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Mi última morada
Pasaron casi cincuenta años desde que me convertí en fantasma. En la casa estaba solo y se me ocurrió ir por una bebida a la heladera, descalzo y con los pies mojados. Mala idea; desde entonces moro en esta casa, que no era mía; solo fui un amante furtivo que pasó la mejor noche de su vida, con un final trágico.
Por lo vivido, estoy en condiciones de afirmar que los fantasmas no son almas en pena errantes en la noche de los tiempos.
Creo que la casa tuvo mucho que ver. Las leyendas indicaban que un hechizo la había convertido en una “Casa Siniestra”.
Según se cuenta vivía un matrimonio con historias de maltratos hacia la mujer por parte del marido, la huida de la casa de la esposa, la sorpresa del marido cuando encuentra la carta de despedida de su pareja y la decisión de terminar con su vida, disparándose un tiro en la sien.
Otra versión indicaba que por celos asesinó a su esposa y la enterró debajo de los pisos de la casa; luego, como indica la versión original, se pegó un tiro.
O sea que al menos una persona murió trágicamente en la casa, condición esencial para avalar cualquier historia de embrujos.
La reputación de la casa sumada a mi presencia fantasmal hizo que nadie osara trasponer sus puertas. Debo reconocer que mis habilidades disuatorias para con los intrusos no daban prestigio a mi profesión. A duras penas puedo mover algún mueble o tirar un candelabro. La corporización no se me da muy bien y me cansa bastante.
Mis escasas condiciones para espantar a la gente hacen que le deje todo el trabajo a la casa, y desde la noche de los pies descalzos me especialicé en crear maleficios y hechicerías que tienen a todo el pueblo aterrorizado.
Recién me percato que no les conté del pueblo; se llama Sauce Tostado a unos 60 kilómetros al sur de de la provincia de Buenos Aires. La casa se encuentra casi a la entrada del pueblo, de estilo colonial con puertas y ventanas que acusan el paso d
el tiempo. Un generoso jardín y un amplio fondo sin vecinos por las cercanías.
Existe otro mito que dice que los fantasmas frecuentaban esos lugares en vida. En mi caso venía huyendo de un marido posesivo y utilicé la casa como único refugio. Me enteré luego que entre las tantas propiedades que le daban a la casa era que el que entra nunca logra salir vivo. Ahí debo reconocer el mérito del mito.
Hace algún tiempo unos parroquianos se acercaron con mucho cuidado hasta el jardín de la casa y pusieron un cartel de venta. No les resultó nada fácil, le alcancé la revolear una fuente de porcelana que le pegó de lleno en la cabeza a uno de ellos. Igual no pude evitar que cumplieran con su objetivo.
Para mi sorpresa la semana pasada plantaron otro letrero mucho más grande que el anterior que indicaba que en este solar se construirá un complejo de viviendas.
Durante este tiempo leyendo un tomo disponible en la biblioteca sobre conjuros y hechicerías descubrí como hacer que los misteriosos poderes de la casa puedan replicarse a todos los rincones del terreno. Ahora tengo la sensación de que me fuera a mudar, no a una casa sino a varias. Será el momento de aprender bien mi oficio y agigantar la leyenda hasta constituirla en el Barrio Embrujado.

Texto agregado el 28-08-2021, y leído por 63 visitantes. (0 votos)


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