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Cuando Enrique era niño todo lo que hacía le decía la madre que estaba mal. Él se esmeraba en tener los trastos limpios, la casa barrida y bien comidos a los hermanos. Además lavaba la ropa de todos, pero lo hacía mal porque su madre iba con los parientes a contar todo lo mal que él estaba. Pasó a la secundaria y a la preparatoria con calificación de excelente, pero eso también estaba mal, porque sus hermanos pequeños sufrían descuidos y si llegaban a herir o lastimar era porque él iba a la escuela como sacrificio para la madre; quien se volvió a casar porque no sabía cómo es que se conseguía el dinero.
Cuando el padrastro llegaba había que ir a buscar dónde dormir, pues estaba mal que el lo mirase como a una niña grande. Eso enojaba mucho a su madre y llegó a golpearle y llamarlo prostituta. A Enrique no le gustaba ser prostituta ni hacer las cosas tan mal, pero entre más se esforzaba la gente lo alejaba y hasta llegaron a acosarlo con todo tipo de insultos por ser malo con su madre.
La infancia de Enrique fue solo la infancia de otro niño a quien nadie programa o espera. Un día cuando cansado de ser malo se tomó unas pastillas para morir, mientras lavaban el estómago en el hospital las sombras blancas le decían que eso no se hace, que es de cobardes. Supo entonces que también era un cobarde. Supo que tenía que enfrentarse a sí mismo para intentar hacerse de otra clase, pero nadie le decía cómo, cómo dejar de ser quien era.
Pasó el tiempo y decidió que tenía que hacer cambios. Hizo lo que pudo como pudo porque no había guía. Si lavaba ropa, hacía comida, limpiaba la casa y se portaba amable además de traer las mejores calificaciones en la escuela su madre le llamaba perro desgraciado y maldecía como pocas veces se escuchó en la colonia maldecir a alguien; quizás fuera tiempo de dejar de hacer lo que hacía y copiar a los demás que no se la pasaban tan mal siendo sencillamente niños ¡Ellos no hacían nada para ganarse el pan! ¡Todo lo merecían y los amaban! ¡Los defendían!
Enrique ¡No tengo que ponerme! ¿preparaste el biberón a la niña?
_ No mamá, yo tampoco tengo ropa limpia
_ ¡No diste de comer a tu hermana! ¿Acaso olvidaste que por ella comes?
_ Lo olvidé mamá
_ ¿Y tu hermano? ¿Cómo no olvidas tragar?
Enrique cayó a la cárcel y fue violado, destruido emocionalmente y sometido a humillaciones. Parece como si las palabras de una madre fueran como profecías, ahora sí que era la prostituta que tanto le reclamaba por lo que se arrinconó y metió la cabeza entre las piernas para que no lo fuesen a dejar loco a golpes.
En la cárcel alguien le dijo que la gente como él no valía la pena, ya que se regalaban dócilmente y que a ninguno le gusta la mercancía fácil.. Que si quería que lo amaran debía torturar con su presencia a todos, hacerlos sentir que tenían que trabajar duro para ganar su respeto y así lo hizo. Era la cárcel no se podía esperar más. Desde entonces su madre le hacía comida, a veces le lavaba la roba o llegaba a decir 'te quiero' y era tan extraño que casi vomita la primera vez que la escuchó ¿Cómo podía quererlo por golpearla de manera tan salvaje? La última vez le estrelló una bota en la cabeza y ella cayó al piso. ¿Cómo podía decir que lo quería?
Así pasaron los años… a los cuarenta Enrique enterró a su madre, 4 metros abajo como si tratase de no sentir lo que estaba pasando. Le preguntaron que si quería poner un epitafio a la tumba o algo así, titubeó un poco y habló a una mujer que desconocida asistía al sepelio.
_ ¿Conoció usted a mi madre, señora?
_ Sí, era una hija de dios ¡Una santa!
_ ¿Podría poner un epitafio a su tumba?
_ ¿Cómo? ¿Qué quiere que le ponga?
_ Lo que guste. Lo que sienta
_ Eso le corresponde a usted como hijo
_ Es que si escribo allí pondré cosas malas, usted no lo sabe pero soy un hombre malo ¡Ande! Escriba algo bueno para ella.
La mujer escribió palabra de dios y suspiró mientras, Enrique, la puta del padrastro y los presos en chirona, dejó caer la primera y última lágrima de su vida sobre el cuerpo inerme de la única mujer a la que amó.
RH

Texto agregado el 05-03-2021, y leído por 193 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
06-11-2022 ¡Conozco a muchos Enriques! Martilu
 
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