CIELO O INFIERNO

Hola amigos:
Mi abuelita (qepd), era una señora de las de antes, bien hablada, incapaz de decir una grosería, como hoy se acostumbra, educada, dulce y gentil. En su lecho de agonía me hizo la siguiente confesión:

“Hijo, trata bien a las mujeres, se lo merecen. Yo muy jovencita me casé con un señor maduro, tu abuelo, al principio era amable y me trataba bien, pero, al paso del tiempo salió su verdadero carácter: irascible, perfeccionista, por cualquier cosa me llamaba la atención y lo peor, cuando andaba con sus copitas (que era muy seguido) me levantaba la mano. Aprendí a usar maquillaje para cubrir los moretones. En Fin, un infierno. Esto duró mucho tiempo, hasta que me harté. Por fortuna por ser oaxaqueña soy buena cocinera, así que le di su “agüita” en la comida. Ni cuenta se dio. Por cierto, es muy barata y se consigue en cualquier tlapalería. El médico del pueblo, un viejito bonachón, no sé si por ignorancia (lo más probable) o por flojera, certificó “infarto masivo del corazón”. El entierro fue con toda la pompa acostumbrada para las gentes de posición. Y desde entonces yo conocí el paraíso, que me duró muchos años,
Ahora, me toca a mí, dejar este mundo donde he sido tan feliz después del fallecimiento del que fue mi esposo. No sé si iré al cielo o al infierno, o a lo mejor, no existen y es solo un invento de los curas (son hombres). Lo único que pido es que a donde vaya no me encuentre con este señor”.

Por fortuna, en su benévolo rostro al morir, lo adorno una hermosa sonrisa. Así que no se encontró con el malvado abuelo.