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Se trataba de un pueblo diferente, especial. Las cosas vivientes, al poco tiempo morían, quizás no siempre de causas naturales. Se me ocurre -porque no es posible tantos fallecimientos en un sólo sitio y tan seguido– que podía ser a causa de la atmósfera, quizás el aire contuviese algo, o tal vez el agua, no lo sé, pero la gente, los animales, todo lo que estaba con vida, languidecía hasta emitir el último suspiro.

Era un pueblo extraño, en el cual nada resaltaba, porque los objetos e incluso las personas, parecían perder sus contornos, los mismos no tenían nitidez. Sus colores se desvanecían antes de intentar ser aquello para lo cual habían nacido.

Cada tanto, caían cuatro pobres y tristes gotas sobre los campos yermos, y en lugar de esparcir el rico aroma de la tierra húmeda, surgía un olor como a cartón reseco. Los tres semáforos del pueblo, emitían una luz pálida y desvaída que motivaba a realizar un esfuerzo visual por ver cual de ellas estaba encendida.
En el único bar del pueblo, se reunía la gente para charlar a veces, pese a que las voces se escuchaban en sordina, sin tonos ni timbres sonoros. Algunos un poco más expresivos, dejaban caer una lágrima cuando se les dificultaba vivir en medio de tanta insipidez.

En estos momentos, sentada ante una de las mesas del bar, se puede ver una pareja, él tiene los ojos tan encapotados que parece mirar a través de dos rejillas, ella debe haber sido muy hermosa hace tiempo, todavía posee una piel lustrosa y blanca, como piso de mármol encerado. Mas allá, dos hombres unidos por el silencio, muestran signos de abatimiento. A uno le cuelga el cigarrillo de una punta como si estuviese pegado a la boca, el otro tiene la piel similar a la masa un poco cruda, como si lo hubiesen sacado antes de tiempo, sin estar del todo cocido. Al único mozo que va de mesa en mesa, sufrido y desalentado, le queda demasiado holgada la ropa, colgándole casi como la cara. No toman nada ninguno de ellos. Simplemente se sientan ahí a ver pasar el tiempo. Para qué tomar o comer algo­, si nada tiene sabor? Al principio cuando cocinaban, al preparado le tiraban sal y condimentos de los más fuertes, llegando a poner de a medio kilo de pimienta sin ningún resultado, la comida seguía sosa. Hasta las moscas que andan por ahí, se las nota desalentadas, como sin ganas de revolotear.

De vez en cuando alguien se creía enamorado, pero me pregunto también para qué, si en cuanto se encontraba a solas con su novia y se animaba a acariciarla, no sentía nada. Los dedos y todo el cuerpo, parecían anestesiados, incapaces de percibir los picos y valles, las hondonadas, los misterios de una mujer, sin aroma ni color, sin sabrosura, no valía la pena ni siquiera hacer el amor.

Como vivir plenamente de esa manera? No eran raros los suicidios, claro que sí. Dejaron de realizar bailes, porque el equipo de sonido se paraba, al parecer cansado de sonar tan lúgubremente. Ni siquiera el clima ayudaba, siempre igual, aburridísimo. Jamás una tormenta, un calor tórrido, un frío que pelara los huesos, nada, siempre parejo, temperatura media, humedad ídem. Como prosperar ante eso? A quien le interesaría descollar, destacarse, sacar a la luz sus talentos únicos? Imposible, no valía la pena intentar motivarse.

El pueblo tenia una proveeduría; porque aún sin tener los alimentos sabor, necesitaban comer, asimismo había un dispensario que no se utilizaba, dado que cuando se enfermaban salteaban etapas e iban directamente a la morgue, poseía una iglesia con campanas anémicas, una escuela cerrada, ya que crecieron quienes habían sido chicos, y no nacían otros, pero eso sí, el cementerio florecía mucho más que las flores de la única plaza, abriendo sus capullos y deshojándose en el día.

Había sido un pueblo muy próspero, todos vivían en la riqueza, sin menesterosos ni persona alguna que pasara necesidades de algún tipo y poquito a poco, se dieron a la holganza, a subsistir sin un propósito, a vagar en medio de naderías.
De tal modo transcurrieron dos generaciones enteras. Todo era tan fácil, jamás un drama ni un problema, ni siquiera una contrariedad. Desconocían las emociones intensas, dejaron de experimentar el amor, de vivenciar la pasión. De a poco fueron perdiendo el sabor de la vida, se escapó el gusto por ella, desconociendo el significado del maravilloso misterio que implica. Cómo darse cuenta que era un milagro el estar vivos? En realidad, los perfumes, la música, los sonidos y colores estaban ahí, bien vibrantes y llenos de vida, estaban presentes, tal como la suavidad del terciopelo o de una piel sedosa, solo que ellos no estaban capacitados para darse cuenta y valorarlo. Sin reto alguno, sin motivaciones, desafíos o esperanzas, sin fe, había sido bien sencillo caer en la medianía, nadar entre los miasmas de un pozo gris. Y la Naturaleza acompañó cada pensamiento, cada pobre y lastimero sentimiento. Se tornó neutra, empatizando con ellos, como fiel reflejo de sus creadores.

Hasta que una noche...

Un voraz incendio destruyó en cuestión de horas, todo el pueblo. No quedó absolutamente nada en pié. Solo tenían un bombero, porque jamás en 300 años, hubo incendio alguno. El hombre, de bombero tenía solo el casco y una manguera de jardín, o sea, nada. Como fuera que se inició y propagó, creo que para ellos en honor a la verdad, fue muy positivo. Al principio los hizo salir de su modorra, que más parecía una muerte lenta. Intentaron apagar el fuego con todo lo que tenían a mano. Prosiguió la historia con una serie de sacudones emocionales y físicos, tales como realizar lo que hacía falta para reconstruir por completo el pueblo. Tuvieron que dormir a la intemperie, conocieron el calor del medio día y el frío nocturno, pudieron admirar las estrellas casi por vez primera, incluso fueron picados por los mosquitos -algo nuevo para todos- siempre inmersos en sus casas con aire acondicionado. La lluvia los bañó por fuera, e internamente percibieron que también fueron lavados, dejaron de ser pálidos y demacrados sujetos, para dar lugar al brillo de colores radiantes que nacieron en sus mejillas y toda su piel. Quien había sido panadera, enseñó a las mujeres a amasar el pan, y los hombres aprendieron a hacer el fuego. Comenzaron a construir sus casas, a sanar heridas, a ayudarse mutuamente, se dieron cuenta de la increíble bendición de estar con vida.

La pasión se enseñoreó de sus vidas, las colmó de emoción y entusiasmo. Y nacieron los amores, por vez primera sintieron lo que significaba estar enamorados.


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Texto agregado el 12-07-2021, y leído por 253 visitantes. (16 votos)


Lectores Opinan
22-08-2021 Se podían halagar tantas cosas ;pero siempre pensando que el sistema me iba a rechazar el coentario... Me reí mucho cuando describes al bombero.... Me encantó. 6236013
22-08-2021 Me impactaron tus palabras mostrando un pueblo tan insípido,casi inimaginable,pero seguía en la lectura,pensando que solo tú podías crear algo así. Después del incendio fue mágico,volvió la vida,amaron.contemplaron las estrellas casi desconocidas para ellos. Y siento que fue tan lindo ese conocimiento colectivo que mi alma se ensanchó y tambien vi todo bello ,lo convertiste en belleza...grande amiga. Te felicito***** Besitos Vic 6236013
08-08-2021 Alcanzar con la literatura el punto mágico de la narración es llegar a lo más alto, pero no siempre lo más alto es lo hermoso. Tu cuento lleva belleza de principio a fin, y, paradójicamente, alcanza el punto más alto al final. Felicidades. Saludos. JerryMendez
22-07-2021 A VECES SE ME ESCAPAN LAS JOYAS QUE PRESENTAS .No vi este texto en su momento .Nunca es tarde,dicen y es verdad. Como sucede a menudo con tus entegas este texto que no va leído linealmente sino en profundidad. Logras crear un ambiente escuálido, menos que mediocre con pinceladas justas. Gracias, lo he disfrutado. Es más bien una fábula con moraleja. Chappeau!! Yvette27
21-07-2021 Tu cuento esta genial, un pueblo que no sabían todo lo bueno que se perdían, así vivimos últimamente en mi Argentina.***** Abrazo Lagunita
16-07-2021 Una de las cosas que me encanta de tus textos es el mensaje implícito en ellos, su halo de sabiduría. Gracias. gsap
14-07-2021 ¡Vaya pueblo!, y que duro aprendizaje. Magnífica historia y muy bien narrada, logras trasmiir esas vivencias que por momento parecieran imaginarias pero seguramente en muchos sitios del planeta aun perduran. Un abrazo enorme Shou
13-07-2021 No tenían bicis? Je cinco aullidos felices Steve
13-07-2021 Me encantó este cuento! Qué lindo escribes! essenavefenix
13-07-2021 Los pueblos, refiriéndome al conglomerado de seres que lo conforman, florecen o se marchitan tal como lo expresas en tu cuento, según sean las intenciones de los gobiernos de turno. Desgraciadamente los gobernantes son elegidos por el mismo pueblo quizás condicionado con luces de falsos destinos o como ya lo he escrito en estas páginas: ¿Acaso será que los pueblos se dan los gobiernos que merecen? vicenterreramarquez
13-07-2021 El cuento lo tomo cómo una invitación a ver mi mundo actual. A revisarlo con el miedo de descubrir, que el proceso degenerativo del pueblo de tu cuento, ya arrancó en el mío. Te felicito. peco
13-07-2021 "Por vez primera sintieron lo que significaba estar enamorados", Que dios se apiade de sus almas...! Si es que existe un dios, que además tenga alma y sea capaz de sentir piedad, tres cosas nada fáciles tu relato fluye tranquilo, sin prisas, el desarrollo es adecuado, el lenguaje me parece que es preciso, ni pretencioso, ni sobreactuado Y la historia es excelente Ishamael
13-07-2021 A veces una catástrofe hace recapacitar a un grupo demasiado inactivo, incitándolo a la lucha por recuperarse. Dicen que después de las guerras sobrevienen períodos de florecimiento, en todos los sentidos. Mi madre solía acordarse de la siguiente frase popular, que habla de algo parecido: "Quien nunca tuvo callos no conoce la delicia de sacarse los zapatos". Muy bueno! Abrazos. Clorinda
13-07-2021 Parece curioso que nadie se haya enriquecido con esta catástrofe. Acaso el pueblo ya carecía de empresarios codiciosos que infundieran nuevas esperanzas a los residentes, creando planes de rehabilitación y trayendo pinturas a destajo para recolorearlo todo. La inacción es madre de todas las catástrofes, no existiendo político, alcalde o alguacil que tuviera la suficiente presencia para crear empleos, fuesen estos sólo dar la vuelta a la manzana para fortalecer los músculos. Un abrazo, amiga. guidos
13-07-2021 Lo externo modificando lo interno. Solo un fenómeno tan aterrador como es un incendio pudo conseguir entibiar esos corazones prácticamente congelados. Me alegra el desenlace porque iba todo hacia el abismo en un comienzo. Saludos, Sheisan
13-07-2021 El fuego purificador hizo renacer este pueblo extraño que se moría de grisura y dejadez, al no entender lo valiosa y hermosa que es la vida. Un cuento que muestra en forma excelente ese cambio que en algún momento todos necesitamos para crecer. Muy bueno, Delia. maparo55
12-07-2021 El fuego es purificador en tu cuento, además de dador de vida a todos los personajes que eran seres muertos en vida, consumidos por el conformismo y la inacción. Todo comienza a renacer después del incendio, lo más importante el amor quien nadie sentía ya. Abrazos y estrellas nelsonmore
12-07-2021 Muchas veces por el exceso de bienestar privamos a las nuevas generaciones de la virtud de luchar. legnais
12-07-2021 Un cuento que me ha recordado el estilo de Michael Ende en El Espejo en el Espejo. Magníficas las descripciones que esbozan el retrato del pueblo y la catarsis final de las llamas. Para levantar un edificio nuevo comúnmente es necesario derruir el antiguo hasta los cimientos. Felicitaciones. Un afectuoso saludo. Altamira
12-07-2021 Excelente..nunca se sabe que tipo de incendio puede demostrar que uno esta vivo y despertar a todo un pueblo. huapi
 
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