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Tristes guerras
si no es amor la empresa.

Tristes. Tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.

Tristes. Tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.

Tristes. Tristes. ( Miguel Hernández)

Tristes guerras
si no es amor la empresa.

Tristes. Tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.

Tristes. Tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.

Tristes. Tristes. ( Miguel Hernández)

Dieciséis años más tarde del fin de la Guerra civil española, un jueves 15 de junio por la tarde, del año 1956 , a la hora en que las mujeres cosen en corrillos a las puertas y los niños juegan saltando el arroyo que corre por el medio de la calle empedrada porque los jueves no hay clase, la explosión de un aparente bote encontrado en el río por unos chiquillos de la Calle Real de Arriba rompe aparatosamente el silencio.
La detonación de la granada , machacada inocentemente con piedras por las manos infantiles, transmuta la paz aldeana vespertina en clamor bélico.
Las mujeres costureras caen ,por el estrépito y el susto, de las sillas de enea al suelo. Gritos de espanto sobrevuelan los aleros. Las gallinas que picoteaban en las inmediaciones del arroyo huyen hacia la calleja. Una gran humareda da la pincelada onírica a la escena dantesca.
Los seis niños implicados en el trágico suceso profieren alaridos de dolor, que abortan la atmósfera lúdica y curiosa de los minutos previos, los del descubrimiento del objeto misterioso entre las piedras del río. ¿ Será una hucha con monedas ?
El pequeño Toni , que a la sazón tenía 8 años,se halló en el escenario porque su madre , que lavaba en el río, lo mandó para casa para evitarle las horas de calor. Perdió la mitad de un dedo y su cuerpo se llenó de metralla pero salvó la vida. Alejo , sacristán y peluquero del pueblo, metió el medio dedo del niño en un bote con vinagre , a falta de los medios necesarios.
Nunca se perdonó su madre la fatídica orden de que volviera a casa, camino de la cual se encontró con el artefacto mortal, junto a los otros niños.
Menos suerte tuvo Alejandro, que no pudo ser atendido con la celeridad que requería el caso y moría desangrado en la vecina Plasencia, clamando lastimeramente toda la noche por su madre, que lo oía fuera de la habitación , sin poder siquiera acompañarlo.
Anselma , al amanecer, dejó de oír la plegaria del pequeño que la invocaba sin descanso , frustradamente, pues las monjas no la dejaron verlo. El recuerdo de sus reiterados " mama, mama, mama..." acompañarían a la madre hasta la tumba.
Alejandro se vio en el escenario del drama porque no quería ir al campo con su padre y su hermano Emilio a pie. No era posible ir en el burro, cargado. El azar lo empujó a manos de la Parca, un año después de haber celebrado su primera Comunión.
Dos hijos de Fermina también formaban parte del grupo.
Críspulo quedó ciego y su hermano , menos afortunado, murió.
Críspulo, un inusitado mutilado de una guerra que no vivió, buscó refugio toda su vida en los libros y en su insaciable sed de saber, en busca de la luz que la casualidad le hurtó a sus ojos.
Fue a través de él como supe de jovencita del método Braille de lectura en aquel lugar remoto , perdido entre montañas cuajadas de nieve.
Y dos hijos de Marcela, " La Lacitos", uno de ellos ya castigado por las secuelas de una meningitis, también sufrieron variados daños.
La España rural de entonces no contaba con los medios sanitarios que el caso habría requerido para minimizar los daños.Ni coches casi había para trasladar a los accidentados.
Nadie sabe realmente cuánto pueden prolongarse los daños de una guerra. Y , como enseña esta historia , que no viví pero que tantas veces oí contar a mis familiares y paisanos por la conmoción que produjo en el pueblo, cuatro niños inocentes se convierten por obra de un destino aciago en víctimas de una guerra que ni planearon ni vivieron, una suerte de extraños veteranos de posguerra.
Y a los dos fallecidos una trampa mortal disfrazada de aventura les hurtó la vida, apenas estrenada.
Aún los lugareños se sobrecogen hoy ante el recuerdo de aquella historia de dolor, caos y sangre.




Texto agregado el 19-12-2020, y leído por 113 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
20-12-2020 Nos traes una historia de desgarro y dolor que lamentablemente resulta verídica. Pobrecitos niños y pobres sus familias. La guerra y sus armas son de los peores inventos del hombre. Un abrazo y felicitaciones por tu preciosa narrativa. sheisan
20-12-2020 Tu texto rescata del olvido todas esas historias que desconocemos. Qué tristeza. Abrazo. MCavalieri
20-12-2020 Horror, la única palabra que flora como ese humo. No cesa uno de conocer víctimas cuanto mas se sumerge en tu historia, maravillosamente contada. ***** crom
20-12-2020 Pobres niños! A pesar de no haber vivido la guerra Las Campanas siguieron sonando. yosoyasi
19-12-2020 —¡Esas malditas bombas! Esas que quedan escondidas o enterradas como semillas de guerra sin germinar, permanecen latentes y en tiempos de paz matan y mutilan inocentes, igual que esas minas que quedan enterradas en fronteras y matan migrantes que buscan libertad. Hechos que denigran al ser humano. vicenterreramarquez
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