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Inicio / Cuenteros Locales / maparo55 / Miedo, ¿estás ahí?

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Este es un texto muy antiguo. No recuerdo con exactitud el estado anímico con el que fue escrito. Miedo, quizás.

Decía Montaigne: “La cosa de que tengo más miedo es el miedo, porque supera en poder a todo lo demás”. Y es que el miedo es así: poderoso, cruel, implacable, traicionero. Podría citar veinte adjetivos más, pero creo que todos sabemos muy bien lo que el miedo representa, el dominio que ejerce sobre nosotros. Enfrentarlo, es una labor ardua de altas y bajas, de pequeñas e interminables luchas cotidianas, que pueden amargarnos los momentos más felices. Difícil tarea la de enfrentarse al miedo, se necesita mucha fuerza de voluntad para intentar vencerlo.
El miedo es uno, pero se emboza de una y mil diversas formas para socavarnos, herir nuestra entereza, hacer flaquear nuestra seguridad. Es indigno porque nos ataca de la forma más artera y cuando menos lo esperamos. Está agazapado en cualquier rincón del inconsciente presto a saltar ante la más pequeña debilidad de parte nuestra; entonces se regodea y nos machaca inclemente llenando nuestra alma de tal forma que casi es imposible sacarlo o cuando menos controlarlo. Me viene a la mente un cuento de Julio Ramón Ribeiro, “El profesor suplente”, donde la inseguridad, temor ante el fracaso, miedo vil a quedar en ridículo, hace que el protagonista, quien va a sustituir en sus clases al maestro titular, se rinda antes siquiera de presentar batalla. Resulta penoso ver la caída hasta la ignominia, de este hombre que es incapaz de luchar (aunque sea mínimamente), por salvar su dignidad, su valía.
Viajar por carretera manejando un automóvil, es para muchos un goce cotidiano que procuran darse cada vez que se presenta la oportunidad, saliendo de paseo con la familia o solos, a destinos cercanos o no, por el único y exclusivo placer de conocer otros lugares, de tratar gentes; sin embargo para algunos no es así, sufren con la sola idea de tener que manejar grandes distancias o enfrentarse con lo que desconocen (las curvas de la carretera, para empezar); sudan, se ponen a temblar y de plano abandonan la idea, aduciendo cualquier pretexto salvador.
¿Y los que no soportan permanecer entre multitudes y se vuelven locos ante la presencia de mucha gente? Imbuidos de un miedo terrible se desesperan, una ansiedad incontrolable los atosiga y finalmente los obliga a permanecer estáticos, indefensos. Hay en la gente un elemento intangible que provoca una reacción incontrolable que no puede superarse y el individuo que la sufre comienza a experimentar físicamente dolores abdominales, temblores, dolor de ojos, dolor de cabeza, incluso náuseas y muchos otros síntomas provocados por el miedo. Aquí cabe perfectamente la frase acuñada por la sabiduría popular de: “me cago de miedo”. El cuerpo, la mente, todo se descompone cuando el miedo nos atrapa.
El miedo a las mujeres (o a los hombres, según sea el caso) provoca idénticas o peores reacciones. Cuando una mujer me intimida, me quedo mudo, sordo, ciego, incapaz de hacer algo coherente, mas bien soy capaz de cometer las más estúpidas tarugadas. Me trabo, evito mirar de frente, me vuelvo una gelatina, una masa cualquiera que no sirve para maldita la cosa. Más si la mujer es joven y bonita, si tiene unos ojos profundos y seductores, o una boca de esas que se antoja morder o comérsela a besos.
A nadie le gusta recordar los peores momentos que ha vivido, ésos que constituyeron lo más negativo, ridículo o vergonzoso de sus acciones. Puedo asegurar que detrás de todo ello estaba el miedo, el miedo vil y rastrero. El miedo paralizante, diabólico, digno quizás de compasión. Compasión por el hombre ante la imposibilidad de vencer el miedo. Y al miedo, por su destino inexorable de provocarlo, de no inspirar mas lo que su nombre anuncia: miedo.
A la muerte le guardo un gran respeto, pero también miedo. No vengan a decirme ahora que hay mucha gente la cual no le teme, o que los mexicanos no le tememos porque tenemos fama de jugar con ella (José Guadalupe Posada y sus “Catrinas). Alguien podrá prepararse para recibirla y objetar que tiene miedo de morir; pero eso es una gran mentira: todos tenemos (aunque sea de forma inconsciente) miedo a morir. Aquí me llega ahora la historia de Juan, aquél que no conocía el miedo, que nunca lo había experimentado y que sale a buscarlo por esos caminos de Dios sin hallarlo; pero basta que la mujer que ama enferme y pueda morir, para que Juan se transforme y diga que tiene miedo, miedo de que su amada pueda morir. Estos últimos dos años, envuelto en enfermedades familiares y zozobra, he vivido transido de miedo, no lo niego. Aún ahora me acosa su sombra y me hace temblar.
Vivir lleno de miedo no es sano; existen infinidad de personas que son capaces de luchar contra él y salen victoriosos. Sin embargo, aún en esos casos, podemos decir que el miedo no desaparece, está ahí, escondido, controlado, omnipresente pese a todo.
Puede sonar ridículo afirmar que “el miedo es el miedo” o que “tengo miedo de vivir con miedo”; pero las cosas son así, simples. Para dormir tranquilo generalmente leo un poco, hoy leeré algún cuento de miedo: de Poe, Machen, Lovecraft, Dunsany o cualquier otro maestro del terror, que me libere de todos mis demonios y fantasmas interiores. No estoy seguro de lograrlo.
Para terminar con estas divagaciones sobre el miedo, cito y parafraseo de memoria, un fragmento de un poema de Nervo: “Miedo nada me debes (ni te debo). Miedo…estamos en paz”.

Texto agregado el 13-12-2021, y leído por 150 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
16-12-2021 El miedo se disfraza con diferentes caretas, tenemos la incertidumbre, que es un miedo alargado que se va prolongando más y más hasta que de pronto ocurre la situación que aguardábamos. De todos modos, duerme con nosotros y se levanta y se afeita con nosotros. La vida es muy curiosa y puede jugarnos una trastada a la vuelta de la esquina. O bien, la alegría nos embarga y el miedo allí con nosotros, levantando banderitas porque sabe que todo es transitorio. Un gran abrazo grande, amigo. guidos
15-12-2021 Toda una interesante reflexión acerca del miedo. Tener miedo no debe impedir llevar a cabo las acciones propuestas. Felicitaciones y un afectuoso saludo. Altamira
14-12-2021 Cada cual en mayor o menor medida acarrea sus miedos. Nos son inherentes. Me encontré en varios de los que detallas. Un abrazo, Sheisan
14-12-2021 Lo peor que nos puede pasar es que el miedo nos paralise. Jaeltete
14-12-2021 Yo soy una de esas que odian viajar por los motivos que contás tan bien. Esa manía de querer tener todo bajo control, en fin... Buenísimo. Abrazo. MCavalieri
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