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LOS CARTELES


-¿En Caseros? Pregunta el hombre a otro automovilista que está en la cola que tiene más de dos kilómetros.
- Sí, en la bajada de la General Paz. Hay una manifestación porque mataron a un tipo –
Contesta resignado
- Un muerto más y un piquete más. ¡Otra vez voy a llegar tarde! - Y sí, hay que tener paciencia. No queda otra.

***

En Caseros, en la bajada de la autopista, una adolescente de unos catorce años encabeza la manifestación con un cartel que dice: JUSTICIA PARA JUAN: MI PAPÁ.

***

Juan y su hija juntan desperdicios en el centro de la ciudad. Él es un hombre hosco, parco, de malos modales. Su cara es colorada, tiene la barba crecida de varios días y la piel curtida por el medio ambiente acostumbrada al sol, al viento y a la lluvia. En su frente se ven pliegues bien marcados en una expresión ceñuda. Recorre la avenida Callao cargando todo lo que puede: cartones, botellas vacías de plástico o vidrio y cualquier objeto que tenga algo metálico. Revuelve la basura y clasifica todo cuanto puede servirle para algo, a veces no sabe bien para qué, pero aparentemente todo le viene bien.

Es de madrugada en Buenos Aires, y la ciudad, mágica como siempre, saca de su galera shoppings donde hubo mercados o galpones de fábrica, cartoneros que fueron operarios, dormitorios en las veredas de las avenidas Corrientes y Santa Fé, y los restaurantes de Recoleta se sonrojan mirando a los chicos que revisan la basura en busca de comida. Y ahí va Juan, agobiado, con mucha sed, y también de mal humor. De vez en cuando mira a su hija que va detrás, cuidando que no caiga nada del carro y le da algunas indicaciones. Camina lento observando todo a su paso.

Y al fin el cartel... Otra vez ahí... Otra vez esa chica que lo mira, que se le insinúa... Ella le muestra su sonrisa fresca, sus ojos verdes y penetrantes. Lo mira y se muerde el labio inferior provocándolo, ella tiene puesto un short y una camisa corta que deja ver su vientre. En su imaginación la acaricia, le pasa la mano por la cintura y la besa en la boca apasionadamente. Para en un kiosco y compra la cerveza que patrocina la chica del cartel, le da unos tragos y sigue. Cuando consigue sacar de su cabeza la imagen, ella aparece en otro cartel mirándolo de la misma forma. Para enfrentar la situación toma otros tragos de la bebida. La botella ya está casi vacía.

- Eugenia, comprame otra – le dice a su hija.
La chica cruza la calle y vuelve con otra botella, aunque lo hace a disgusto.
Eugenia trata todo el tiempo de que su padre no se enoje, más aún cuando está borracho.
Ellos dos están toda la noche en la calle. Salen a la tarde y regresan al otro día. Su desteñida remera deja adivinar unos pequeños senos, y el pantalón deportivo insinúa sus leves curvas. Tiene una linda carita, pero sus gestos hacen pensar más en un varón que en una chica. Su padre no deja que hable con nadie, ni que cambie mucho su ropa, dice que provoca a los hombres y para no contrariarlo ella mantiene una actitud esquiva con la gente que la rodea. A veces, a escondidas, habla con su tía, que vive al lado de su casa, ella le dice lo bueno que es su padre y que lo debe valorar, que es lo único que ella tiene, ya que su madre falleció, que no lo haga poner nervioso ni lo contradiga. Esas conversaciones duran unos pocos momentos, en cuanto su padre se da cuenta, la llama para que regrese a su casa. Cuando él a veces la acaricia se puede ver en el rostro de la adolescente tristeza y resignación, previendo lo que sucederá después.


Al amanecer llegan a la casa. Una habitación de unos veinte metros cuadrados que es toda la vivienda. Hay una mesa que tiene papeles con restos de fiambres, unos vasos plásticos de distinto color que están sin lavar, y un montón de migas; cuatro sillas de diferente estilo y un mueble antiguo que bien podría ser envidiado por cualquier coleccionista de antigüedades y que en otros tiempos habrá albergado finos cristales. Hoy, en cambio, en él se encuentran algunos utensilios de plástico, un paquete con yerba, algo que parece ser una azucarera, una sartén ennegrecida por la grasa y el uso, y alguna cacerola de aluminio. En la misma habitación hay una cama que comparte Eugenia con el padre. Se puede ver un televisor que contrasta con los demás objetos de la casa. De la pared cuelga un espejo redondo y a su lado hay una especie de repisa que parece a punto de caerse, está algo inclinada y se ve que ha sido pintada varias veces por las capas descascaradas de distintos colores.

El hombre está totalmente borracho y la chica lo mira de reojo. Trata de no mostrar temor, pero en realidad esta aterrada. En la mente del hombre aparece la chica del cartel, hermosa e inquietante, sensual, provocativa que enciende en él todos sus instintos. La nena sin poder escapar siente odio y miedo; y entonces el pegamento que guarda en esa bolsita es el camino hacia una casa blanca con una mamá que la cuida y tiene un rostro amable y un chico con el cuál baila y se ríe en un parque con luces multicolores. Queda exhausta de tanto bailar y reír.

Cuando despierta está al lado de su padre que duerme; y ella con su cuerpo a medio vestir. Agarra un hierro de los tantos que hay tirados en el patio de la casa y golpea salvajemente al padre. Él se despierta ante los golpes pero no puede defenderse, está muy lastimado, ella sigue golpeándolo hasta que él queda inmóvil. Después de ello, se golpea a sí misma, se hace cortes en diferentes partes del cuerpo y sale de la casa gritando y llama desesperadamente a su tía.

***

El titular de un diario al día siguiente dice: EN CASEROS, DOS DESCONOCIDOS ENTRAN EN UNA VIVIENDA MUY HUMILDE, VIOLAN A UNA ADOLESCENTE Y ASESINAN AL PADRE QUE TRATO DE DEFENDERLA.



Texto agregado el 10-07-2021, y leído por 158 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
14-07-2021 Argentina da para este tipo de relatos y más, muchos, muchos más!!! Muy buena tu narrativa!!! Un beso. MujerDiosa
11-07-2021 Muy bien relatado, excelente texto, contenido y forma Yvette27
10-07-2021 Ay! historia difíciles si las hay!, y ésta que nos cuentas es una de ellas. Mezcla de sinsabores, reclamos, pobreza, desidia y mas... Caseros, General Paz, y tantos otros lugares de este mundo raro... Me gustó leerte. Shou
 
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