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I
Mauro estaba contento, después de una mala racha, había hecho match en Tinder. La nueva modalidad de conseguir parejas en la cual te habilita a hablar con la otra persona. Mauro era arquitecto, de 36 años de edad y vivía en Belgrano. Hacia solo unos meses había terminado una relación de 10 años, por lo cual esta nueva forma de relacionarse le parecía rara, pero se tenía que adaptar, según le decía Hugo, su mejor amigo.
- “Seguro te olvidas rápidamente de Tamy”- le decía su amigo, en alusión a su ex novia.
Un día en un asado en el cual la borrachera y la angustia hicieron su efecto, se bajó la aplicación de citas. Y Hugo le mostraba como era y lo que tenía que ir haciendo, los consejos al principio no le gustaron, ya que él siempre fue un chico que le gustaba estar de novio, cosa contraria a su amigo. La descripción de Hugo fue…aprovecha y disfruta, después te pones de novio.
Al principio estaba medio reacio con la aplicación, no le prestaba atención, pero una noche empezó a sentir curiosidad. Esa situación fue en aumento hasta que genero una dependencia como si fuera un adicto al juego, estaba esperando que se volvieran a activar para poder poner Likes (forma de decir me gusta para poder tener la posibilidad de hablar directamente con la persona, siempre que ambos hayan coincidido en likes o sea que se haya generado un match) para poder seguir. También pensaba algoritmos matemáticos para atraer más, desde las fotos a los horarios de conexión. La no respuesta o la no generación de likes hacia que la ansiedad fuera en aumento e incluso iba a la opción paga, pero la respuesta fue la misma. Ese book de mujeres hacía que fuera rechazado de manera virtual y su inseguridad iba en aumento.
Ese día, el 21 de diciembre, llego el tan preciado match. Justo en el día que había decidido darle de baja a la aplicación. Su nombre era Roxana, una morocha de 32 años, flaca de buenas curvas, profesional que vivía en Maschwitz en la provincia de Buenos Aires. No habían pasado 5 segundos de aquel aviso y ya le estaba escribiendo. Era como un adicto en recuperación y la ansiedad y la excitación lo abrumaba. La respuesta tardo algunos días, eso hizo que un vaivén de emociones, de altibajos no lo dejara dormir. Sentía que su corazón se aceleraba e incluso tuvo que hacer ejercicio de meditación para no volver a escribirle o no putearla por la osadía de no responder al instante.
La respuesta fue amable y con un dejo de disculpa por tardar en contestar. Esa acción lo enamoró. La charla se hizo fluida y ahí empezaron un ida y vuelta de conversaciones durante 2 semanas. Pudieron hablar de todo y la charla se volvió muy natural. Él sentía que la conocía de toda la vida y se lo hacía saber. Su sinceridad muchas veces le causaba más daño que otras, pero no lo podía evitar. Por suerte en este caso, la respuesta fue agradable. Pudo saber que vivía sola, que se había mudado hace poco a una casa de un country. Que la pandemia había hecho que se bajara la aplicación ya que la había aislado de sus amigos y que hacia 1 año que estaba sola. Le gustaba cocinar, hacer deporte, leer y de mascota tenía una perra que se llamaba Loly.
Mauro también se pudo abrir y le contó hasta los secretos mejor guardados. Él se sentía a gusto, se sentía natural y eso era más que importante. Su personaje había quedado atrás y contaba las horas para llegar a las 22 hs, el horario predilecto de charla entre ambos, donde a veces se extendía hasta altas horas de la noche.
- Queres que nos veamos? – le pregunto sin tanta vueltas Roxana.
- Queres venir a casa el sábado al mediodía? – le agrego ella, quedando Mauro sin palabras frente a semejante propuesta.
Tardo un momento en articular palabra, justo el tiempo que ella le explicaba porque prefería encontrarse allá y no en un lugar intermedio. Le dijo que le parecía buena persona, le generaba confianza y que debido a la pandemia podían aprovechar el aire libre sin restricciones, más al haberse mudado hace poco y por la perra Loly que aún no se acostumbraba al lugar, prefería hacerlo en su casa. Que, si él no tenía inconveniente y no le parecía mal, se veían ahí.
- Si dale, ¿que llevo? Así almorzamos – Dijo Mauro intentando decir algo mostrando algo de seguridad frente a la propuesta de Roxana.

II
El día sábado, ya desde temprano tenía un cosquilleo en el estómago producto de los nervios. Hacia bastante que no tenía una primera cita y su cama era un vendaval de ropa que se había probado y no le gustaba. Mauro era un chico coqueto y le daba mucha importancia a su imagen. Una vez definida la bermuda gris oscura y una chomba marca Lacoste de color blanco, con un bolsito que traía algo de ropa por las dudas, ya que Roxana le había comentado que había pileta y el calor ya había alcanzado los 24 °C a las 10 hs, pero el pronóstico era de 30 °C como máxima.
Cerca de las 11 hs, le envía un mensaje para corroborar y reconfirmar el encuentro, avisándole que estaba por salir. La respuesta no se hizo esperar y eso lo puso feliz, pero los nervios aumentaron. Su inseguridad levemente dormida, ya que esos chats lo hacían sentir natural, empezó a mostrarse nuevamente. Un crujir en su estómago le recordaba sus nervios, mientras la gallega del GPS le saco la atención de su sentir mientras le avisaba que la duración del viaje seria de 1 hora 15 minutos.
Puso su música preferida para viajar, una play list de rock nacional donde ya sonaban los piojos que lo hacía cantar durante el viaje. La alegría por el encuentro iba en aumento, mientras en su cabeza se imaginaba diferentes situaciones charlas, aunque hacia fuerza para no pensar demasiado y dejarse llevar. Siempre su lema fue de no ponerse demasiada expectativa ya que muchas veces esa vara tan alta podía jugarle en contra y no disfrutar del momento. Tenía que confiar en él y que todo salga de manera natural, si eso se logra, lo demás es ganancia.
El viaje se hacía más ameno y sin querer ya había dejado de pensar en el encuentro, la música de rata blanca hacía que con sus vocales gritara a los 4 costados del auto. El aire acondicionado hacía que no sintiera tanto el calor externo que ya pasaba los 27 °C. En el celular marcaba que estaba a 20 minutos del encuentro con Roxana y estaba confiado que la iban a pasar tan bien y a disfrutar, como así lo hacían en tantas charlas vía WhatsApp. Era la confirmación de la buena onda y la buena vibra que había entre ellos, incluso habiendo visto más fotos que las subidas al perfil y su enamoramiento quedo mucho más firme cuando hicieron una videollamada, donde la vio en vivo y directo por primera vez, eliminando cualquier sospecha de que pudiera ser otra. Sin darse cuenta los nervios empezaron a hacer efecto justo en el momento que la gallega del GPS le decía que faltaban 5 minutos para llegar a su destino. Bajó la radio y prestó especial atención a esa voz que le decía como llegar a la casa de Roxana.
- Voy a lo de Roxana García- Mauro le decía al de seguridad que custodiaba el barrio privado donde ella vivía.
- ¿Nombre y DNI? ¿Puede abrir el baúl? – Le preguntaba el oficial Gonzales, mientras su compañero llamaba a Roxana para verificar y autorizar el ingreso de Mauro.
- Pase, es por ahí- mientras le señalaba el camino a seguir.
Mauro transitaba su último tramo del camino hacia su cita, su primera cita con Roxana. Él previamente al ingresar al barrio privado, se había detenido y realizado el cambio de ropa correspondiente para la ocasión como también se puso el perfume Lacoste que tanto le gusta.
Al llegar a la casa, Roxana ya lo estaba esperando en la puerta para darle la bienvenida. La miro y quedo impactado nuevamente. Ella vestía un short corto de jeans medio gastado y una remera blanca que le llegaba casi hasta el muslo. Completamente de entrecasa, pero divina, tal cual le gustaba a él. Mauro tenía la sensación que una persona tenía que ser natural y la mejor forma de demostrarlo es mediante la ropa. Si impacta de esa manera, es imposible que no la pases bien. Su pelo lacio morocho apenas traspasaba su hombro, sus ojos castaños agudizaban la mirada, su boca suave y un cuerpo armonioso hizo que, por vigésima quinta vez, Mauro se enamorara de ella. La diferencia es que fue en persona y cuando Roxana lo saludo con un sugestivo beso en la mejilla y sintió su piel suave, además de escuchar su voz al oído diciéndole
- Bienvenido. Tenía ganas de conocerte.
Hizo que se derritiera completamente.
Las horas fueron pasando, entre risas y bebidas, hicieron que el ambiente sea más que ameno. Sin darse cuenta, el atardecer llego a sus ojos mientras disfrutaban de un trago en el parque mientras Luly, un perro ovejero, jugaba entre ellos. Mauro la estaba pasando tan bien que ni tuvo tiempo de pensar cuando Roxana, al acercarse para servirle otra copa y como si fuera la pareja de toda la vida, lo saludo con un beso en la boca.
- ¿Vida queres más? – le dijo con una sonrisa picarona que hizo que Mauro desfalleciera de amor en ese instante.
- ¿Te quedas a cenar? – Roxana seguía sorprendiéndolo a Mauro con sus propuestas.
Luego de confirmarle que sí, ya que no tenía otro plan, miro a Loly y noto algo extraño. Sus ojos se pusieron blancos, pero como él estaba ocupado besando a Roxana, no le dio importancia.


III
Luego de un cachondeo que duro aproximadamente 15 minutos, entre besos y caricias, él empezó a sentir algo raro. Su sexto sentido le decía que algo raro pasaba, pero por otro lado estaba tan embobado con Roxana que intento acallar esos pensamientos.
La piel de Roxana empezó a sentirse seca y rugosa, un poco fría. Sus latidos habían dejado de hacerse sentir o más bien, nunca los había sentido y el espectro de Loly, cada vez se iba transformando en un ser fantasmagórico. Su lengua ya no tenía vida y estaba sintiendo como si fuera el beso de la muerte. Un aire frio ingreso en su cuerpo.
Mauro, intentó separarse de los brazos de Roxana, pero la primera vez no pudo. La fuerza que ella tenía, era la misma de un levantador de pesas y lo apretaba tan fuerte que lo empezaba a lastimar. Al retirarse levemente entro en pánico. Su cara angelical se había convertido en una cara arrugada, fría y pálida. Era como si fuera un fantasma, sin vida, pero con una fuerza que le estaba quitando poco a poco su vida.
El miedo empezó a trepar por sus huesos, por sus venas y mientras más gritaba pidiendo auxilio, ella más se reía. Una risa tétrica. Junto todas sus fuerzas y pudo zafar de sus garras por un momento. Roxana había caído al piso, mientras lo miraba fijamente. Mauro corrió rápidamente para agarrar el auto e irse, pero Loly lo estaba esperando. Le mostraba los dientes y con el rugir hizo que Mauro cambiara de idea y corriera hacia la calle para pedir ayuda. El celular, que sonó varias veces sin darle importancia, ya que era Hugo para cerciorarse que todo anduviera bien, lo dejo en la mesa del jardín.
Mauro no sabía que hacer, tenía que intentar entrar al auto, pero para eso tenía que recuperar las llaves que estaban en la mochila en el living comedor de la casa. El miedo empezó a correr por sus venas, pero también su instinto de supervivencia. Pensó un instante y miro hacia la casa desde un arbusto que estaba en la casa del vecino. Desde ahí pudo ver a Roxana y a su perra Loly, buscándolo, mientras lo llamaban por su nombre como si fuera un perro perdido.
- Mauro, donde estas? Mauro, mauro, vení que esta la cena. ¿Dónde estás? - Repetía Roxana mientras su perra olfateaba buscando una señal de él.
Mauro al ver tal situación toca el timbre del vecino con el fin de buscar ayuda. No sabía como explicar lo sucedido, pero tenía que llamar a la policía para que lo venga a rescatar.
- ¿Quién es? – se escucha desde el interior de la casa.
- Disculpe, soy Mauro y necesito su ayuda. Necesitaría llamar a la policía ya que estoy en peligro. – dijo Mauro sin pensar.
Sin saber que había pasado, se abre la puerta y sin pensar entra de una zancada hacia el interior de la casa. Para su sorpresa, estaba una mujer y un nene de unos 15 años mirándolo fijamente. El padre que había abierto la puerta la mira desde su lugar y cierra. Mauro cuando se da vuelta y empieza a contar su relato, se da cuenta que Javier, era el nombre del vecino, tenía el mismo aspecto que Roxana, al igual que toda su familia. La cara era mórbida, pálida, gris, los brazos caídos, su piel rugosa y seca, los ojos blanquecinos con la órbita de un color medio rojo o rosa. Mauro no sabía que hacer ya que, además, estaba adentro de su casa, no sabía como escapar, pero lo tenía que intentar.
- ¡¡¡¡¡¡¡Hola, está acá!!!!!! – escucha mauro que hablaba la señora de la familia hacia el parque.
- Hola amor, porque te fuiste? – Al instante apareció Roxana en el living con su perro.
- Vamos que la cena está servida. – agrego mientras lo agarro de un brazo y no pudo soltarse.
La mirada del vecino seguía atento esa situación
- ¡¡¡¡¡¡Si necesitas ayuda, avisa!!!!! – agrego el vecino.
Mauro estaba entregado y eso ayudo para que pudiera pensar o más bien entender que estaba pasando. Lo que, si sabía, era que tenía que buscar la manera de escapar.
Tal cual había dicho, la mesa estaba servida, en el plato había un pedazo de carne cruda y un vaso de vino. Del otro lado, pero muy cerca, estaba Roxana y custodiando a Mauro, estaba Loly que, frente a cada mirada de él, le mostraba sus dientes con un gruñido espantoso.
- Tenía hambre – Agrego Roxana a un silencio atroz, mientras devoraba con sus manos un pedazo de bola de lomo, cayéndole por su comisura un rastro de sangre.
- ¿No tenes hambre? ¿Come que vas a necesitar fuerza? – le decía Roxana mientras agarraba la comida de mauro y le pegaba un mordiscón.
En el momento que Roxana mira para delante de la casa, ya que había escuchado un ruido, Mauro tira el pedazo de carne que estaba en el plato bien lejos y mientras Loly lo va a buscar, él tira la mesa hacia Roxana y entra a correr hacia su auto. Intenta abrir rápidamente pero no puede, no responde. A lo lejos escucha que lo llaman y ve como Loly empieza una carrera fugaz hacia él. La primera patada que le tiro causo el efecto buscado, pero solo tardo unos segundos en alcanzar su tobillo con su boca y el grito que pego se escuchó hasta las casas aledañas. La sangre empezó a circular por su pierna y el movimiento de cabeza de Loly junto con su pierna hizo que la herida sea más grave. Con las dos manos, lo agarró del cuello, lo apretó fuertemente hasta que Loly aflojo la dentadura y pudo zafar su pierna. Con el envión de tal pequeña victoria, le propino un golpe en la mandíbula de Loly que lo dejo tirado por un instante. Mauro empezó a correr sin saber a donde. Sus dudas de si todo el barrio era como ella, empezaban a aumentar. Así que corrió buscando una salida que lo saque de ese barrio, pero el muro que lo separaba de la realidad era muy alto.
Siguió corriendo y llego a la garita de seguridad. La misma estaba completamente cerrada. Un portón como si fuera de la edad media era lo que lo separaba de la libertad y porque no, de la vida.
La gente de seguridad se acercó a él, ya que lo vio perdido y desesperado, pero Mauro al notar que al igual que Roxana y su vecino, se había transformado en esos seres espectrantes, corrió lejos de ellos. Se tenía que esconder, tenía que pasar la noche, pensó para sí. Tenía esa leve esperanza que el hechizo caducara con la luz del día. Solo tenía que aguantar bien escondido durante 3 hs más. Corto su remera con ayuda de sus dientes y se vendó el pie donde Luly hincado sus dientes.

IV
Se recostó sobre la pared que dividía al barrio del exterior y descanso unos segundos. Necesitaba tomar ese respiro para pensar. La noche era estrellada, la luna llena y el campo abierto hizo que pudiera ver a Roxana y a unas 15 personas más que estaban buscando algo. Junto con ellos una jauría de perros fantasmas. Sabía que el destinatario de esa búsqueda era él y que tarde o temprano lo encontrarían. Ahora necesitaba descansar, no pensar en el dolor que le provocaba la herida en su pierna y pensar que hacer. Necesitaba pensar para sobrevivir.
Empezó, como si fuera una película, a rebobinar todo lo sucedido desde su llegada hasta el último instante. Al recordar la lucha con Loly, hizo que el dolor fuera aún más profundo. El barrio era grande y de lejos podía observar el movimiento de esos seres. Pudo divisar, también, al guardia que le había dado las instrucciones para ingresar al lado de Roxana sosteniendo una linterna mientras decían “Mauro ¿dónde estás? No tengas miedo. No te va a pasar nada”.
Su cabeza iba a mil por hora, estaba en desventaja, herido y sin saber que hacer. Cierra los ojos unos instantes, estira la cabeza hacia arriba como si fuera un rezo especial, pero un pensamiento lo vuelve rápidamente a su realidad. Abre los ojos y su corazón empezó a latir mucho más fuerte, un miedo aterrador golpea la cabeza cuando ve a unos 5 metros de distancia a un chico de unos 6 años. La mirada del nene estaba fija en sus ojos. Su aspecto espectral hizo que el encuentro fuera aún más tétrico, era medio gordito, con cara pálida y ojos rojo furioso. Estaba vestido con una bermuda y una chomba blanca. Por un instante le hizo recordar a su pequeño ser a esa edad y lo mucho que había sufrido en el colegio, los golpes recibidos y los destratos de sus compañeros.
Mauro seguía sosteniendo la mirada, listo para salir corriendo. Apelo a su ternura y le hablo en voz baja para no levantar sospecha.
- Hola, ¿cómo te llamas? ¿Me podés ayudar? – le decía Mauro al chico, pero su mirada seguía firme y no salía palabra por su boca. Esa situación le genero aún más miedo.
Intento mantener la calma y pensando que era su única esperanza, intento de nuevo.
- Por favor no digas nada, ¿me decís como salgo de acá? ¡¡¡Me ayudas por favor!!! Tengo familia -mauro le rogaba con lágrimas en los ojos y una voz entrecortada.
El nene seguía sin bajarle su mirada, quieto y callado. Hasta que
- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Lo encontré!!!!!!!!!!!! – grito el nene
Mauro sin dudar, se paró y empezó a correr, empujando al chico que lo había delatado, dejándolo tirado. Al subir la mirada ve como Roxana y sus secuaces empezaron a correr hacia él. Loly y unos 5 perros iban en primera fila, hambrientos de sed.
Mauro mientras corría hacia no sabía donde, pero lejos de los espectros, encontró una rama de un árbol caída que la tomo como arma de defensa. En el camino e iluminada por la luz de la luna, pudo divisar algunos animales muertos que tenían una especie de mordiscón en la zona del estómago. Incluso pudo divisar a Loly o más bien el cuerpo natural de Loly tirado a la veda del camino con los intestinos desgarrados. Esas imágenes hicieron que se imagine cual iba a ser el destino que le tocaría, si es que no pudiera escapar. Lo matarían y se volvería un espectro.
AL llegar al otro extremo del barrio y mientras los espectros lo estaban rodeando. Él lanzo el último grito de ayuda y también de súplica, aunque tenía algo de rezo, al aire y…El sonido de una bocina se empezaba a sentir cada vez más fuerte. Roxana se da vuelta y vuela por el aire junto a su vecino y a Loly. Mauro ve las luces de un auto que se dirigía hacia su lugar embistiendo zombies y esquivando algunos proyectiles o palos que le propinaban al auto. La bocina del mismo le sonaba familiar. Cuando faltaban 10 metros para donde estaba él y habiendo pasado la primera barrera de estos seres espectrales.
- Mauro………subí rápido!!!!!!!!! – Un grito desde adentro del auto lo saca de su sorpresa y sin pensarlo corre como puede hacia ese lugar.
- Vámonos de aquí!!!!!!!- Le decía Hugo que lo había ido a rescatar.
Mauro sorprendido por cómo había llegado, pero agradecido por que alguien se acordó de él, se aferró al asiento y salieron rápidamente del barrio. En el camino embistieron nuevamente a Roxana y a su perra Loly.
Salen del barrio por una puerta alternativa, que Hugo había usado para ingresar. La misma estaba con vigilancia, pero al ser más lábil que la principal, Hugo la pudo pasar por arriba y vencer la resistencia de la misma.
En el viaje al hospital, Hugo le dijo que tenía un mal presentimiento y al no responder su llamado, ni mensajes fue a ver si estaba todo bien. Para suerte de Mauro, él le había pasado la ubicación del lugar a donde iba. Le dijo que le costó encontrarlo, pero como por arte de magia, en un momento se activó nuevamente el GPS y la puerta apareció frente a él. Después de discutir con los de seguridad porque no lo querían dejar pasar, pero su instinto insistía que tenía que entrar, tomo la decisión de ingresar a la fuerza.
Una vez en el hospital del barrio, el médico le pregunta que le había pasado y Mauro sin pensar que le iba a decir o que iba a opinar de esa historia loca, le conto. Para su sorpresa el médico le dice que ese barrio se lo conoce como barrio fantasma, que era más bien una leyenda, ya que nunca nadie lo había encontrado, ni se sabía de su ubicación. Que los pocos que fueron a ese lugar, invitados por alguien de ahí adentro, no volvieron más. Que ellos habían tenido mucha suerte.
Luego de unas horas de internación, donde le hicieron más estudios además de curarle la mordedura del perro y aplicarle vacunas varias. Regresaron a su casa, con la experiencia de su primera cita por Tinder.

@nahuelroig24

Texto agregado el 25-12-2020, y leído por 59 visitantes. (0 votos)


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