DOÑA CUQUIS

Con perdón (gulp) de mi admirado periodista “Catón”.

En sus últimos años de su ministerio, el bonachón y querido cura, don Coruco, fue trasladado por el señor Obispo a un tranquilo pueblecito del norte de México, donde era apreciado por la comunidad y en su confesionario recibía la visita de varias “clientas” habituales, entre ella a doña Cuquis.
—Acúsome padre —le dijo—, de que un hombre aprovechándose de mí, me abrazó y besó apasionadamente.
El buen sacerdote quedó asombrado, pues la dama, además de célibe, era de bastantes inviernos.
—¿Cuándo sucedió?
—Hace 60 años, entonces era una pizpireta zagala de 20 años.
—¿Y por qué vienes a confesarlo ahora? —preguntó el atónito presbítero.
—Ay, padre — suspiró doña Cuquis—, es que de vez en cuando me gusta recordarlo y espérese a mañana que le cuente la segunda parte.