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Así que María decidió convertirse en Adivina.
Nunca se perdía ninguno de los muchos debates, fueran en la televisión o en la radio, en los que se discutía sobre el tema, y encendida de ira, en ningún caso conseguía entender como podía haber personas que no creyeran en la existencia de los “poderes adivinatorios”, como a ella le gustaba llamarlos.
Sabía, porque lo había oído decir a una popular Adivina, que a aquellos que tenían el don se les manifestaba en primer lugar a través de los sueños, sueños que se irían cumpliendo, y poco a poco llegaría a controlar el poder de la adivinación durante la vigilia y a voluntad. Esto sin embargo estaba reservado a unos pocos, y por ello eran escasos los verdaderos adivinadores.
Esa noche María, que no solía recordar sus sueños, decidió poner el despertador a una hora temprana de la madrugada para facilitar su recuerdo. Y en su primer intento, se interrumpió jugando sobre el sillón del comedor con su perrito, un lanas blanco y negro que por fin su madre había aceptado comprarle. Pero aunque pasó todo el día esperando la llegada de su regalo, esto no sucedió. Ligeramente apesadumbrada, pero en ningún caso dispuesta a renunciar a sus intenciones, volvió a repetir la estrategia del despertador la noche siguiente, en la que soñó que iban de fin de semana a uno de los parques temáticos que tanto había visto anunciar en la tele, y como ese día era viernes, esperó con impaciencia el anuncio de sus padres, pero este tampoco llegó.
A la siguiente noche, María se despertó con un leve temblor y el pelo humedecido por el sudor. Salía de la iglesia de la Concepción, del entierro de sus padres, muertos en un incomprensible accidente de tráfico. Durante todo el desayuno María no dejó de insistirles para que no fueran a comprar al centro comercial que estaba a 12 km. de casa, al menos no ese sábado, pero sus padres no le hicieron caso. Pasó toda la mañana pegada al teléfono, esperando la fatídica llamada, y ésta se produjo, su madre le decía que mirara en el congelador porque no recordaba si tenían cordero. Al volver no entendieron porque su hija se abrazaba a ellos de aquella manera, pero hacía tiempo que habían asumido como naturales cierto comportamientos extravagantes de su hija.
Tras aquello, con un gran alivio, aunque ligeramente decepcionada, siguió intentándolo durante el resto de la semana, y la siguiente, pero no consiguió que se cumpliera ninguno de sus sueños, si bien a veces ni siquiera con el despertador conseguía atraparlos.
María decidió acudir a la famosa Adivina que solía aparecer en los debates y que afortunadamente vivía en su misma ciudad. Quién mejor que ella para desvelarle si realmente tenía el don. Le costó algo de trabajo conseguir una cita al ser menor de edad, pero su insistencia...
Y no se dejó impresionar por el lujo de la oscura habitación, pero en el momento en que hizo su aparición la propietaria, María enmudeció de admiración, convenciéndose aún con más fuerza de sus propósitos. Cuando el nerviosismo se lo permitió le contó a la Adivina sus intenciones y sus fracasos, pidiéndole que le desvelase si podría convertirse ella en una verdadera Adivina. Su oyente no pudo por menos que sonreír al acabar la historia, y mirándola cariñosamente le contestó- si quieres, puedes convertirte realmente en lo que deseas, tan sólo has de dejar de soñar- María la miró estupefacta, pues eso contradecía el proceso iniciático que la había visto defender con tanto énfasis, y que por supuesto ella compartía.- Pero si dejo de soñar...-dijo María-¿Cómo podré saber de entre todas las cosas que pasan por mi mente cuáles de ellas son adivinaciones?, ¡nunca llegaré a controlarlo, si es que algún día mis sueños se cumplen!-. La Adivina la cogió de su mano más próxima sin dejar de sonreir- Te contaré un secreto- empezó, mientras agachaba la cabeza acercándola a la de María- tus sueños son un estorbo, interfieren con lo que has de ver. Sólo cuando olvides tus sueños y te centres en los de los demás, sólo cuando seas capaz de conocer los sueños de la persona que tienes frente a ti serás una verdadera Adivina, porque lo demás carece de importancia.-
María pagó y se marchó agradeciendo los consejos y la confianza que había depositado en ella. Sin embargo, nada más salir por la puerta, decidió que ya no sería adivina; prefería seguir soñando.

Texto agregado el 04-10-2002, y leído por 590 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
21-04-2006 Me recordó algo k yo he escrito antes... eso de la adivinación es un don extraño. Saludos KAReLI
15-04-2005 uiss si yo le contara a María....un susurro* susurros
07-05-2004 Durante un rato he estado con la intriga de los sueños de María hasta que al final ha desaparecido al entrar la ternura...un saludo eloisa
11-04-2003 Muy agradable de leer. Me gustó mucho el final, como todo buen cuento, es bastante inesperado. oecheverry
01-02-2003 Muy interesante tu estilo. Dejas al lector atado al relato hasta el final. Yo también creo en el poder de los sueños williemay
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