Tenía que decidirse por el fusil y la biblia. Sin pensarlo dos veces agarró el fusil y se fue feliz donde el destino lo halaba. Había tanta basura humana que iba a necesitar muchas balas. Tenía buena puntería y una moral a prueba de todo. No había dinero que pudiera comprarlo. En la manigua le hicieron muchas propuestas para que se pasara al bando enemigo, pero las rechazó, de paso mató al emisario que intentó comprarlo. Comandaba el escuadrón de la muerte. En la lucha armada hay que estar dispuesto a matar en cada momento, so pena que lo maten. Voló muchas veces el oleoducto transandino; mató a quienes se rebelaron; mató a propios y extraños que lo confrontaron. Jamás le tocó un pelo a mujer alguna, incluso a aquellas subordinadas de su escuadrón. Todos sus hombres, antes de matar pedían perdón a Dios por lo que iban a hacer, ni que Dios fuera desocupado para andar escuchando súplicas o perdones. Si fuera tan poderoso ya habría detenido este baño de sangre, está muy ocupado tratando de poner en orden todo este mierdero, pero hasta ahora no le suena la flauta. La guerra lo puso frente a frente con el tirano que estaba desarmado. Ante la proximidad de la muerte sacó la biblia y se la puso de escudo en el pecho, con eso estaba seguro de detener a ese demonio que le apuntaba. Tan solo se escucharon tres disparos en la manigua y un grito de muerte. Las balas atravesaron la biblia y el corazón de aquel insensato que utilizó la biblia como pretexto para oprimir a los indios que defendían a la pachamama.

Antes de morir llevaron un cura para que se arrepintiera. Sin mediar palabra sacó la pistola y le adelantó el viaje al cura al más allá. Luego se voló la tapa de los sesos para que que el cura no viajara solo.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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