Ciertos organismos internacionales se han apropiado intencionalmente de la representatividad de los derechos humanos, están transformando la disidencia u oposición al orden establecido en una metonimia de los derechos humanos universales que nos corresponden a todos los individuos. Esta es una clara prostitución del sentido de amparo del derecho y una venda más a los ojos de la ya cegada justicia. Un aprovechamiento comunicacional de pequeños grupos que promueven y amparan los actos vandálicos y de terrorismo encubiertos en las demandas legítimas de la población.

A la hora de hacer el balance de las víctimas resultantes de una manifestación, es lógico que la peor parte se la lleven los grupos de oposición a los regímenes, pues no cuentan con los medios para enfrentar a los aparatos represivos de los estados. Debemos condenar el abuso que se ejerce sobre los manifestantes pero tampoco debemos olvidar, que como consecuencia de estas manifestaciones, resultan indirectamente afectados muchos individuos que ni siquiera han tomado parte activa de ellas. Cuando se saquean y queman los supermercados, se dificulta el abastecimiento de alimentos; cuando se saquean y queman los locales comerciales, no solo se termina con la fuente de ingresos de sus propietarios, sino que se termina con la fuente de trabajo de muchas personas y en consecuencia con el
sustento de muchas familias.

Hemos de esperar que cuando hablemos de derechos humanos tengamos en cuenta que debemos también considerar todos los derechos, no solos los exigidos parcialmente de los actos de disidencia y que en un futuro no muy lejano, estas mismas instituciones que amparan esta forma primitiva de manifestar disconformidad, establezcan los mecanismos para ejercer el derecho a disidencia —un derecho tan necesario como muchos otros— de una manera mucho más protocolizada que permita disminuir la cantidad de muertos, mutilados y las transgresiones a los derechos de todos los actores de la comunidad.