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Suplicio parte 12

Muy temprano, Sheila dejó a Gael en la escuela y llegó a trabajar. El viaje de Eliseo con Santos fue de dos horas, llegaron a la escuela, los recibió la secretaria pidiéndoles que la esperaran.
-Te buscan en la dirección.
- ¿Quién? – preguntó Sheila.
-No me dijeron, pero uno de ellos tiene sombreo y el otro viene de negro.
-Estoy aplicando examen. Diles que me esperen – Sheila dijo seria.
Sheila salió a su oficina y Eliseo se pudo acercar a ella.
-Disculpe – se acercó - ¿Podemos hablar?
-Estoy ocupada.
La mujer regresó al salón y después de una hora salió.
-Buenas tardes señorita - dijo Santos.
-Santos, es un gusto verlo – Se dieron la mano.
- ¿Podríamos hablar en privado? – le pidió Eliseo.
-En realidad prefiero hablar aquí – le respondió Sheila en el patio.
-Siento haber perdido los estribos y haberle gritado de esa forma. No se lo merecía. Me gustaría que regresara, mi abuela la necesita. Marcela no me lo perdonaría si usted no regresa.
- ¿Promete ser más alegre?
-Lo prometo – Respondió el hombre.

La mujer tomó la decisión de regresar, pero hasta el fin de semana porque ya tenía planes con Gael y tenía que cumplir con su trabajo en la escuela.
El lunes se presentó en el rancho con su maleta.
-Bienvenida de nuevo – Santos y Marcela le dijeron.
-Gracias.
-La misma habitación es suya.

Por la noche, Blanca ya estaba dormida y Sheila se dio una vuelta por el rancho, caminó hasta llegar a la capilla en la que se encontró con él.
-Buenas noches – dijo Eliseo.
-Qué tal – dijo Sheila esperando una mala Respuesta de Eliseo.
-De nuevo le reitero mis disculpas.
Se sentaron en las bancas de la capilla.
-Creo que le hace falta – Eliseo le muestra una botella de tequila.
-Nos hace mucha falta.
El hombre sacó dos vasos tequileros y salieron a dar una vuelta.
-El rancho es enorme.
-Son 4 hectáreas. El terreno es de Blanca, pero pasaron a mis manos cuando comenzó con su enfermedad.
- ¿Vive aquí con todos sus empleados?
-Sí. Ellos tienen sus casas aquí mismo. Santos vive con Marcela y mi esposa vivía aquí también conmigo.
- ¿Qué pasó con ella?
Eliseo no dijo nada.
-Perdón me metí en lo que no bebo.
-Murió de una enfermedad que nunca pudieron explicar, pero tenía que ver con el riñón. Desde ese día la vida no tiene sentido.
-Entiendo. Aunque la vida continuó, para usted no.
-Exactamente, eso es lo que la gente no entiende.
- ¿Qué aprendió de la muerte de su esposa? – Sheila se atrevió a preguntar.
- ¿Cómo?
-Eso tiene que pensar. ¿Qué le dejó su partida? Le voy a decir algo. ¿Usted cree que valió la pena conocer a su esposa?
- ¡Claro! Fue el amor de mi vida – Eliseo dijo.
-Entonces le hare una pregunta – se dirigió y lo miró – ¿de saber que su esposa moriría hubiera pedido no conocerla?
-Pues por supuesto que no. Mi esposa fue una mujer que llenó mi vida.
-Entonces. Usted está dispuesto a pagar el precio por haberla conocido.
-Lo vale, pero… - dijo después de una pausa - el dolor….
-Créame que sentir dolor es mejor que no sentir nada. Porque usted se niega rotundamente a sentir dolor por temor a verse doblado. Pero es lo mejor. El dolor nos ayuda a crecer. Talvez diga que su esposa tuvo una muerte injusta pero no. Creo que el primer paso es llorar. Sacar todo lo que trae y no negar nada.
Eliseo se limitó a observarla a detalle.

Continuará…

Texto agregado el 24-07-2021, y leído por 64 visitantes. (0 votos)


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