero fueron un par de mensajes, luego conversaciones, luego llamados y por último video llamados. A él no le interesaba nada, seguía viendo gris en cada lugar, en cada acción, en cada palabra. Ella, por alguna razón, se interesaba en él y quería saber por qué su actuar, e insistía en consultarle qué era lo que lo hacía así.

Ellos eran de mundos completamente distintos, y él no quería que ella conociera su secreto, sabía que pronto dejaría de verla, que ella en un tiempo se transformaría en una persona más, y una persona que formaba parte de la sociedad a la que él rechazaba.

Confiado en eso, siguió sin cuidado, conversando de la vida con esa joven, bromeando, matando el tiempo, y ambos lo disfrutaban. Comenzaron a hablar cosas más profundas, sin darse cuenta, podían pasar horas hablando de la vida, de la sociedad, del mundo, de sus sueños, deseos, de lo que fuese, y las risas aumentaban, y la frecuencia de sus encuentros también.

Él tenía un temor, al que había accedido enfrentar gracias a ella, y lo había conseguido en cierto sentido, al menos durante el tiempo en el que ella lo acompañaba. Sin darse cuenta, la incomodidad que sentía previo a ese enfrentamiento desaparecía por completo cuando ella estaba presente.

Así siguieron ambos, y los minutos se transformaron en horas, y las horas en días, y los días en semanas, y el tiempo parecía correr el doble de rápido cuando estaban juntos. Se divertían mucho, y él ya no la veía como una persona más, aunque seguía sintiendo que ella pronto no estaría. Él tenía la decisión hace un tiempo de dejar ese trabajo, y sabía que sin esa unión no les quedaría mucho después. Lo que él no sabía, es que una vez más estaba equivocado.

Una mañana despertó sintiéndose diferente. No entendía esa sensación. Había olvidado por completo lo que era sentirse a gusto con alguien que, parecía entenderlo, parecía conocerlo de otro lugar, y parecía disfrutar también de esa compañía. Aquella mañana, al despertar notó que había un mensaje muy amable de ella. No era común eso, ella tenía cierto parecido con él. Era más bien fría, poco expresiva, pero ese día había dejado de serlo, y ese mensaje hizo que a él le sucediera algo extraño. Por primera vez el gris, tenía un tono más claro, parecía vislumbrar ciertos colores.

Ese mensaje amable comenzó a repetirse, y él los correspondía. Ya no era solamente por mensajes, al hablar se expresaban de la misma forma. Entre los dos, no sólo existía una capacidad enorme para jugar, molestar, conversar por horas, sino también una reciprocidad muy bonita en el trato que tenía el uno con el otro. Esta sensación comenzó a crecer, y el comportamiento de ambos también, y no sólo lo notaron, sino que jugaban inocentemente con ello. No era algo forzado, era un sentir sano, y sincero, lo que lo hacía real.

Conocieron sus historias de vida, compartían algunos pensamientos sobre la importancia de la construcción de cualquier relación, basándose en la verdad y en la confianza. Ambos se aportaban con sus formas de ser, aprendían el uno del otro en cada encuentro.
¿Quién lo diría?; casi veinte años después él comenzaba a experimentar nuevamente lo que había experimentado por primera vez de niño, parecía estar en una especie de "ciber-relación", aunque esta vez aún sin hablar de amor. Ella era hermosa, pero no había llegado a su vida por cómo se veía, había llegado a su vida por cómo era. Eran muchas las coincidencias, ella sin conocer su historia le había pedido también que él le cantara una canción con su guitarra, él había accedido a hacerlo, sin que ella supiera que tras ese primer acto de amor fallido que había marcado su vida, a pesar de haber tenido parejas, de haber pensado casarse y formar familia tiempo atrás, nunca en los últimos veinte años, había podido cantarle una canción directamente a alguien. Quince años después de su primer cuento, del que comenzó a escribir con la sensación de dejar atrás esa primera herida, y diez años después de escribir su último cuento, cuando la traición de la ruptura de ese pacto de silencio y la infidelidad le quitaban esa capacidad de expresar realmente sus sentimientos, había aparecido alguien que no sólo lo había instado a volver a escribir, sin conocer nada de su historia, sino que además, había sido capaz de por primera vez escribir no para olvidar, no para recordar historias tristes, había sido capaz de escribir motivado en un nuevo comenzar, de escribirle esta vez, a quien sí podría leer los cuentos que él hacía. ¿Sería una coincidencia?, más bien era una oportunidad.

Él sabía que partiría pronto del lugar donde ambos compartían trabajo, pero ya no sentía ese miedo de que ella desapareciera. Lo habían conversado un par de veces, y ella le había dicho que, cambiando las situaciones de él, o de ella si es que volvía a la normalidad ese encierro que vivían, ella no dejaría de buscarlo, y él no tenía por qué pensar que se alejaría, quizás sea al contrario le señaló ella.

El gris tenía, cada vez, más color, ya era completamente una sensación de comodidad y tranquilidad el compartir tiempo juntos, y ella cada vez era menos fría. Comenzó a escribirle con más cariño, a hablarle con más ternura y cariño, a preocuparse por él, y él comenzó a notar ese cambio, y se debatía entre el miedo y la sensación de tranquilidad que ella le provocaba.

Llegó un momento en que ambos notaron esa complicidad, esa reciprocidad en el trato, la comodidad era evidente, y un día por error, ella sin quererlo, en uno más de los planes que inventaban para el futuro jugando, conversando por horas, le habló de algo que él aprovechó de utilizar para jugar con ella y decirle que tenía ganas de darle un beso. Su temor era todavía algo que lo frenaba mucho, las historias pasadas, esas heridas cuando quiso querer en su vida, habían terminado con traición, con muerte, con dolor, con mentiras, en parte con su vida.

El juego los llevó a reconocer que ambos sentían algo por el otro. Él no podía creerlo. Le preguntó directamente si le gustaba a ella, y ella respondió que sí, pero lamentablemente, una vez más la historia no sería lo que él pensaba, al menos en ese momento. Ella, sin desconocer que él generaba en ella sentimientos de atracción y cariño, que incluso había modificado su conducta, cosa que no era habitual en ella, le comentó que existía un problema que impediría que siguieran en ese camino. Él preguntó: - ¿acaso quieres darme un beso? – a lo que ella replicó – yo sí, pero mi otro yo no -. En ese momento le explicó que sentía una atracción por él, pero una gran confusión le impedía pensar tranquila. Era el trabajo era su mayor motivación, y si bien ello no significaba que a ella no le importara él, que no sintiera las cosas que acababa de decirle, mientras compartieran el trabajo no podían mezclarlo con los sentimientos.
Como toda su vida, esto ocurrió en el mes de
septiembre. La historia parecía repetirse una y otra vez, y él que no había buscado nada, que no molestaba a nadie, había vuelto a creer y vuelto a ver cómo lo que le había costado tanto dejar salir, volver a expresar, y más aún volver a sentir debía dejarlo una vez más. Era un mes maldito para él.
Ella comenzó a cambiar con él. Seguían compartiendo
tiempo juntos, pero ya no estaban esas expresiones de cariño, los cumplidos, no le escribía ni mucho menos hablaba con ternura, y la reciprocidad en el trato, que lo había llevado a volver a creer, que los había llevado a ambos, a volver a sentir después de haber elegido estar solos, se había terminado. Él intentó decírselo, pero ella no lo entendía, y seguía comportándose de esa manera, parecía ya no preocuparse ni interesarse por él. Su vida se hacía más normal, y ese primer temor se estaba haciendo realidad. Ella desaparecía cada vez más, con cada día que pasaba, y no había sido lo contrario.

Pero ¿cómo podía suceder esto?, él creía mucho en la palabra de ella, pero ella estaba cambiando. ¿Acaso, no era verdad que sentía cosas por él?, ¿todo había sido un juego para ella? – No, no podía ser mentira, ni mucho menos un juego. Ella sabía ser malvada, pero no quería ser malvada realmente con él. Él no la había buscado con malas intenciones, había decidido alejarse de todo, y todos, no buscaba nada, y aun así la vida le había dado nuevamente la oportunidad de creer, de sentirse bien, y él sabía que ella compartía en parte algo de ese sentimiento, y los sentimientos cuando nacen en un contexto de sinceridad, de verdad, aunque sean nacientes, suelen ser reales. Entonces, se repetía a sí mismo que, no podía ser mentira, mucho menos un juego.

Después de haberse castigado injustamente por situaciones donde la vida lo había golpeado en el pasado, generando heridas y cicatrices, no era casualidad que apareciera alguien, que en otro contexto de su vida jamás se habría cruzado, para que él fuese capaz de enfrentar algunos miedos, para que él fuese capaz de volver a ver la vida en colores, para que se librara de algunas cadenas. Y para ella no había sido muy distinto, también había descubierto su forma, dejando de lado algunos de sus escudos, reconociéndole incluso que había estado comportándose de formas en que no le había sucedido en el pasado.

Él iba a partir pronto, pero veía como ella se alejaba cada vez más, tenía dos opciones. Volver a su soledad, a la inactividad, a esa seriedad que lo abstraía de cualquier emoción y sentimiento, o luchaba por ese regalo que, sin pedir, la vida se había encargado de poner en frente de sus ojos.

Pasó todo ese mes de octubre y nada cambió, y antes de dar por perdidos sus intentos de buscarla, debido a la situación que se vivía y la lejanía que ella expresaba, un día despidiéndose en lo que sentía sería la última vez que sería amable y expresivo con ella, sin que tuviese pensado nada, ella le dijo que podrían reunirse nuevamente. Su cabeza se llenó de dudas, los encuentros no eran su pasatiempo favorito, sabía que terminaría todo, era mejor rechazar aquella invitación y retirarse como lo había venido pensado todos esos días.

Él muy pronto dejaría ese trabajo, y con eso, ya no existiría el medio que los conectara, sería lo mejor para su vida. Podría volver al lugar donde creía sentir seguridad y tranquilidad, al lugar donde ella sin darse cuenta había puesto su mirada y lo había comenzado lentamente a sacar. Estaba dispuesto a decirle no, pero ella antes que pudiese decir algo, le dijo te espero mañana, ven y nos vemos, y se despidió tiernamente, y él accedió al encuentro.

Ella había notado su cambio con él, y si bien sus condiciones no habían cambiado, y él siempre las había respetado, había entendido que la condición que los alejaba era temporal, y que la conexión que habían formado, si bien ninguno de los dos podía llamarla amor todavía, y no sabían si llegaría a ser eso, sí era de un cariño especial, y ambos estaban perdiendo a una persona especial que había sido capaz de aparecer en la vida del otro, cuando ya existía su condición, y para él cuando quería todo lo contrario, no volver a tener alguien especial en su vida.

Pasaron varios minutos en silencio, pero no era un silencio incómodo. Ambos a pesar de la tensión por la distancia que ella había generado pocas semanas después de decirle que sentía cosas por él, que le interesaba, se sentían muy cómodos el uno con el otro. Parecía que esa conexión era real.

Divagaron ambos en la temática de aquel encuentro, rieron, se molestaron, se quedaron callados, y divagaron. Era como esos juegos que hacían en sus primeros encuentros virtuales. Llegó el momento en que ella iba a hablar en serio, pero él la detuvo. Acostumbraba a interrumpirla cuando hablaban, no de mala manera, lo hacía jugando con ella para que se molestaran, pero esta vez, la interrumpió porque no quería escuchar lo que pensaba que vendría. Él sentía que ella le diría, muchas gracias por los momentos, pero ya no quiero seguir, y se iría diciendo adiós. – ¡detente! Necesito decirte algo primero – a lo que ella accedió. Él, con tono serio pero suave le dijo que no entendía todo lo que ocurría alrededor de ellos, que sabía que la condición que ella había puesto él la respetaba, pero que su partida sería pronto y que la distancia que estaban generando ya no podían mantenerlo más ahí esperando un cambio, mientras llegaba esa partida. Le dijo lo que ella había generado en su vida, ese cambio de perspectiva, los colores, las coincidencias, la conexión. El dinero no le importaba, nunca le importó. Estaba dispuesto a perderlo todo, porque ya lo había tenido todo y lo había perdido una vez, pero aquellas coincidencias, eran algo especial, que no estaba dispuesto a perder. No podía ofrecerle nada, no sabía qué les deparaba el futuro, no había visto un futuro juntos realmente, pero cuando el ser humano cuando pierde algo comienza realmente a valorarlo. Él aún no la había perdido, nunca la sintió de él. Estaba perdiendo esa conexión, y estaba aceptando que quizás debía dejarla partir antes de comenzar, aunque por alguna extraña razón, no podían irse de aquel lugar, no podían dejar de mirarse, por más veces que dijeran adiós.

Él sentía un profundo respeto por ella, en todo sentido, y pecando de destruir el momento y todos los posibles futuros momentos juntos, la miró y le señaló que le leería una historia de su vida. Comenzó a leer la historia, y ella lo miraba con dulzura, como en sus primeros encuentros, el terminó de leer y le dijo: - todo esto que te he contado hasta ahora no ha sido inventado, te he mostrado mi infierno para no maquillar como el resto mis peores partes, porque me sentía perdido sin saberlo, y anduve por mil sitios y seguía perdido hasta que de tu mano encontré el camino. ¿Será un camino que nos lleve a algo mucho más grande?; no lo sé, pero sí puedo decirte que no te quiero conmigo por lo que muestras, por lo que pueden ver los demás, te quiero por lo que escondes, por lo que te cuesta, por tus emociones, y porque has sido capaz de quererme conociendo las mías. No sé si hay cosas en tu vida que quieras arreglar, no sé si hay cosas en la mía por seguir arreglando, no podría ofrecerte arreglarlas, pero puedo quedarme a tu lado, y que nos hagamos compañía hasta que realmente lo descubramos. Y si esta rara historia no te hace ningún sentido, puedo marcharme y sin decir nada más sólo agradecerte los momentos compartidos, pero quisiera que este libro se llenara de páginas, de páginas que podamos escribir juntos, y que la historia del joven común que tenía una vida común que había perdido todo, y había optado por alejarse de todo, que no quería nada pero sentía que algo le faltaba, había llegado a descubrir que ella había llenado todos los vacíos que nada más llenaba, y que quería experimentar con ella la sensación de que nunca más le faltará nada – No eran todo en la vida del otro, pero eran lo que sumaba a la vida del otro y en eso quería seguir creyendo él, y construyendo también, y era con ella con quien deseaba escribir las siguiente páginas.

Él partiría pronto, no le interesaba el dinero, sabía que era capaz de volver a conseguir o ganar lo material, no era un tema, y estaba dispuesto a dejarlo todo en ese momento, si ella se animaba a darle una respuesta. No sabía si funcionaría, pero no quería quedarse sabiendo que llegó alguien que en instantes había logrado conectar, conocer su forma, entenderse y comprenderse, y sin dejar de mirarla le dijo: - yo ya elegí mi opción, no voy a ir contra tus ideas, pero mucho menos seguiré yendo contra ti. “Tú eres mis colores”, y si algo de toda esta historia te hace sentido, te invito a que, siguiendo tus ideas, dejes de ir contra mí; trabajemos en lo que nos une, y esperemos con alegría que la situación que hoy nos hace esperar cambie y no se oponga a tus ideas, tú decides. Tú decides si quieres darte la oportunidad, darme la oportunidad, y aventurarnos a nuestro modo, sin mirar atrás, sin poner excusas, sin boicotear quizás por temor esta oportunidad, hoy tú decides-.

Ella quedó en silencio. Pasaron unos minutos y no pudo decir nada. Él lentamente avanzó hasta la puerta de salida y mirándola, tiernamente le dijo, no te preocupes, no sé si te olvidaré mañana, pero sí puedo decir adiós. Ella dijo de golpe ¡no!; tomó su mano, lo miró fijamente y ambos se besaron. Fue un beso tierno, suave, lleno de emoción, que se hacía intenso mientras sus manos aún tomadas se acariciaban tiernamente la una a la otra, y la otra mano al unísono tomaban sus cabezas y las acariciaban dejándose llevar, sin importar nada más. Se había detenido el tiempo, y habían sellado en un romántico beso, ese momento.

Ambos se miraron, sonrieron, tomaron las hojas de papel donde él había escrito la historia de su vida, y se dieron cuenta que existen historias que pueden volverse realidad. Comenzaron a escribir juntos el título del siguiente cuento, uno que ambos sabían, podrían escribir sin miedo de que esta nueva historia, de un posible amor, tuviese un principio y un final, eso no importaba, ya que ambos habían encontrado en el otro, su final feliz.

Texto agregado el 19-10-2020, y leído por 72 visitantes. (0 votos)


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