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Inicio / Cuenteros Locales / tsk / Los hijos del bosque, dos.

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En los tiempos de la fundación, durante el verano, había doce horas de luz sobre el poblado. En un proceso paralelo, conforme fue creciendo aquél, la luz se fue derramando con mayor generosidad sobre nosotros. Durante un tiempo, sin embargo, no hubo crecimiento, por ser, aproximadamente, las defunciones iguales a los nacimientos, y el poblado, en consecuencia, siguió siendo el mismo.
Al tercer año, cuando un explorador descubrió por casualidad la senda de aquellos bóvidos gigantescos, con palas sobre las cabezas en lugar de la cuerna característica de los ciervos, y a los que alguien empezó a llamar "renos", el poblado registraba ya menos muertos que recién venidos, comenzando el cómputo del tiempo. La carne de aquel animal empezó a ser totémica para nosotros, dándonos una segunda oportunidad- la determinante- para hacer, de aquel grupo, perdido en la espesura de un bosque, un pueblo.
Por entonces, al compás del crecimiento de la aldea, fue naciendo también el tiempo- como decíamos. Y la posible codicia por hacerse con lo nuestro, se empezó a representar en nuestras mentes. Y con ello, la idea, también, de tener ejército. Pero, esto último, fue bastante después, pues, al principio, nadie pensaba que alguien en su sano juicio fuese a recorrer aquel camino, que habíamos hecho nosotros, por no tener otro remedio, por propio gusto.
Sin embargo, aquella espesura del bosque, se hizo hasta tal punto habitable, que no tuvieron que pasar ni dos generaciones para que el lugar donde había nacido, fuera considerado algo suyo, y no un refugio provisional de cabañas en mitad de un bosque, como hasta entonces había sido. Aquel bosque, que hubiera atemorizado a los primeros exploradores, se convirtió en algo, inopinadamente, bastante práctico. Aquella fenomenal masa arborea, contra todo pronóstico, representaba una defensa perfecta. Los árboles hacían de abrigo frente a las corrientes heladoras, creando un microclima habitable donde se podían desarrollar algunos cultivos; y al mismo tiempo, como proporcionaba refugio, nos permitía vivir tranquilos, ajenos a un mundo en formación, por entonces bastante violento y desabrido- de lo que habíamos sido presenciales testigos.
Únicamente que éramos un pueblo bastante replegado sobre sí mismo, cosa que no llevaba visos de resolverse, pues en contrapartida a la paz que disfrutábamos, no podíamos evitar aquellos lazos consanguíneos.

Texto agregado el 20-01-2022, y leído por 54 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-01-2022 Bien narrado. Saludos ValentinoHND
 
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