Eran las ocho de la mañana de un día muy lluvioso. Andrea agarró una canasta de mimbre y se fue a la galería del tejar a comprar frutas y verduras. Ya había comprado mangos, manzanas, peras, piñas y naranjas. Luego compró habichuelas, arvejas y habas. Le faltaba comprar frijoles, pasó por el puesto donde vendía una gorda. Vio los frijoles de reojo, pero no sé quiso acercar. La gorda de manera irónica dijo:
-A quinientos la libra de frijol
Andrea, intentó regresarse pero se arrepintió y siguió de largo. La gorda, con mucho enojo le dijo a una vieja culichupada de al lado:
-Estas viejas ricachonas quieren todo regalado.
La vieja culichupada de inmediato le contestó:
-Tienes toda la razón, no le vendería así me estuviera muriendo de hambre.
Andrea compró los frijoles a un caballero muy respetuoso y galante. Volvió a pasar por donde la gorda. Con el ánimo solo de indisponerla sacó la libra de frijoles de la canasta y los alzó con su mano derecha. Los frijoles eran los mejores que se podían encontrar en la galería, de ésos que llaman cargamento. Luego se acercó donde la vieja culichupada y le preguntó:
- Cuánto vale la cesta de patatas.
La vieja culichupada le contestó:
- Vale diez mil pesos incluida la cesta.
Andrea le contestó:
- Por ser usted le doy quince mil pesos, me ha caído bien.
La vieja culichupada recibió el dinero muy contenta, pues no había vendido nada.
Andrea le agradeció y le dio un beso en la mejilla. La gorda estaba furiosa, jamás pensó que su amiga le hiciera eso. Apenas se recuperó de ese desplante le dijo a la vieja culichupada:
- Vos si sos una hija de perra, cómo es que me haces eso.
Nayibe, no le respondió con palabras, agarró un cuadro de panela y se lo partió en la cabeza. Fue tan duro el golpe que la mató. A diez metros de distancia Andrea sonreía.