Nada como un texto legislativo o científico en el uso de la puntuación lógica: fundada en criterios lógico-sintácticos en relación a las estructuras de las frases normalizadas, cualquiera sea su grado de complejidad. La fraseología debe ser clara y coherente, incluso en una arquitectura complicada. Esta puntuación ama la uniformidad y la constancia en su aplicación; una vez que se han establecido los valores y se han asignado las relativas funciones a cada uno de los signos.
Es la exactitud que se observa en los textos científicos y jurídicos, donde los criterios son rigurosos. Por ejemplo en la redacción de los códigos, las constituciones (dogmática jurídica), como en las teorías científicas, en los papers (artículos científicos). Los vínculos puestos a las interpretaciones son rígidos dejando afuera, en la búsqueda de la neutralidad emotiva, los puntos suspensivos, los puntos exclamativos e interrogativos.
El compartir estas normas se encuentra en los textos clasificados como formales. En cambio, la escritura literaria y sus productos (poesía, prosa...) entran en la clasificación no convencional, que está en su lado opuesto. Aquí entra en juego la imprevisible praxis individual de la originalidad innovativa de los textos literarios, que es propio del modo de escribir no convencional.
Naturalmente hay que distinguir entre productos literarios y los que pretenden ser tales. Hay bastante tela que cortar en este ámbito de la pluma informal, donde abunda la escritura negligente, informal o provisoria: por ejemplo, las cartas familiares, mensajes escritos a prisa y furia sin controlar la forma, anotaciones personales, esbozos y cosas por el estilo.
En cambio, cuando se escribe cuidando la regularidad formal, es justo uniformarse a las convenciones de la puntuación aceptadas en la propia época, en la medida en que cada uno y cada cual sea capaz de hacerlo, o desearlo.
La escritura es un don adquirido. Seguramente, el ignorar las convenciones en uso no es motivo honorable para infringirlas. En cambio, los escritores que son patrones de todos los recursos del sistema, conscientemente libres, puntúan creativamente como lo desean.
“Yo solo pretendo humanizar la ortografía, es decir, hacerla más humana”. (Gabito Márquez)
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