Mi viejo nació un martes 13 de enero del año 1947, es un hombre apuesto, hasta el día de hoy, caballeroso, como pocos, de largas sobremesas siempre con un tema interesante a tratar... el alma de la fiesta, cuando se sienta a conversar con un amigo, pueden beberse una botella de whisky sin acusar recibo del alcohol en su cuerpo, claro está que siempre la acompañan de una buena cena, a veces lo miro y pienso: "¿dónde guarda todo lo que ingiere?".
Anoche me desperté de manera intermitente, soñé con él toda la noche.
Hoy, la invitación era a almorzar en su casa, la misma que comparte con mamá. Ella en la cocina desde temprano, preparando sus clásicos ravioles. Él, preparando los aperitivos.
Al llegar, le di uno deesos abrazos para recordar, de esos de siempre, en los que me cubre por completo con sus brazos y no hay forma de que el mundo real pueda traspasar esa barrera de amor, tan protectora, paternal, masculina, fuerte. Luego -y como esde costumbre- me dio muchos besos por toda la cara y la cabeza.
Algo le dijo mi marido al oído y le entregó un paquete de regalo que, realmente, no sé de dónde sacó, lo que sí sé es que se abrazaron golpeándose mutuamente la espalda.
Mi viejo sirvió los aperitivos, en tanto llegó mi hermano mayor con sus hijos y mi hermano menor con su novia.
El almuerzo se llevó a cabo en un contexto de risas y anécdotas que mi papá ha contado tantas veces como reuniones familiares hemos tenido y siempre causan la misma gracia. Hizo un brindis, como siempre, solo que en esta ocasión sus palabras me llegaron mucho más que otras veces... no sé si fue por la pandemia o porque me estoy poniendo más vieja, pero valoré cada una de las cosas vivenciadas el día de hoy... tambien puede ser porque este es el lado B de la historia.
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